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CINEMA DE PERRA GORDA

GIVE US THIS DAY (1949, Edward Dmytryk)

GIVE US THIS DAY (1949, Edward Dmytryk)

Incluso para todos aquellos que no dejan de ningunear la filmografía de Edward Dmytryk, reconocen la valía de un título como GIVE US THIS DAY (1949). Una valía que puede establecerse a varios niveles, y que a nivel historiográfico se centra en dos detalles de notable importancia. Uno de elles es recordar que fue este el primer film que Dmytryk rodó tras su declaración inamistosa como uno de los “Diez de Hollywood”, iniciando un breve periodo en Inglaterra que fructificó en tres valiosas películas, al tiempo que aportando un nuevo perfil a una obra notable pero aún por definir. Por otro lado, nos encontramos con la primera película rodada en Gran Bretaña, que desarrollaba una ambientación del exterior newyorkino. Un reto que se resuelve de manera admirable, sirviendo como magnifico soporte a la adaptación de una novela de carácter biográfica de Pietro Di Donato, en la que a grandes rasgos se plantea una visión acre de la vida de los colectivos inmigrantes italianos en la cruel vida de la Nueva York de los años veinte, concluyendo con las consecuencias del crack del 29 y la gran depresión. Pero una de las singularidades que ofrece el relato, adaptada de la misma novela –que porta el significativo título de Christ in Concrete-, reviste en las analogías bíblicas que describe en todo su trazado, la más conocida de las cuales es el sacrificio brindado por su protagonista en un viernes santo –un hecho de base real-, pero que podríamos extender en la clara concomitancia que se plantea del matrimonio, tomando como base a los Jesús y María bíblicos.

GIVE US THIS DAY –película que por cierto llevaba muchos años con deseos de contemplar-, se inicia de manera rotunda, con una puesta en escena casi expresionista, apareciendo como el marco de una pesadilla, en la que descubriremos al protagonista de du drama. Este es Geremio (magnífico el posterior realizador Sam Wanamaker, en el que quizá sea el mejor rol de su no demasiado distinguida carrera), un experimentado albañil, al que vemos llegar a su casa, en medio de una ambientación hiperrealista dominada por una planificación crispada y un tono fotográfico de enorme fuerza dramática –es algo que invadirá el conjunto del film, merced a la magnífica y espesa fotografía en blanco y negro de C. M. Pennington Richards, más adelante también convertido en realizador en Inglaterra-. Lo cierto es que de entrada, el espectador asiste a una rara sensación de veracidad, a la hora de insertarse en esas mugrientas y oscuras calles de Brooklin, contemplando a este hombre de semblante apesadumbrado. Muy pronto descubriremos que mantiene problemas con su mujer –Annuziata (Lea Padovani), e incluso veremos como se provoca una herida en una mano, empujándola contra un remate metálico de valla –otra leve analogía bíblica, los clavos de Cristo-. Irá a encontrar ayuda y consuelo a casa de Kathleen (Kathleen Ryan), que pronto descubriremos se trata de una amante. La situación, el sincretismo y la fuerza dramática del episodio, nos introducirá en un flashbacks que se extenderá a la casi totalidad del relato, centrado en el proceso vivido por su protagonista, al que contemplaremos en primer término en ese 1921, trabajando en una muy peligrosa obra. Reputado en su profesión, aunque su desempeño no le impida emerger de un estado social casi marginal, siempre rodeado de sus compatriotas italianos. En un momento dado se planteará, junto a su fiel amigo Luigi (Charles Goldner), la posibilidad de casarse con alguna joven italiana, poniéndole este en contacto con Annuziata, a la que engañará en la única condición que esta le ponía en sus cartas, antes de viajar desde Italia a New York para casarse con él; la de disponer de una vivienda en propiedad. Una vez esta legue a tierra norteamericana, su futuro esposo no se atreverá a contrariarla, concertando incluso el primer plazo del pago de esa futura vivienda, aunque en ella tan solo puedan residir los tres días de su luna de miel. Se trata de una cabaña en mal estado, pero ello no supondrá desaliento para la ya convertida esposa, quien sin embargo al descubrir la falsedad de la situación, apelará a la futura sinceridad del esposo.

A partir de ese momento, el desarrollo de GIVE US THIS DAY deviene una crónica revestida de desaliento, de una familia dominada por la incapacidad para conseguir esos sencillos sueños de futuro; la compra de esa vieja cabaña, mientras tanto tienen que residir en un siniestro apartamento –que se llevará buena parte de sus ingresos-. Ingresos que para nuestro protagonista se ceñirán en esos trabajos provisionales, sobre los cuales su abnegada esposa ahorrará con especial celo, aunque siempre por debajo de lo inicialmente dispuesto. Dmytryk mostrará con especial acierto y sentido de la ironía, la manera con la que el matrimonio se puebla de hijos, con breves secuencias marcadas por los años de nacimiento de todos ellos, en una especie de espiral de la que no se podrán zafar, como tampoco lo podrán hacer cuando llegue el crack financiero de 1929. A partir de ese momento, todo se tornará más sombrío. La textura de la película adquirirá un aura de dramática catarsis, hasta inocularse en ella el veneno de la tentación –otra referencia bíblica-, en la que incurrirá Geremio al ser utilizado por Murdin (Sidney James). Este le expondrá la idea de adjudicarse una contrata de construcción, en base a abaratar los costes, eliminando en el proyecto las necesarias medidas de seguridad, lo que se plasmará en un proceso de derribo azaroso, que llevará aparejado el creciente desprecio que sus amigos empleados tendrán a un protagonista que se ha convertido en capataz –Murdin (Sidney James)-. La tensa y peligrosa situación provocará que su viejo amigo Luigi sufra un accidente que le deje invalido, retornando la película a su punto de partida, a partir del cual el protagonista logrará asumir una manera más honesta y acorde con su personalidad, de ver las cosas, reconciliándose con sus compañeros, y protegiendo con seguridad la obra. Sin embargo, el destino querrá que ese mismo viernes santo muera tras un importante derrumbe, que lo confinará en una zanja, donde será aplastado y asfixiado por el hormigón.

Tremenda y justamente conocida secuencia, dotada de una fuerza expresiva que podría parangonarse a lo más relevante del cine de Stroheïm. Todo ello, en una película que podríamos con pocas dudas destacar entre lo más valioso generado por el cine social en su tiempo, dotada además de una textura visual llena de fuerza y vigor, en la que no me cabe duda tuvo que fijarse el Elia Kazan de AMERICA. AMERICA (América, América, 1963). Esa autenticidad, ese cariño por sus personajes, irá en todo momento unido a una constante mirada irónica sobre la condición humana, en torno al propio comportamiento de ellos mismos. La mirada en torno a ese Murdin que al principio aparecerá con miedo para trabajar en la obra, y que como un Judas –una nueva referencia bíblica- irá probando su arribismo a partir de la traición a los derechos de sus compañeros. La ya señalada manera de mostrar como la familia de Geremio va acumulando retoños, o la propia debilidad suya al incurrir en la infidelidad o, sobre todo, al aceptar la tramposa propuesta realizada por Murdin, pese a sufrir con ello el recelo de sus amigos. Una mirada disolvente que tendrá su más rotunda ironía cuando, tras su muerte, la secuencia final dirima la solución al gran problema de la familia; la consecución de una vivienda en propiedad, a la que colaborará el propio esposo con su muerte merced a la indemnización que le otorgará un tribunal de mil dólares a su viuda e hijos. Sin embargo, nada resultará más conmovedor en esta magnifica GIVE US THIS DAY –que una vez más apela a esa búsqueda de la redención que fue el nudo gordiano del cine de Dmytryk-, que esa secuencia en la que el anciano dueño de la cabaña que desean los protagonistas, viene casi sin resuello diciendo que no puede mantener el compromiso adquirido –ellos no han cumplido con los pagos-. La depresión le ha afectado de lleno, se ha quedado sin dinero, y con la vivienda no puede recibir ayudas. Por ello deberá venderla y, sin pretenderlo, aceptará los cien dólares que le entregará Anunziata, pidiendo con humildad que le ofrezcan comida.

Calificación: 3’5

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