SO WELL REMEMBERED (1947, Edward Dmytryk) [Vivo en el recuerdo]
El progresivo descubrimiento de su filmografía, me está confirmando la creciente impresión de que en la figura de Edward Dmytryk concurren las virtudes de un primerísimo cineasta. Una figura que legó –con una serie de lógicas irregularidades comunes a cualquier cineasta norteamericano de la época-, un buen puñado de magníficos títulos. Es lamentable que a estas alturas su conocida y más bien simbólica delación en la “caza de brujas” de McCarthy haya supuesto una mancha que ha impedido centrar al aficionado en el atractivo de su obra. Es curioso tener que consignarlo, y para ello me gustaría establecer la oposición que podría marcarse con otro conocido delator –este de mucha mayor trascendencia-, pero que astutamente sí que logró eludir esa pesada carga a la hora de mantener el flujo de su filmografía. Me estoy refiriendo a Elia Kazan. Es más que probable que una serie de circunstancias externas favorecieran el malditismo que se ha seguido sobrellevando en torno a la figura de Dmytryk, una de las cuales quizá fue ese limitado periodo británico establecido pocos después de su acusación en Norteamérica, que quizá, por su propia brevedad, rompió con su andadura hollywoodiense.
Lanzo dicho elemento porque en primer lugar, hay que destacar que el realizador supo sintonizar muy bien con los modos de producción ingleses, logrando títulos que gozan de notable prestigio –aunque lamentablemente no he tenido oportunidad de contemplarlas hasta la fecha-, como OBSESSION (1949) y GIVE US THIS DAY (1949) –que su propio director consideraba su película favorita-. Años más tarde, Dmytryk retornó a la cinematografía inglesa con su magnífica –y menospreciada- adaptación de Graham Greene, THE END OF THE AFFAIRE (Vivir un gran amor, 1955). Es muy probable, en cualquier caso, que esa ausencia de un periodo más largo en el seno del cine inglés, impidiera a nuestro realizador consolidar un previsible periodo, cuyo referente tendríamos en la obra allí marcada por Joseph Losey. En este sentido, parece que estas tentativas británicas superan en cualidades a las primeras rodadas por Losey en las islas. Buena prueba de ello lo tenemos en el primero de los títulos que Dmytryk filmó en Gran Bretaña –SO WELL REMEMBERED (1947) –jamás estrenado comercialmente en España, y limitado su discurrir en nuestro país por medio de algunos contados pases televisivos-, que queda como una muestra casi ejemplar de las virtudes del cineasta en aquel primer periodo de madurez de su filmografía.
En la tranquilidad nocturna de las calles de la localidad obrera de Browdley, el tañir de campanas y el estallido del júbilo popular anunciarán el rendimiento de Hitler ante las fuerzas aliadas. En medio de la alegría colectiva contemplamos el discurrir reflexivo de quien muy pronto sabremos se trata del alcalde de la pequeña localidad inglesa. Se trata de George Boswell (John Mills) quien se dirige hasta el edificio consistorial, lo que dará pie a un retroceso de un cuarto de siglo en el tiempo. Ello le permitirá evocar cuando en su juventud formaba parte del consejo local, alternando esta dedicación con su trabajo en el periódico de la localidad. Sus evocaciones le llevarán a recordar cuando defendió en dicho consejo a la joven Olivia (Martha Scott), hija del veterano John Channing (Frederick Leister). Este ha sido repudiado por los vecinos, ya que en el pasado protagonizó unos turbios asuntos relacionados con una fábrica de su propiedad, viviendo totalmente aislado de dicho entorno obrero. Boswell logrará mantener que la culpabilidad de Channing no repercuta en la competencia de su hija para poder ejercer como bibliotecaria, logrando con sus argumentos convencer al consejo. Ello le llevará a un acercamiento con la joven, que poco tiempo después le llevará a conocer a su padre, de quien logra comprobar es un anciano sensible y amable. El devenir de dicha relación le llevará a pedirla en matrimonio y casarse con ella, no sin antes sufrir la pérdida del padre de esta en un accidente sufrido en una noche de intensa lluvia.
La relación de George y Olivia llevará buen cauce e incluso tendrán un hijo, aunque muy pronto se pondrá en evidencia la personalidad calculadora de ella, quien a toda costa desea la promoción política de su esposo, aunque ello casi le lleve a que este abandone los ideales que siempre han caracterizado el carácter altruista de su marido. Sin embargo, y cuando Boswell está casi a punto de lograr un escaño en el parlamento británico, una circunstancia le llevará a retirar su candidatura; constatar que se ha producido una plaga de difteria en la población, en cierta medida alentada por el apoyo que brindó a un informe elaborado por su padrino político, y obviando otro informe finalmente revelador, elaborado por su viejo amigo el dr. Whiteside (Trevor Howard). La fuerza de la epidemia llevará a tomar medidas extremas por parte del consejo de la ciudad, pero ello no evitará que Martin, el hijo de Boswell contraiga el mal y muera, debido a los prejuicios esgrimidos por su esposa a la hora de vacunarlo en el improvisado hospital al que acuden centenares de niños de clase obrera. La desaparición del niño forzará la disolución del matrimonio, decidiendo George mantener su vinculación con su pueblo, en el que llegará a ser elegido alcalde, contando con la amistad permanente de Whiteside y también de su pequeña ahijada, que con el paso de los años se convertirá en una hermosa joven. También el discurrir del tiempo contemplará el retorno de Olivia –tras una andadura vital siempre en busca de poder y posición social-, comprando y reabriendo la factoría que comandó su padre, y retornando a la misma idénticas limitaciones laborales, que llevarán al alcalde a tener que enfrentarse de nuevo a su antigua esposa. Su encuentro con ella llevará al accidente que sufrirá el joven hijo de esta –Charles (Richard Carlson)-, que nos permitirá asistir a la lenta recuperación de este –sufre un desgarro que desfigura su rostro-, y a la relación que el herido mantiene con la joven Julie (Patricia Roc), y que la posesiva madre de este deseará destruir a toda costa, para proseguir con el dominio casi enfermizo que mantiene con este. Será algo que finalmente podrá contrarrestar George, no sin antes descubrir los turbios manejos a que le sometió su esposa, que revelan la faz más terrible de su calculadora personalidad.
Degustar esta película y recordar otros títulos en la filmografía de Dmytryk caracterizados por ser adaptaciones literarias, permiten detectar las facultades del realizador a la hora de abordar el cine novelesco. Es algo que se advierte a la hora de dejarse llevar por los meandros de este por momentos hermoso melodrama, que es evidente traslada elementos narrativos instaurados por el Welles de CITIZEN KANE (Ciudadano Kane, 1941) –fundamentalmente centrados en la magnífica utilización de la profundidad de campo, la ubicación de los actores dentro del encuadre y la atractiva movilidad de la cámara-. Ello no es ningún reproche. Al contrario, una de las cualidades de esta estupenda película es comprobar como poco a poco va atrapándote en el desarrollo de su argumento, y todo ello con una progresión narrativa admirable, logrando imponer un lenguaje noblemente novelesco habitual en el mejor melodrama del cine de los cuarenta. Con ello lograremos solapar rápidamente la quizá excesiva presencia inicial de la voz en off, adentrándonos en el retrato de unos personajes con los que compartimos sus inquietudes, detectamos sus debilidades, observandos en ellos elementos latentes en el relato, que siempre quedarán sumidos en la penumbra –es el caso de esa presumible relación existente entre Olivia y Whiteside, antes de que la primera se comprometiera con Boswell, que queda esbozada por las miradas y momentos que ambos comparten en el encuadre-.
Dmytryk describe con precisión y sin excesivas pinceladas descriptivas, esa comunidad obrera castigada por enormes limitaciones de vida. Pero esa capacidad en la pintura de caracteres tiene su correspondencia a la hora de establecer retratos con tan escasos elementos de base pero tan probada eficacia. Con ello me refiero a la manera con la que, en apenas unos instantes, logramos compadecernos del anciano Channing al cual, junto a Boswell, comprobaremos se trata de un hombre sensible y –sin duda- arrepentido por sus acciones en el pasado, al tiempo que consciente de tener que asumir por vida las consecuencias de estas circunstancias. Es dentro de estas cualidades, con un admirable manejo de la elipsis, una capacidad a la hora de elegir los elementos más atractivos para hacer progresar el relato en flash-back y también –y este es uno de los escasos inconvenientes de su conjunto-, la excesiva recurrencia a elementos folletinescos introducidos de forma demasiado casual-, con la que se desarrolla una película que permite a Dmytryk retratar la contraposición entre la integridad y el deseo de poder, alcanzando sobre todo esa cercanía en la psicología de sus personajes, en la interacción de su conflicto y en una precisa narrativa que sabe elegir el mejor emplazamiento de la cámara, plantear metáforas a la hora de mostrar algunas de las situaciones ubicando rejas y ventanales por medio y, sobe todo, logrando incorporar los suficientes elementos de juicio, para lograr relato compacto y poderosamente atractivo.
Podríamos elucubrar con algunas de las consecuencias temáticas esgrimidas en el film, planteadas justo cuando Dmytryk estaba siendo encausado en Estados Unidos como uno de los “10 de Hollywood” –y que le llevó a sufrir a su retorno, varios meses de cárcel-. Pero lo que nos interesa en este caso es el vigor de su narrativa, algo que mantendría a lo largo de su filmografía –y es algo que hay que decir en voz muy alta-, su capacidad para la adaptación cinematográfica, el dominio del lenguaje novelesco y una sensibilidad que, cada día más, me está llevando a la íntima convicción de que en su obra se encuentra uno de los hombres de cine más infravalorados del cine norteamericano de posguerra.
Calificación: 3
3 comentarios
Jorge Trejo -
Juan Carlos -
Carlos Díaz Maroto -