STEAMBOAT ROUND THE BEND (1935, John Ford) [Barco a la deriva]
Siempre es bueno para indagar en el conjunto de la personalidad de los grandes cineastas clásicos, intentar acercarse a sus títulos menos conocidos –al mismo tiempo quizá rodados con menos pretensiones-. En el caso de John Ford, esta circunstancia pudo manifestarse en numerosas ocasiones –esos siempre mencionados de forma tan cómoda como films “menores”-, logrando incluso en alguno de sus ejemplos colarse entre ellos algunas de sus propuestas más libres, personales y vitalistas. No puede decirse que este sea el caso de STEAMBOAT ROUND THE BEND (1935), pero no es menos cierto que nos encontramos con una película divertida, sin pretensiones, y que respira esa peculiar concepción del mundo tan genuinamente fordiana. Con ello lograba por un lado sobresalir de entre aquellos títulos enconsertados que, por otro lado, tanto prestigio proporcionaron a su realizador –y me refiero sobre todo a THE INFORMER (El delator, 1935)-, y de otra parte se brindan como comedias en las que se vislumbra esa mirada optimista que, de forma sutil, iría evolucionando en el cine del maestro americano.
STEAMBOAT… narra la azarosa búsqueda del doctor Pearly (Will Rogers) para lograr salvar de una condena de muerte segura a su joven sobrino Duke (John McGuire). Este ha matado a un hombre que se propasaba con su joven novia, decidiendo entregarse a la autoridad con la confianza de lograr un castigo benevolente. La intuición de una sentencia de muerte, es la que llevará a Pearly a integrar lograr inicialmente la contratación de un abogado de prestigio que defienda a su sobrino y más tarde, cuando comprueba que la condena está a punto de ejecutarse, protagonizará una carrera tripulando por el cauce del río su viejo y desvencijado buque. Esta se realizará con el objetivo de llegar hasta el gobernador del estado y lograr el indulto para su sobrino, llevando para ello a un testigo de la pelea; un viejo predicador que pregona su buena nueva por las orillas de dicho cauce.
Ni que decir tiene que pese a encontrarnos como guionista del film a Dudley Nichols, eterno colaborador fordiano, no es en la vertiente dramática en donde podemos encontrar las mayores virtudes de la película. Por el contrario, desde el primer momento lograremos detectar en sus imágenes, esa placidez y mirada desprejuiciada de la vida sureña, en la que un sheriff –encarnado por el magnífico Eugene Pallette- no duda en entregar las llaves de su celda al propio prisionero, con la confianza que le proporciona la amistad con este, o incluso en la escenificación de la boda del encausado que se encuentra al poco de morir en la horca, se muestra una placidez en la descripción de un modo de vida en el que la amistad, el respeto al contrario y la confianza, es expresada con tal convicción que, en muchos momentos, esa circunstancia llega a traspasar la pantalla, para adherirse al sentimiento del espectador. Por supuesto, ello no impide reconocer que la película en realidad carece de línea dramática, que sus secuencias avanzan casi sin progresión, y que todo está plasmado como un divertimento en el que el devenir de sus personajes apenas importa, y sí por el contrario esa capacidad descriptiva que se nos logra transmitir. Dicha circunstancia, es la que permitirá valorar los mejores momentos de STEAMBOAT…, llegando a plantearse elementos argumentales quizá no demasiado bien explotados –como ese extraño museo de personajes históricos que se integran en el viejo buque del protagonista-, aunque otros sí alcanzarán una notable eficacia, como puede ser la carrera final en la que los tripulantes del boque de Pearly deberán destrozar todos los elementos combustibles del mismo para lograr que su discurrir no amaine –una idea heredada de THE GENERAL (El maquinista de la general, 1927. Buster Keaton y Clyde Bruckman)-, debiendo recurrir finalmente a esas botellas de elixir que Pearly salvaguardaba para venderlo entre los navegantes del río como un inesperado carburante.
Fue este, por otra parte, el último de los títulos que John Ford filmó contando con el protagonismo del entonces popularísimo Will Rogers. En todos ellos encarnó variantes del personaje que le hizo famoso; un hombre tranquilo, bonachón, irónico e inteligente, como representante de ese rasgo norteamericano entroncado en el mundo rural y en la propia entraña del país. Es probable que la mejor de estas películas fuera JUEZ PRIEST (El juez Priest, 1934) –de la cual el propio Ford filmó un remake en la década de los cincuenta; THE SUN SHINE BRIGHT (1953), que tenía como una de sus películas favoritas-, pero pese a su corto alcance y a su relativo estatismo, STEAMBOAT… se erige como un título tan pequeño como entrañable, que logra transmitir ese vitalismo consustancial al cine de Ford, y que tuvo en la personalidad de Rogers un aliado de ocasional importancia. No me gustaría dejar de señalar, para finalizar, el instante más hilarante de la función; en su loca carrera fluvial en búsqueda del gobernador, los acompañantes de Pearly vislumbran al autoproclamado profeta que puede testificar a favor de Duke. Ni cortos ni perezosos y para no perder el ritmo, deciden echarle un lazo y capturarlo tras recogerlo del curso de la corriente del río. Un instante delirante, propio del slapstick más desaforado.
Calificación: 2’5
2 comentarios
Juan Manuel -
Acabo de verla (estoy haciendo un "Ciclo Ford"), y tu crítica me ha iluminado bastante algunos aspectos que no habría definido mejor. Buen trabajo!
Yo tb tengo un blog, por si quieres pasar a verlo: www.couriernewdoce.blogspot.com
Saludos!!
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