SHALAKO (Edward Dmytryk, 1968) Shalako
Confieso que contemplé SHALAKO (Shalako, 1968) con bastante escepticismo, en la medida que se encontraba en un periodo de absoluta descomposición del western, y las escasas referencias existentes de la misma eran poco estimulantes. Pero al mismo tiempo no dejaba la albergar cierta curiosidad, al estar firmada por Edward Dmytryk, realizador que admiro considerablemente, y que ese mismo año había realizado otro título apenas reconocido, pero que me parece magnífico: ANZIO (La batalla de Anzio, 1968). La intuición no me ha fallado, puesto que sin encontrarnos ante una gran película, y albergar menos cualidades que el bélico antes señalado, considero se trata de una propuesta más que estimable, que acierta a emerger del contexto visual habitual en el género en aquellos años y, por el contrario, propone algo habitual en el cine de su artífice; la descripción de un proceso de redención, quizá la obsesión temática más recurrente de quien, décadas atrás, con su delación al comité de McCarthy, marcara el devenir de su posterior andadura vital.
Al igual que ANZIO, SHALAKO se inicia mostrando una violenta reunión de algunos de sus principales personajes. Se trata de un grupo de ociosos aristócratas europeos, que se encuentran enfrascados en una cacería y absortos del entorno en el que la celebran, tan lejos de su vida cotidiana en las áridas tierras de New México. Nos encontramos en 1880, en el seno de un grupo que sobrelleva como guía al poco recomendable Bosky Fulton (Stephen Boyd). El destino les acercará al carismático Shalako (Sean Connery), a partir del momento en que una de las componentes de la partida -Irina Lazaar (Brigitte Bardot)- se aleje de todos ellos, encontrándose en una situación de peligro con los indios, que llegarán a liquidar al ayudante que la ha acompañado. La oportuna presencia de Shalako -que conoce y ha confraternizado con las tribus- logrará que esta salga indemne del acoso que dirige el veterano Chato (Woody Stroode), con el compromiso de que toda la partida abandone las reservas. Será una tensa situación que permitirá a Irina una nueva mirada, comprensiva, en torno a los nativos. Y que no se trasladará al de estos seres ociosos e insensibles, que seguirán la irresponsable decisión de Frederick von Hallstatt (un excelente Peter van Eyck), prometido de Irina y empeñado en que el grupo acampe en un viejo fuerte, en vez de abandonar la reserva. Pese a la advertencia de su novia y, sobre todo, de Shalako, estos acamparán allí comprobando la fuerza de la ofensiva india salvo el propio protagonista, utilizando este último el blanco caballo de Irina con la intención de buscar la ayuda del ejército para intentar salvar la vida de allí confinados. A partir de ese momento este marcará estrategias para despistar a los indios -proponer falsas señales de humo- pero entre los propios componentes de ese confinamiento destacará la despreciable actitud de Fulton, quien huirá con sus hombres en una caravana -a la que se sumará la ardiente Lady Daggett (Honor Blackman), esposa insatisfecha de Sir Charles Diggett (Jack Hawkins)-. Una vez la caravana ha huido, el inesperado regreso de Shalako posibilitará que los allí abandonados puedan iniciar una penosa marcha con un incierto deseo de supervivencia.
Experto practicante del cine de género, aunque en la diversidad de su obra destacara en todo momento el intimismo de la deriva emocional de sus personajes, Dmytryk atesoró en su filmografía tres ejemplos brillantes y personalísimos del cine del Oeste -BROKEN LANCE (Lanza rota, 1954), WARLOCK (El hombre de las pistolas de oro, 1959), una de las cimas de su obra, y la más cercana ALVAREZ KELLY (Álvarez Kelly, 1966)-. Sin llegar a la altura de ninguno de ellos, lo cierto es que SHALAKO aparece como un relato apreciable que, pese a sus irregularidades, de entrada, logra superar su dependencia con el nefasto servilismo visual propiciado por el spaghetti -apenas se perciben unos pocos zooms, parte de ellos justificados-. Incluso sus estallidos de violencia obedecen a una lógica interna en la película, aunque es cierto que uno prefiera, con mucho, esa nueva muestra de las capacidades de Dmytryk para el intimismo que aparecerán en su segunda mitad, una vez que los supervivientes del asalto se dejen conducir por Shalako, prácticamente a pie. Todo ello aparecerá intercalado con el bárbaro asalto por parte de las tribus que comanda el violento Búfalo (Don ‘Reed’ Barry), hacia esa diligencia que ha ido dirigiendo Fulton en la que poco a poco sus integrantes irán cayendo víctimas de la emboscada india. Ello nos brindará una de las secuencias más violentas del género en aquel tiempo, al plasmar la muerte de la ambiciosa Lady Daggett, siendo ahogada por los guerreros con el propio collar de piedras preciosas que ella les ofrecía para salvar la vida. Mientras tanto, la comitiva del explorador logrará despistar a los indios, llegando a ahorrar tiempo y acceder a una alta planicie con la ayuda de los conocimientos sobre alpinismo de Hallstrat. Así pues, la aventura exterior irá incorporada por esa búsqueda de redención de sus principales personajes. Para Irina, un progresivo acercamiento hacia Shalako, viendo en él una autenticidad inédita en sus relaciones con los hombres. Su prometido irá despojándose de su estúpida aura de superioridad e intransigencia, y llegará finalmente a liberar a su prometida del compromiso que le ataba. Por su parte, el intransigente Henry Clarke (Alexander Knox) comprobará que se encuentra perdido en un mundo que le supera, y finalmente Diggett -desolado al conocer que su esposa ha muerto- romperá su pasividad innata de manera postrera, al matar a Fulton en un ataque de ira cuando todos ellos habían vencido otro ataque indio. Todas las secuencias ‘a dos’ que se sucederán por lo general durante la noche, o en instantes alejados de la tensión del relato, no solo suponen lo más brillante de la película, sino que atesoran el mejor sello de su director y su capacidad para la intensidad dramática, expresada a través de sus personajes en instantes confesionales. Al final, todo se dirimirá en una lucha a vida o muerte entre Shalako y Búfalo. Una violenta pelea en la que el veterano Chato entenderá que el ultraje de no haber cumplido aquello que prometiera, ha quedado finalmente compensado. Lo hará después de terribles dosis de violencia, de dolor y de muerte. Ninguno de los supervivientes vivirá el resto de su vida, de la misma manera que lo había hecho hasta entonces. Y entre ellos, una vez contemplamos que los supervivientes se alejan en un gigantesco plano general del horizonte, finalmente Irina decidirá apostar su futuro uniéndose a ese hosco pero certero cazador, que probablemente le haya hecho sentir por primera vez sentirse un auténtico ser humano, sensible y dotado de personalidad. Probablemente SHALAKO no sea una gran película -acusa no pocos desequilibrios en su servilismo a las corrientes imperantes en aquel tiempo-. Sin embargo, ello no me impide reconocerle no pocas virtudes, la menor de las cuales no es precisamente, reconocer no solo el oficio, sino la personalidad de un realizador atormentado, que incluso en títulos tardíos como este supo mostrar que poseía destellos de un universo propio.
Calificación: 2’5
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Germán -