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CINEMA DE PERRA GORDA

ASK THE DUST (2004, Robert Towne) Pregúntale al viento

ASK THE DUST (2004, Robert Towne) Pregúntale al viento

Como siempre ha sucedido en el mundo del cine, también en nuestros días hay películas de las que conviene hablar bien, y otras que, por el contrario, es mejor ignorar pese a que no coincidamos en la general opinión negativa, por miedo a quedar como herejes o clueless cinematográficamente hablando. Eso es lo que personalmente me ha ocurrido con ASK THE DUST (Pregúntale al viento, 2004. Robert Towne), título en líneas generales recibido con considerable desdén a todos los niveles y que, he de reconocerlo, pese a sus cortos límites, me ha resultado pasablemente simpático. Cierto es que en ninguna de las vertientes que aborda –relato romántico, tratado sobre la crisis de un creador, detalles ante el outsider, elementos de discriminación, film retro-, resulta plenamente satisfactorio, pero en su conjunto me parece un título tan anticuado en su resolución y limitado en su alcance, como entrañablemente atractivo.

 

Nos encontramos en Los Angeles durante la década de los años treinta. Hasta allí llega el joven escritor Arturo Bandini (Colin Farrell) con el deseo de triunfar en el terreno literario. Hasta entonces solo ha logrado publicar un pequeño relato, teniendo que vivir en uno de los hoteles más decadentes de la ciudad. En medio de una situación personal con necesidades cada vez más acuciantes –prácticamente no tiene dinero ni para comer-, conocerá en una taberna a la joven Camilla (Salma Hayek), una inmigrante mexicana con la que establecerá una extraña relación basada en los desplantes y el desafío. Será una circunstancia con la que ambos convivirán en el discurrir de la andadura vital del escritor, que irá publicando pequeños relatos y recibiendo puntuales ingresos de un editor que adivinará en él esa personalidad creativa que el propio protagonista no alcanza a trasladar sobre el papel. Será finalmente la consolidación de su tormentosa relación con Camilla la que, pese a su trágica conclusión, le permita aflorar esa veta creativa que hasta entonces se le hacía esquiva.

 

Probablemente uno de los principales defectos de ASK THE DUST –que en su traducción literal debió denominarse PREGÚNTALE AL POLVO- sea su indefinición como relato. Son abundantes las referencias que valoran de forma muy positiva el referente literario en que se basa –la novela de John Fante-, pero personalmente pienso que es esa combinación antes señalada, considerablemente desequilibrada, la que impide que el film alcance la pasión e intensidad que, por momentos, piden sus imágenes, quedándose en un extraño tierra de nadie. Cierto es que en no pocos momentos su ambientación –tan eficaz como discreta en su plasmación-, por momentos nos traslada al entorno de la “gran depresión” norteamericana, logrando transmitirnos ese estado de desasosiego que trasciende el propio marco físico, hasta expresarse en el propio entorno vital de sus pobladores. Evidentemente, estamos muy lejos de la hondura del Ford de THE GRAPES OF WRATH (Las uvas de la ira, 1940), pero cierto es que las imágenes del film de Towne –en ocasiones planas, en otras bastante efectivas-, se podrían comparar con los resultados del Peter Bogdanuvich de PAPER MOON (Luna de papel, 1973). Es verdad que el entorno fílmico de los primeros años setenta no es el de nuestros días, y por ello anteriormente aludía a esa sensación de “antiguo” que ASK THE DUST sobrelleva, y que indudablemente ha repercutido para su negativa valoración.

 

Resulta innegable, por otra parte, consignar que ese correlato que habla de las crisis creativas del artista, en pocos momentos alcanza la fuerza de tantos y tantos exponentes cinematográficos de similares características –lo que podría ir desde BARTON FINK  (1991, Joel Coen) hasta PARIS - WHEN IT SIZZLES (Encuentro en París, 1963. Richard Quine)- y que la relación que se establece entre los dos protagonistas no alcanza la temperatura emocional deseada pero, si más no, no puedo negar que el film de Towne me parece moderadamente interesante en la combinación de sus factores, atractivo en el manejo de la elipsis y el relato de off y simpático en su aparentemente trasnochado clasicismo –ese detalle de los huaraches con los que el escritor describe desde el primer momento a Camilla-. Evidentemente, no podemos afirmar que el tan prestigiado como irregular guionista que es Robert Towne haya sido jamás un dechado en la narrativa cinematográfica, pero bien es cierto que aunque jamás apura sus posibilidades, el título que comentamos queda como una película pequeña y entrañable, en la que además me sorprende gratamente la labor desarrolla por un Colin Farell que –a pesar de cierta estolidez- demuestra que bajo la sucia, zarrapastrosa y chulesca vertiente interpretativa por la que es conocido como estrella, se esconde las maneras de un actor sensible y versátil. En pocas ocasiones nos lo ha manifestado hasta la fecha. Para mí, esta es una de ellas.

 

Calificación: 2

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