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CINEMA DE PERRA GORDA

BLOOD DIAMOND (2006. Edward Zwick) Diamante de sangre

BLOOD DIAMOND (2006. Edward Zwick) Diamante de sangre

Un día Leo se levantó. Se miró al espejo y descubrió que se estaba haciendo mayorcito, y debía intentar abandonar en la pantalla esa imagen de eterno adolescente que mostraba película tras película. Para lograrlo encontró la inapreciable alianza de un realizador no en sus horas más altas –Martin Scorsese-, que le hizo creerse la ilusión de que funcionaba encarnando personajes adultos. Vana pretensión. Pese a increíbles reconocimientos en forma de nominaciones a Oscars y otras lindezas, Leo no funciona haciéndose pasar por hombre. Su aspecto es el máximo exponente de la presencia anticinematográfica. Y buena prueba de ello lo tenemos en esta reciente BLOOD DIAMOND (Diamante de sangre, 2006. Edward Zwick) montada a su mayor gloria, con el añadido último de ejercer como film-denuncia de las atrocidades cometidas en África a finales del pasado milenio, en torno al negocio ilegal del tráfico de diamantes.

 

Ahí es nada, convertir a DiCaprio en un aventurero nihilista dedicado al negocio del tráfico de diamantes, que posteriormente se conciencia de lo que sufren las víctimas de las matanzas allí registradas, ante la impunidad de una comunidad internacional empeñada en mirar hacia otro lado. Diríamos que el propósito podría ser noble, si no fuera por que la aventura urdida visualmente por el siempre aparatoso y endeble cineasta que es Edward Zwicz está repleta de convenciones visuales, lugares comunes y, sobre todo, un cúmulo de debilidades argumentales y cinematográficas. Casi diriase que nos encontramos ante un auténtico catálogo de ellas. Véase en primer lugar la manera con la que es presentado el personaje de Solomon (Djimon Hounsou) –parece que sea un modelo- y su hijo, como se puede mostrar en la aparente crudeza de las secuencias de los ataques –recurriendo al archisabido montaje corto y la cámara al hombro-, en lo convencional de la descripción de sus personajes –que va desde el aparente aire aventurero del Danny Archer encarnado por DiCaprio, hasta el de la intrépida reportera que asume con escaso acierto la sobrevalorada Jennifer Connelly-, a los clichés de la progresión de su guión –por ejemplo ¿alguien dudaba que nos íbamos a encontrar con una escena “trascendente” en la que se reencontraran de nuevo el indígena responsable y el hijo alienado por los revolucionarios?-. Ningún tópico, ninguna convención es escatimada por las imágenes del film de Zwicz –por no faltar, no faltan “bonitos” planos de los paisajes insertados de forma arbitraria para ejercer de puente o contrapunto de la acción-, en una película que parece hecha para salvaguardar las conciencias, pero que se hunde en el camino en un insalvable mar de estereotipos cinematográficos y, lo que es peor, un auténtico desfile de inconsistencias narrativas.

 

Una narración ampulosa y vacía, como podía ser la de, por ejemplo, LEGENDS OF THE FALL (Leyendas de pasión, 1994), del mismo director –en aquella ocasión al servicio de la melena de Brad Pitt-, aquí se sirve a la inconsistente posibilidad de consolidar la imagen de Leonardo DiCaprio como actor adulto. Es como intentar demostrar la cuadratura del círculo. Por mucho galardón que reciba, vemos la imposibilidad absoluta de ofrecer una imagen viril, aunque en algunas secuencias iniciales luzca mucho músculo, y se esfuerce hasta el límite de lo soportable a hacernos ver que fuma y hace gestos intentando ofrecer un retrato de masculinidad. La androginia del muchacho solo es comparable a la antipatía que desprende su personalidad en la pantalla, algo por otra parte comparable con su aureola de ecologista, que utiliza aviones privados en sus desplazamientos –que no contaminan nada, por cierto-.

 

BLOOD DIAMOND es cine de palomitas en la expresión más innoble posible. El aparente atractivo inicial de su argumento y un correcto uso de la pantalla ancha, se diluye muy pronto en una narración previsible, sin rigor y sin alma. Algo consustancial a la filmografía de su realizador, y en esta ocasión al servicio de una estrella muy menguada de talento y, sobre todo, de verdadero carisma cinematográfico. Le ponía objeciones, pero al lado de la mediocridad del título que comentamos, el análisis de las injusticias de occidente con el continente africano que mostraba THE CONSTANT GARDENER (El jardinero fiel, 2005. Fernando Meirelles) deviene casi una obra maestra. Todo ello, sin citar la lucidez bañada de nihilismo que demostraba la muy reciente y, este caso sí, menospreciada LORD OF WAR (El señor de la guerra, 2005. Andrew Niccol). Y es que en el cine, como en toda faceta del arte, los contenidos pueden ser importantes pero, por encima de todo, lo que se ha de valorar es la manera con que estos son mostrados. En este sentido, el film de Zwick es de una pobreza casi, casi, sonrojante.

 

Calificación: 1

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