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CINEMA DE PERRA GORDA

THE GOOD GERMAN (2006, Steven Soderbergh) El buen alemán

THE GOOD GERMAN (2006, Steven Soderbergh) El buen alemán

¿Qué tendría THE GOOD GERMAN (El buen alemán, 2006) si en su contemplación no mediara la impresionante –aunque en ocasiones algo saturada- pátina fotográfica en blanco y negro, dispuesta por el propio realizador bajo su seudónimo habitual de Peter Andrews. Creo que bastante poco, aunque de alguna manera esa apuesta logre disfrazar las limitaciones de un relato –basado en una novela de Joseph Kanon-, que encubre su falta de hondura e incluso la ausencia de pasión en la relación de sus protagonistas, resolviendo finalmente una visión más o menos nostálgica, incluso vampirizadora de unos modos de hacer cine por completo irrepetibles. Serían motivos más que suficientes para rechazar su resultado, aunque no seré yo quien lo haga, partiendo de la base de que considero el film de Steven Soderbergh una vistosa e incluso simpática pompa de jabón, que compensa su falta de mundo interior con ese mismo aspecto nostálgico y que en algunos momentos llega incluso a mostrar una complejidad que revela esas posibilidades que finalmente se escapa a su conjunto para resultar un producto más o menos perdurable.

 

Rodada entre la sorprendente BUBBLE (2005) –bajo mi punto de vista el título suyo más atractivo que he visto, junto a KING OF THE HILL (El rey de la colina, 1993), de un director que siempre me ha resultado bastante indiferente- y la absoluta mediocridad de OCEAN’S THIRTEEN (2007), THE GOOD GERMAN propone desde su primer fotograma –recuperando el anagrama de la Warner-, la apuesta en la nostalgia por aquellos títulos rodados en torno a la II Guerra Mundial, expresando dramas románticos en marcos extranjeros, y mostrando en sus imágenes ese desarraigo y horror que podría ir desde CASABLANCA (1942, Michael Curtiz) –una referencia demasiado obvia-, hasta el BERLIN EXPRESS (1948) de Jacques Tourneur. Es sin duda el gran atractivo de la película, que sabe combinar desde sus primeros instantes la inserción de imágenes documentales que muestran la ruina de un Berlín recién salido del horror bélico, y cuyas calles se ofrecen como una auténtica tierra de nadie, en la que pululan sus supervivientes. Esa sociedad alemana que ha resultado cómplice con la atrocidad del nazismo, y que se enfrenta con la presencia de las  autoridades del frente occidental y el ruso, a esa enorme “patata caliente” que supone levantar un país devastado, pero cuyo gran problema se revela en última instancia fundamentalmente moral. Es el marco en el que se desarrollará el rencuentro vivido por el corresponsal de guerra del ejército USA Julius Geismer (George Clooney), con Lena Brandt (Cate Blanchett). Se trata de una antigua amante, que ha sido esposa del ayudante de un antiguo científico colaborador en los crímenes nazis, y que ella declara ha muerto en un bombardeo, aunque en realidad esconde en un lugar secreto. A partir de ese momento, la historia engrosará la presencia de Tully, amante de Lena y un personaje estraperlista que ha logrado cierta fortuna pululando por los recovecos de las posguerra berlinesa, la mirada contemplativa de las autoridades norteamericanas, que no harán más que jugar y mostrar un dudoso pragmatismo a la hora de aprovecharse de ciertas secuelas del nazismo, para con ello evitar la influencia del bloque oriental. Toda una marejada que el film de Soderbergh esgrime con cierta habilidad, aunque en ella se detecte en todo momento una notable ausencia de pasión.

 

Y es que nada hay especialmente rechazable en THE GOOD GERMAN. Es más, uno no deja de agradecer que la película huya del manierismo que lastraba un título como THE MAN WHO WASN’T THERE (El hombre que nunca existió, 2001) de Joel Coen –un título que gozó de un entusiasmo generalizado, pero que a mí me resultó poco menos que insufrible-. En este sentido, la película conserva cierta sobriedad de formas, consecuencia de ese seguimiento de los modos narrativos del cine evocado. Esa evidencia, personalmente tendría que haberse tenido en cuenta a la hora del enfoque ofrecido en la película, en la que se plasma una sexualidad mucho más explícita que la mostrada en el cine de aquellos lejanos años cuarenta. Es a mi modo de ver la contradicción más cuestionable en la intención evocadora que plantea la película. No por ello sus secuencias ofrecen elementos atractivos, que en su mayor parte aparecen esparcidos aquí y allá como elementos secundarios –el mundo interior que manifiesta el responsable del lado ruso-, la lucidez que desprenden las afirmaciones brindadas por el coronel norteamericano Muller –magnífico Beau Bridges-, o incluso la fuerza casi hipnótica que describen visualmente algunos momentos, entre los que no dudo en destacar esa breve secuencia que muestra el descenso de Lena a unas alcantarillas en las que se encuentra recluido su marido, unido al carisma que aporta Clooney –aunque ocioso resulta compararlo con el Bogart de la citada CASABLANCA- y la brillantez aportada por Cate Blanchett, son elementos que logran inclinar la balanza a la hora de contemplar con cierta simpatía el resultado final obtenido, aunque este no sobrepase en último término la barrera de la discreción. A la incapacidad de Soderbergh para aportar pasión al relato, la escasa incidencia que revela el secreto final de la protagonista, la sensación de incapacidad de descender a los sótanos más siniestros de la condición humana -que casi parece pedir a gritos el film-, cabe unir la resolución de algunas de sus secuencias, que parecen haber sido rodadas sin dirección alguna, como puede manifestar la huída final del esposo de Lena entre una multitud –escasamente creíble- que aclama la llegada de las fuerzas liberadoras.

 

En suma, THE GOOD GERMAN no será una película que pase a los anales, pero que puede resultar reveladora de esa extraña inclinación que tanto Soderbergh como el propio Clooney –GOOD NIGHT, AND GOOD LUCK (Buenas noches y buena suerte, 2005)- manifiestan al intentar recuperar la presencia del blanco y negro en la pantalla. Si bien en ambos casos fracasan en un objetivo imposible de plantear, lo cierto es que al menos aportan una cierta singularidad, mezcla de cinefilia desaforada unida a apariencia de experimentación que, si más no, se debe contemplar con la misma moderada simpatía que revela esta pequeña película, que solo invita a recuperar tantos y tantos títulos imborrables en nuestra memoria, imposibles de trasladar a nuestros días en su esencia, por más que, como es el caso, se apueste por un perfeccionismo técnico que, las más de las veces, suena a impostura.

 

Calificación: 2

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