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CINEMA DE PERRA GORDA

(TV) THE CORN IS GREEN (1978, George Cukor) [El trigo está verde]

(TV) THE CORN IS GREEN (1978, George Cukor) [El trigo está verde]

Cuando George Cukor asume la realización de la adaptación de la obra teatral de Emilyn Williams The Corn is Green –ya trasladada a la pantalla grande de la mano del experto del melodrama Irving Rapper-, su carrera se encuentra en los compases finales. Años antes ya había probado con fortuna la práctica del intimismo romántico y otoñal con la estupenda producción televisiva LOVE AMONG THE RUINES (1975), logrando un rotundo fracaso en el momento de su estreno con THE BLUE BIRD (El pájaro azul, 1976). Quizá el prestigioso cineasta –como le sucedió en aquellos tiempos a otros cineastas con los que compartía características, como Vincente Minnelli o Stanley Donen-, solo tuvo ocasión de volver a ese formato televisivo al que había dado muestras de adaptarse con acierto, brindando una nueva adaptación de THE CORN IS GREEN (1978), que en España tuvo su emisión televisiva. La merecía, por que nos encontramos ante una pequeña y entrañable pieza de cámara. Una auténtica balada que habla sobre el poder de la transmisión del conocimiento, y también sobre la sensación melancólica de la supervivencia, aunque en ella se escondan sentimientos íntimos que pueden revelar la aparición de un amor otoñal solo correspondido por la gratitud.

THE CORN… se inicia con la llegada de Lily Moffat (Katharine Hepburn) a un pequeño pueblo minero, durante los primeros compases del siglo XX. Provista de una arrolladora personalidad, nuestra protagonista contemplará horrorizada la habitual costumbre de hacer trabajar en la misma a pequeños de muy corta edad, aspecto que le empujará a crear una pequeña escuela, que contará con las reticencias de algunos representantes de las fuerza vivas de la población, aunque para ello la veterana maestra se rodee de personal de confianza. Un día, revisando los ejercicios realizados por sus alumnos, descubrirá un texto revestido de una enorme sensibilidad, intuyendo que tras sus líneas –escritas de manera rústica- se encuentra un talento notable. La poética práctica ha sido realizada por el joven minero Morgan Evans (Ian Saynor), por lo que la intención de la veterana maestra estará en preparar y confirmar su intuición ante las cualidades que ha logrado vislumbrar en sus primeras muestras literarias. El proceso de integración absoluta del muchacho en un nuevo mundo, en donde dejará de lado la rudeza de la mina, se prestará a un rigor académico para el que no encuentra preparado, provocando en este una cierta irritación y desconcierto, pese a que Miss Moffat logre para él el mecenazgo de uno de los hombres más poderosos de la localidad –el mismo que había puesto dificultades al establecimiento de su escuela, temeroso de perder uno de los pilares de la mina; la prestación de mano de obra joven-. El objetivo es claro, intentar que Evans sea admitido como estudiante en la prestigiosa Universidad de Oxford. El periodo de adiestramiento en el mundo del conocimiento provocará en éste no pocos elementos de desazón, que desahogará en un momento determinado –exhausto por un contexto que le impide su exteriorización como joven rudimentario-, al hacer el amor con la deslenguada hija de una de las veteranas sirvientas de Lily. Poco a poco, irá sintiendo cercana la posibilidad de que el muchacho acceda a ingresar en ese casi improbable mundo académico de Oxford, que parece un coto exclusivo para los representantes de clases adineradas. Sin embargo, el esfuerzo puesto a punto por parte de esa veterana pero vitalista maestra, unido a la receptividad de Morgan, deslumbrado por lo que dicha universidad tiene de expresión del conocimiento, obrarán el milagro. Será un triunfo a la perseverancia y el fruto al relevo en el saber, que ofrecerá una connotación personal, al asumir Lily la adopción del pequeño hijo de Evans –que no duda en ser abandonado por su madre-. Con esta decisión evitará que su protegido interrumpa una prometedora carrera universitaria, al casarse con una joven a la que no ama –que además destaca por su ordinariez-, por el único motivo de acoger a su pequeño.

Tal y como señala el estupendo libro sobre la obra de Cukor, escrito por el gran crítico Patrick McGilligan, la adaptación televisiva de THE CORN… se diferencia de la obra original y su primera versión en celuloide, en el abierto desprecio que el realizador ofrece sobre la verosimilitud argumental, dejando de lado la dureza de la vida en las minas o incluso modificando la edad de la maestra protagonista –joven en la versión firmada por Irving Rapper-. No importa. Tal y como había ofrecido con la atractiva –e infravalorada TRAVELS WITH MY AUNT (Viajes con mi tía, 1973)- no era la primera ocasión en la que Cukor había abandonado cualquier respeto a las convenciones del relato que se encontraba entre sus manos. Por el contrario, estimo que tanto en las intenciones del realizador, como en el guión ofrecido por Ivan Davis, se potencia esa capacidad de melancolía que aparecía en aquellos títulos en apariencia descuidados, pero en su esencia sensibles, que con el paso de los años aparecen quizá como las demostraciones más sensibles de esa mirada ya casi elegíaca mostrada por el director de MY FAIR LADY (Mi bella dama, 1964). McGilligan hablaba en el título que nos ocupa como una nueva versión de esta misma película. Pero ¿Acaso no se había planteado incluso anteriormente en Cukor, esa capacidad, fascinación e interés por el conocimiento, entendido este como elemento de engrandecimiento del ser humano?

Sin embargo, por encima de estos condicionamientos, por encima incluso de esa capacidad para trascender una puesta en escena en apariencia desmañada –en la que la utilización del “zoom” en las secuencias de interiores, es manifiesta-, THE CORN ES GREEN logra según nos vamos introduciendo en su desarrollo, erigirse como una hermosa y delicada balada, centrada en esa interacción entre la veterania casi encaminada a la extinción, que pone todo su empeño en intentar justificar y prolongar su propia existencia, a través de la transmisión de sus métodos a ese joven y rudo muchacho. Cukor se empeña en ofrecer una delicadeza en progresión creciente, ayudado para ello de la encantadora banda sonora de John Barry y la muy adecuada iluminación en color ofrecida por Ted Scaife, centrada en destacar ese elemento bucólico del marco exterior del relato y el alcance casi pictórico de sus interiores. Pero, por encima de todo, este tan modesto como en último término delicioso producto televisivo, alcanza su máxima razón de ser en la destreza con la que son dirigidos sus intérpretes, en especial dentro de la pareja protagonista. De esta manera, el desconocido Ian Saynor es filmado con esa fascinación que Cukor siempre mostró –especialmente en su última etapa-, extrayendo la sensualidad y la belleza de sus jóvenes intérpretes, quizá sublimando con ello el propio componente homosexual de su personalidad como artista de la imagen. Pero esa capacidad para plasmar la evolución de Morgan, ese recorrido que finalizará cuando este se ha transformado por completo en un prometedor estudiante de la más prestigiosa universidad inglesa, queda trascendido por la labor de una Katherine Hepburn que se adueña de todos los recovecos de la función. En realidad este es el principal objetivo de la misma, y nada hay de malo en ello. Su capacidad de llenar la pantalla, su fuerza e intensidad, su vitalismo, acompañado de esos constantes aunque leves temblores observados en su rostro, constituyen una auténtica lección de coraje y sinceridad interpretativa, hasta tal punto que la Hepburn brinda uno de los trabajos más desgarradores, íntimos y hermosos de su carrera. Ese plano final, cuando Morgan ha sido paseado como héroe del pueblo tras convertirse en un prestigioso universitario, nos permitirá contemplar a una feliz Lily, agazapada tras el quicio de la puerta de su vivienda, satisfecha de haber logrado trasladar aquella lejana intuición en una realidad tangible, y quizá haber sublimado un sentimiento amoroso tardío, por medio del valor perdurable de la cultura y el intelecto. Quizá por ello haya decidido adoptar al pequeño, en el que simbolizará el sentimiento que le ha ligado a Evans.

Pero por encima de todo, y en buena medida a través del centro de atención que muestra una irrepetible Katharine Hepburn, THE CORN IS GREEN se expresa de forma tan íntima y pudorosa como sencilla y divertida. Sus imágenes llegarán a conmover al espectador en sus pasajes finales, en los que Cukor echa el resto a la hora de plasmar sentimientos y emociones. En definitiva, mostrando una sensbilidad como cineasta, basada en el acercamiento a sus principales personajes, que permite que esta pequeña producción televisiva, a mi modo de ver adquiera un conjunto de cualidades superior al de otros títulos suyos más reconocidos. Pero sobre todo, destacan en esa mirada sincera y a ras de tierra sobre unos personajes a los que comprende y respeta. De alguna manera, estoy convencido que la enseñanza y la técnica que brinda este telefilm, fue clave para el cambio de estilo que Cukor aplicó en la que sería su testamento cinematográfico: RICH AND FAMOUS (Ricas y famosas, 1981)

Calificación: 3

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