Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

BHOWANI JUNCTION (1956, George Cukor) Cruce de destinos

BHOWANI JUNCTION (1956, George Cukor) Cruce de destinos

No soy el primero en señalar que la década de los cincuenta se caracterizó –con algunas lógicas oscilaciones- como un decenio de especial inspiración en la filmografía de George Cukor. En ella se inserta una de sus obras cumbre –A STAR IS BORN (Ha nacido una estrella, 1954)-, presidiendo un conjunto de miradas sobre el mundo del espectáculo y la representación, que junto a su apuesta a una visión renovada de la comedia, proporcionaron las líneas generales de su producción en aquel periodo. Pero en ella se insertaba de igual manera, como un extraña intersección, una incardinación con el universo de un melodrama que en aquellos años se manifestaba renovado de la mano de cineastas como Nicholas Ray, Vincente Minnelli o tantos otros. Fruto de esa coyuntura y de la presencia de un determinado subgénero que abordaba propuestas centradas en la descomposición del colonialismo británico en la India –que proporcionó exponentes tan atractivos como KING OF THE KHYBER RIFLES (El capitán King, 1953. Henry King), agradables como NORTH WEST FRONTIER (La India en llamas, 1959. John Lee Thompson), y también otros más formularios. Lo cierto es que Cukor logra con BHOWANI JUNCTION (Cruce de destinos, 1956), una de sus propuestas más atractivas e insólitas dentro de este periodo, ratificando de alguna manera esa etiqueta que le siguió durante tantos años, de ser un gran director de personajes femeninos. En esta ocasión, el epicentro dramático de la propuesta de Sonya Levine e Ivan Moffat, tomado a partir de la novela de John Masters, consigue plantear diversos elementos de interés, que trascienden con mucho su condición de apuesta de la Metro Goldwyn Mayer dentro de la materia, sublimando la misma y planteando a través de sus costuras dramáticas un alegato a favor de la diferencia, e incluso la inclusión de aspectos que apelan a esa ya señalada apuesta por un moderno melodrama, como pueden ofrecer sus imágenes iniciales –que permiten emocionar al espectador sin siquiera trabar conocimiento de los personajes que muy pronto vamos a descubrir en su trazado personal-, o apostar por la inclusión de una voz en off –la del coronel Rodney Savage (Stewart Granger)-, quien en esa mencionada secuencia de apertura recibe el homenaje del ejército hindú cuando se dispone a abandonar la India y regresar a Inglaterra. Aún sin conocerlo, la disposición y la emotividad de la secuencia permiten introducirnos en el contexto de un ser del que adivinamos su carisma y la intuición de alguna gesta, que en definitiva, no será el motivo principal del discurrir dramático del film. Cuando este se dirige en tren, un superior que se encuentra deliberadamente en el mismo, será el que inquirirá a Savage para que relate las motivaciones que han forjado su pasado en la India.

Nos encontramos a finales de la década de los cuarenta, insertándonos en las revueltas que están configurando la culminación del colonialismo británico en territorio hindú, en donde se plantea la asunción del poder por parte del denominado Partido del Congreso, que concibe la causa reivindicativa sin emplear la violencia, en contraposición a otra fuerza que representa la implantación del comunismo y la práctica de la misma. Más allá del previsible maniqueísmo que podría emanar de dicho punto de partida, la narración en off del coronel –de cuyo relato podría objetarse que narre sucesos que no conoce como tal personaje- nos permite introducirnos con rapidez en el contexto sociopolítico en el que se desarrollará ante todo, el drama de una mujer joven y de gran belleza –Victoria Jones-, hija de padre inglés y madre india y, por tanto, mestiza, que sufre en su interior la sensación de no pertenecer a ninguno de los dos mundos que se encuentran en liza. Cukor sabe expresar a la perfección el tormento interior de una mujer bella y próxima a la madurez, encontrando en la actriz Ava Gardner una aliada de excepción. Sirviéndose de su rostro, de la apuesta por unos primeros planos que muestran las modificaciones de sus estado de ánimo, los elementos de vestuario, e incluso la intensidad en esa planificación que llega a abrasar por momentos, el realizador encontró el sendero más adecuado para plasmar a la pantalla una historia que, como era bastante habitual en el melodrama de aquellos tiempos, experimentaba con éxito con la pantalla ancha.

Uno tiene la sensación de que importa más en BHOEWANI JUNCTION el pequeño detalle que el marco genérico. Que Cukor de alguna manera lucha contra las convenciones del estudio –como también lo harían los cineastas antes citados-, en la búsqueda de un intimismo en el que se transmite con intensidad esa sensación de desamparo, de no encontrar un lugar en el mundo, y que permitirá a Victoria internarse por peligrosos terrenos, merced a su acercamiento con el bondadoso Ranjit Kasel (Francis Matthews), sin embargo es hijo de la rencorosa Sandani (Frieda Jackson, recordada por THE BRIDES OF DRACULA (Las novias de Drácula, 1960. Terence Fisher), quien alberga al líder rebelde dispuesto a convertir la India en un auténtico polvorín de enfrentamientos, permitiéndole con ello lograr el ejercicio de un poder revolucionario. Victoria se verá enfrentada en estas complejas circunstancias a partir del acoso que vivirá por parte del teniente McDaniel (Lionel Jeffries) –es revelador ese plano previo en el que este contempla a través de la ventana la mitad inferior de la mujer a la que desea, y a la que en un momento dado intentará violar en la oscuridad de un puente, siendo matado por esta en defensa propia.

La densidad que desprende BHOWANI JUNCTION, no impide que su discurrir aparezca ligero, e incluso en su trazado no se aprecie esa cierta pesadez propia de las producciones Metro, sin que por ello nos insertemos en la estilización que nombres como el ya citado Minnelli lograron aplicar en sus propuestas de aquellos años. Por su parte, Cukor no descuida el marco genérico en el que se desarrolla la acción –de la que el espectador adquiere una claridad expositiva que se conjuga con presteza con el aspecto de gran producción impreso al relato, mientras que su esencia se inclina de manera abierta en ese espacio de indefinición de un ser humano que no encuentra su lugar en un mundo al que no sabe donde asirse. Con la delicadeza con la que Cukor trata al personaje de la Gardner –que en otro registro lo podríamos comparar con la Deborah Kerr de AN AFFAIR TO REMEMBER (Tu y yo, 1957. Leo McCarey) o, quizá de manera más pertinente, el Powell & Presburger de BLACK NARCISSUS (Narciso negro, 1947)-, logra contraponer el retrato más o menos preciso, con la intensidad de un drama en el que la búsqueda de un amor que solo hasta el último instante puede tener visos de futuro, solo aparece hasta concluir la catarsis que ha motivado la reacción de los oficiales al principio del film; impedir que el líder rebelde bombardeara un tren en un túnel en el que viajaba como pasajero Majatma Ghandi –un episodio de acción rodado con una precisión admirable, en el que fallecerá un personaje en principio molesto para Victoria, como es Patrick Taylor (encarnado por el antipático Bill Travers), quien sin embargo tendrá un papel decisivo en la escaramuza, aunque en ella le cueste una vida; la grandeza de culminar una existencia gris con una acción heroica. En definitiva, aunque sin lograr superar la frontera de un resultado atractivo y por momentos revestido de considerable inspiración –las secuencias desarrolladas en el intento de conversión de religión, en las que en el rostro de Victoria se interiorizan las contradicciones que alberga su personalidad-, no cabe duda que encontramos en esta una de las propuestas más arriesgadas de un George Cukor que, justo es reconocerlo, se insertaba en un estadio de notable inspiración; su siguiente producción sería la no menos atractiva, aunque totalmente opuesta, LES GIRLS (1957)

Calificación: 3

0 comentarios