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CINEMA DE PERRA GORDA

THE CAT’S MEOW (2001, Peter Bogdanovich) [El maullido del gato]

THE CAT’S MEOW (2001, Peter Bogdanovich) [El maullido del gato]

Pocas trayectorias han sido más decepcionantes en el cine norteamericano de las últimas cuatro décadas, que la propiciada por Peter Bogdanovich. Referente ineludible al hablar de una crítica y un valioso revisionismo del clasicismo en el cine norteamericano –me parece, con mucho, la aportación más valiosa brindada en su suelo en defensa y valoración de un cine que esta entonces se encontraba en us mayor parte olvidado-, pronto demostró una valía incuestionable al debutar oficialmente con la excelente TARGETS (El héroe anda suelto, 1967). Aquel punto de partida le acercó a su obra maestra, la conmovedora THE LAST PICTURE SHOW (La última película, 1969), punto máximo de su obra y, bajo mi punto de vista, una de las visiones más duras de un modo de vida tan ligado a la pantalla de su país. Era el periodo en el que Bogdanovich vivió sus años de gloria, con títulos atractivos como WHAT’S UP. DOC? (¿Qué me pasa, doctor?, 1972) o PAPER MOON (Luna de papel, 1973). Sin embargo, pronto aquella aura positiva se fue desvaneciendo con la misma rapidez que llegó, quizá debido a la tendencia una cinefilia enfermiza por parte del cineasta, quizá también a los problemas personales que vivió o, en definitiva, una poco analizada inadaptación del lenguaje empleado, en medio de un periodo de transformación que asumieron de manera más astuta –o valiosa, táchese lo que no proceda-, cineastas como Martin Scorsese, Paul Schrader o un Francis Ford Coppola, quien pocos años después sucumbiría por otras razones del pedestal de la fama. En todo caso, con los altibajos que se le puedan oponer, justo sería realizar una mirada revestida de atención hacia un cineasta todo lo irregular que se quiera, pero en cuya obra se encuentran algunos títulos inolvidables, otros atractivos y, en fin, algunos más discretos, conformando una filmografía cuanto menos, merecedora de un cierto reconocimiento –ya quisieran nombres tan mitificados y dispares como Tarantino, Nolan y otros, llegar en su filmografía a la altura de lo conseguido por el autor de SAINT JACK (Saint Jack, el rey de Singapur, 1979)-.

Dicho esto, un título como THE CAT’S MEOW (2001) –jamás estrenada comercialmente en España, y editada no hace mucho en formato digital con bastantes años de retraso con el título EL MAULLIDO DEL GATO-, podría servir como ejemplo pertinente a la hora de contemplar el grado de convencionalismo mantenido por Bogdanovich en los últimos años de su errática trayectoria, detectar sus obsesiones temáticas –ese eterno apego por la cinefilia- y al mismo tiempo percibir cierto grado de eficacia narrativa que, si más no, contribuye a concluir en un resultado discreto, complaciente, e incluso imbuido de un trasnochado aire retro, pero del que en su tercio final emerge una cierta fuerza narrativa que, a mi modo de ver, contribuye a que su conjunto adquiera un cierto sentido de la lógica. Basado en una obra teatral de Steven Peros –aspecto este que tiene más incidencia de la que sería deseable-, la película se describe a partir de la narración de las trágicas circunstancias que permitieron la muerte por causas violentas del director de cine Thomas A. Ince (encarnado con sorprendente convicción por Cary Elwes), en el transcurso de una fiesta desarrollada en el yate del magnate de la prensa William Randolph Hearst (Edward Herrmann). La base argumental nos permitirá asistir a un cuadro coral dominado por la hipocresía, entre una serie de invitados en los que se encuentran desde la especialista en cotilleos Louella Parsons (Jennifer Tilly), hasta el gran Charles Chaplin (encarnado por un chirriante Eddie Izzard) pasando, como es lógico, por la joven actriz Marion Davis (estupenda Kristen Dunst), amante de Hearts, y al mismo tiempo en aquel momento protagonizando un ligero devaneo amoroso con Chaplin, que se encontraba entonces preparando el rodaje de THE GOLD RUSH (La quimera del oro, 1925) –la acción se centra en 1924-. Los reunidos se disponen a celebrar en la lujosa nave del magnate el cumpleaños de Ince, quien se encuentra en la decadencia de su andadura como cineasta, buscando de manera desesperada la alianza con este para salvaguardar su futuro en la profesión. En torno a ellos se describirá una fauna humana dominada por la doble moral, sabedora de todos los devaneos e infidelidades de Hearst, viviendo un juego donde la ausencia de lealtad y, en su defecto, la mezquindad, será el denominador común de unos seres diletantes, representativos de ese modo de vida, decadente y frívolo, de los llamados “felices años veinte”. Dentro de dicho contexto, justo es reseñar que lo mostrado por la cámara de Bogdanovich no adquiere en buena parte de su metraje una personalidad definida. Más allá de ese comienzo en blanco y negro, que permite adentrarnos en la crónica de manos de la escritora Elinor Glyn (una estupenda Joanne Lumley), introduciéndonos en un marco sobre el que se desarrollará una recreación con una base real, dramatizada tomando no pocos elementos de ficción –para lo cual las palabras en off iniciales de la escritora, contribuirán a crear esa misteriosa frontera que separa lo real de lo ficticio-, lo cierto es que buena parte del metraje se ahoga en su propia complacencia. Todos los rasgos cuestionables expresados por sus personajes, creo que solo alcanzan una cierta efectividad en los encuentros mantenidos entre Ince y el propio Hearts. Bien sea por la brillante recreación que Elwes proporciona a su personaje, o quizá por que en esos momentos el metraje abandona su tendencia decorativista y descriptiva, introduciendo un elemento de conflicto, lo cierto es que es en esas secuencias concretas donde la película levanta el vuelo, elevándose del aire complaciente que brindan la mayor parte de sus personajes, o incluso de lo chirriante que resulta en pantalla ese supuesto atractivo ejercido por la Davies por parte de Charlie Chaplin.

Así pues, entre alusiones concretas a elementos de la actualidad cinematográfica de aquel momento –que podrán impresionar a aquellos espectadores poco conocedores de dicho periodo-, un diseño de producción tan efectivo como poco creíble –esa herencia retro que obliga a presentar todos los elementos de producción impolutos y sin atisbo alguno de decadencia- y una cierta atonía y morosidad narrativa, lo cierto es que THE CAT’S MEOW logra adquirir consistencia de manera definitiva, a partir de la puesta en escena del atentado contra Ince –que la ficción fija como fruto de un error, ya que Hearts quería atentar contra Chaplin, preso de un injustificado ataque de celos-. Es en esos momentos cuando el film de Bogdanovich se deja llevar por su simple desarrollo narrativo, abandona esa reiterativa sucesión de comadreos y presunciones colectivas, y se adentra en la puesta en marcha de la puesta en escena y los esfuerzos de Hearts por modificar las causas de un atentado, que poco después se revelará mortal. No puede decirse que con ello la película alcance unas cuotas de nivel especialmente estimulantes, pero sí que es cierto que el tercio final de la misma muestra un atractivo que hasta entonces solo se había formulado de manera intermitente. Y será en los instantes finales, donde de nuevo la presencia de la voz en off de Elinor Glyn, nos llevará al punto de partida del relato, retornando las imágenes en blanco y negro del funeral de Ince y, sobre todo, pronunciando unas bellísimas frases en la que esta, aguda observadora de su entorno, asumirá la banalidad y fragilidad del entorno humano en donde esta se ha desarrollado, por medio de unas frases sencillas de ascendencia cercana al universo de Scott Fitzgerald, reveladoras de la insustancialidad de una alta sociedad imbuida de una rápida riqueza, asomándose a la sima de un mundo decadente y dispuesta a su auto inmolación. Magnífica conclusión para una propuesta discreta e insuficiente en su conjunto, y que por desgracia no sirvió para que un cineasta que durante algún tiempo fue grande, levantara el vuelo.

Calificación: 2

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