Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

THE INFORMANT! (2009, Steven Soderbergh) ¡El soplón!

THE INFORMANT! (2009, Steven Soderbergh) ¡El soplón!

No voy a dejar de reconocer que desde hace bastante tiempo considero a Steven Soderbergh uno de los mayores vendedores de humor del cine norteamericano. Poco a poco, asumiendo en sus películas temáticas y estilos divergentes, en casi todos ellos ha demostrado dos cosas. La primera, saber engatusar al mundillo cinematográfico USA, atrayendo no solo la atención de la crítica, sino también la de numerosos profesionales, en especial los más famosos intérpretes –Matt Damon, George Clooney…-, que siempre se han erigido como un poderoso aliado para que sus obras obtuvieran viabilidad comercial. La segunda, el superficial artefacto visual de su cine, en las que su condición de director de fotografía –escondido tras el pseudónimo de Peter Andrews-, ha encubierto unas propuestas dramáticas que, bajo un pretendido marchamo de originalidad y transgresión, en realidad tienen muy poco que ofrecer en sus imágenes. El cine de Soderbergh deviene tan insustancial cuanto más atrevidas suelen plantearse sus formas y, es por ello, por lo que su alcance liviano e incluso el tono de comedia que planteaba THE INFORMANT! (¡El soplón!, 2009), podría hacernos entender un estimulante giro en su producción. No es así, el encanto que emerge de los títulos de crédito, acompañados por el bellísimo tema musical de Marvin Hamlisch, parece predisponernos a una extraña comedia, en la que retrocedemos a un tipo de cine superficial y amable, propio de finales de los sesenta e inicios de los setenta, combinando junto a ello una reactualización del thriller que en la segunda de dichas décadas pusieron en práctica cineastas como Alan J. Pakula. Sin embargo, no tendrá que pasar mucho tiempo para entender que, sea por casualidad o de manera consciente, en realidad THE INFORMANT! se ofrece como una mixtura entre el tono festivo presente en cualquiera de sus poco distinguidas OCEAN’S…, y ecos del olvidado KAFKA (1991), que fuera uno de los títulos menos apreciados de su irregular filmografía.

La película –basada parcialmente en hechos reales- se centra en la figura del amable y siempre educado Mark Withacre (un Matt Damon entonado en ocasiones, y desprovisto de todo glamour en una caracterización para la que tuvo que engordar numerosos kilos), ejecutivo en una mutinacional. Se trata de un hombre emprendedor, caracterizado por su formación científica, casado y con dos hijos, acariciado por un fulgurante porvenir, que de la noche a la mañana planteará a sus superiores la existencia de un chantaje por medio de un ejecutivo japonés, que permitiría revelar los turbios manejos existentes a la hora de establecer una fijación de precios entre diversas multinacionales. La revelación supondrá la punta del iceberg para que nuestro protagonista se decida a colaborar con el FBI, ejerciendo como enlace para efectuar grabaciones de los ejecutivos superiores, al tiempo que su propia carrera como tal vaya ascendiendo. Todo ello transcurrirá durante el inicio de la década de los noventa y en diversos países, dentro de una historia que irá adquiriendo poco a poco vertientes más sombrías, aunque en ningún momento  abandone el carácter festivo de la misma. Su discurrir irá convirtiendo a su propio protagonista de verdugo a víctima, ya que su denuncia inicial dejará en un momento determinado al descubierto sus constantes fraudes monetarios, lo que le implicará en una investigación por parte de la justicia norteamericana, dejando de lado aquellos elementos de denuncia que Withacre había facilitado a la misma. Será un cariz peligroso, en el que el espectador asistirá sorprendido a la espiral de mentiras y engaños que Mark acumulará a lo largo del tiempo, escondiendo una personalidad quizá imbricada de un trastorno bipolar acusado, o quizá en la necesidad por su parte de imbuirse de un protagonismo basado en la insatisfacción que muestran sus constantes comentarios irónicos, en los que es probable se exteriorice ese desencanto interior de un hombre dotado de una considerable inteligencia y capacidad de observación, pero que quizá su introvertida personalidad es incapaz de articular con equilibrio.

En realidad, ahí está la extrañeza que produce la contemplación de THE INFORMANT!, en la que el espectador no sabe si se encuentra con una comedia o un drama y, sobre todo, se desentiende de una sucesión por momentos casi absurda de acontecimientos que superan con mucho su capacidad de retentiva. Es en dicho contraste, donde en más momentos de los deseables se tiene la sensación –por otra parte habitual en la obra de Soderbergh-, de que este nos quiere dar “gato por liebre”. El magnífico tono fotográfico –en el que destacan esas casi siempre presentes fugas de luz-, una planificación que deliberadamente queda libre de lógica, la inserción de rótulos localizadores de lugares y fechas, confeccionados con una plena concepción seventies, el alcance festivo que proporciona la sintonía de Hamlish, o la ausencia de secuencias en las que la tensión pueda resultar irrespirable –pese a que su tramo final asuma varias que podrían adscribirse a una mayor textura dramática-, contribuyen a la expresión final de un título en ocasiones tedioso, en otras incluso chirriante, en algún momento placentero, y solo en su fragmento final dando algunas pistas relativas hacia donde podría registrarse el verdadero eje motriz del relato. Pero sucede que ha sido tanto el tiempo transcurrido para que esto suceda, que se tiene esa sensación de asistir a una simpática y venial tomadura de pelo, que tiene en su propia insustancialidad el elemento que, dentro de su discreción, la hace más asumible, que títulos más prestigiados –y a mi juicio más olvidables- de su director, como podía suponer aquel mediocre TRAFFIC (2000) –uno de los mayores falsos prestigios de su tiempo-. No cabe duda que nos encontramos con un realizador caracterizado por lo epidérmico de sus manifestaciones y, dentro de dicha línea, el referente que comentamos supone una nueva vuelta de tuerca en este sentido ¿Podríamos señalar que el mundo expresivo de Soderbergh se encuentra en un extremo con pocas salidas? Quien sabe. Yo me atrevería a señalar que para un prestidigitador visual tan mimado por la industria como manifiesta su personalidad fílmica, siempre encontrará hueco para nuevos aparentes desafíos visuales como el que define THE INFORMANT!, tan vistoso en sus formas como inane en su esencia última.

Calificación: 2

0 comentarios