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CINEMA DE PERRA GORDA

AN INSPECTOR CALLS (1954, Guy Hamilton)

AN INSPECTOR CALLS (1954, Guy Hamilton)

AN INSPECTOR CALLS (1954) –como tantos títulos de la cinematografía inglesa de su tiempo, ausente de estreno comercial en nuestro país-, supone el tercero de los poco más de veinte títulos que componen la filmografía de Guy Hamilton. Y al margen de sus cualidades y deficiencias, supone de entrada un exponente, en la medida que plantea un tipo de cine –una adaptación de una obra teatral del popular J. B. Priestley –THE OLD DARK HOUSE (El caserón de las sombras, 1932. James Whale)-, ubicado en 1912. Es decir, una adaptación de época, muy alejada del común denominador de la filmografía posterior de un realizador –salvo excepciones- caracterizado por su adscripción a temáticas y ámbitos contemporáneos, el cine de acción –su aportación al ciclo James Bond, la estupenda FUNERAL IN BERLÍN (Funeral en Berlín, 1966)-. En su oposición, la película se inserta plenamente en un modelo cinematográfico caracterizado por la reconstrucción de época y un origen escénico, tan habitual en la producción de su tiempo, y que con tanta furia fue denostada tanto por las nuevas generaciones de críticos franceses, como la de sus propios correligionarios. No es la primera vez que cuestionamos esta perniciosa circunstancia, que impidió que títulos de gran nivel recibieran su reconocimiento merecido. Lo que importa a estas alturas es ir recuperando estos exponentes, y extraer de los mismos aquellos que realmente debieron recibir desde el momento de su estreno la atención merecida –créanme, muchos más de los que se suele reconocer- y en el resto al menos consignar la profesionalidad y ocasional dosis de talento expresado en las mismas. Este es, en mi opinión, el ejemplo que brinda esta curiosa, irregular, apreciable y en última instancia inquietante AN INSPECTOR CALLS, de la que cabría destacar en primer lugar –como sucede con tantos films ingleses-, la brillantez de su equipo técnico. Unos créditos en los que sorprende la presencia del posterior montador y director cinematográfico Desmond Davis en calidad de guionista, la magnífica prestación como operador de fotografía de Ted Scaife, la singularidad de contemplar al posterior director Bryan Forbes como joven hijo de la familia protagonista –Eric Birling-, o incluso descubrir –encarnando con brillantez al personaje femenino causante del drama que centra la función-, a Jane Wenham, la que fuera primera esposa del gran Albert Finney.

Pero al margen de estos elementos más o menos anecdóticos o funcionales, lo cierto es que la película de Hamilton se erige, en primer lugar, como una adaptación de la obra de Priestley, que plantea en su argumento el clasismo consustancial de la sociedad inglesa de principios del siglo XX, en un argumento puesto al servicio del veterano actor Alastair Sim –quien llega a resultar molesto con sus expresiones de condescendencia-. Este encarna al inspector Poole, que interrumpirá de forma pacífica la frugal cena que se ha celebrado en la lujosa vivienda de la familia Birling, y donde Sybil (Olga Lindo), la hija del matrimonio, se ha prometido con Gerald Craft (Brian Worth). La ficción –que apenas sobrepasa los setenta y cinco minutos de duración-, se inicia con un plano de la propia cena mientras se proyectan los títulos de crédito, describiendo sus minutos iniciales el modo de pensar de una familia burguesa, en donde plantearán –con escaso tino-, la imposibilidad de que lo que poco después sería la I Guerra Mundial llegue a producirse. Ya en este preámbulo se puede percibir ese clasismo procedente de un colectivo acaudalado, incapaz de conectar con el conjunto de la sociedad en la que viven. Y para que quede clara esta circunstancia, la llegada de Poole les anunciará la muerte por suicidio de la joven Eva Smith (Wenham). Una joven con la que en principio ninguno de los presentes tenía relación, pero que poco a poco se verá como todos los componentes de los Birling han sido los que, a partir de la aplicación de sus supuestos privilegios de clase, han provocado la muerte de ese ser corriente y que ninguno de ellos pretendía conocer. La persistente y al mismo tiempo amable capacidad de Poole para lograr indagar tras la fachada que propone la familia, nos permitirá descubrir –mediante oportunos flash-backs-, que la totalidad de los presentes tuvieron contacto con esa mujer anónima y bondadosa a la que, de una u otra manera, contribuyeron a humillar y forzar su deseo de eliminar su existencia. Será un ciclo que iniciará el patriarca, quien despedirá a Eva cuando esta era empleada, al ver en ella una supuesta contestataria –en realidad solo pretendía reclamar con sensatez un aumento de sueldo-, que prolongará Craft, quien la mantendrá como amante, dejando que resida en su apartamento, hasta que ella descubra que se encuentra con otra mujer –Sybil-, la madre de esta, presidenta de un comité de caridad, quien junto a su corífeo de acaudaladas damas, negará la ayuda solicitada por la protagonista –ya embarazada-, argumentando razones de índole reaccionario y centradas en una falsa moral. Será por último el joven Eric, el que confiese el drama interior vivido, al reconocer que mantuvo una relación con la muchacha, a la que dejó embarazada, sin tener el valor que asumir dicha responsabilidad, más que el hecho de entregarle cincuenta libras recogidas de manera ilegal de los cobros de la empresa de su padre.

AN INSPECTOR CALLS obedece, en función de esa ya señalada estructura de flash-backs, a una determinada fórmula más o menos recurrente en el cine inglés, en la que la aportación de diferentes personajes, permitían una visión de grupo de una situación que se presenta inicialmente sin resolución. Es lo que ejemplificaría un título previo aunque no muy lejano como THE WOMAN IN QUESTION (1950, Anthony Asquith), y que en buena medida no supondrían más que una variación de planteamientos de la novela o la literatura policiaca, aunque implicando en ellas un mayor componente de reflexión de índole social, e integrando en ellos una mirada que marcara los injustos contrastes de una sociedad eternamente marcada por ese sentimiento de clase tan propio de épocas pretéritas y, mucho me temo, permanente pese al paso del tiempo. Es en la manera de resultar revulsivo para una familia que aparente tenerlo todo, donde se encuentra lo más valioso de una película rodada con precisión, atendiendo a su condición de adaptación teatral sin ningún tipo de complejo, pero al mismo tiempo ofreciendo una puerta abierta a la erradicación de esos comportamientos de manos de la pareja de hijos de la familia Birling –Sybil y Eric-, para quienes el descubrimiento y la exorcización del drama que indirectamente han provocado, supondrá un nuevo punto de partida para su futuro. Sin embargo, la película aún propondrá un ingenioso giro, en el que se pondrá en tela de juicio la autenticidad de la figura de Poole como tal inspector. Ello volverá al matrimonio Birling a actuar con su despótico comportamiento inicial, del que se despegarán sus hijos. Yendo aún más lejos, el film de Guy Hamilton –en esta ocasión discurriendo por un terreno ideal para un Anthony Asquith-, culminará de una manera que nos podría hacer recordar la posterior serie televisiva estadounidense The Twlight Zone, y que prefiero no relatar por respeto al posible espectador interesado. Una conclusión extraña y en cierto modo inane, que sin levantar el nivel medio de su metraje previo, sí al menos brinda un cierto carácter misterioso, a una película tan estimable en su desarrollo como quizá un tanto esquemática en su alegato crítico, pero que bien merece al menos un pequeño acercamiento.

Calificación: 2’5

2 comentarios

Juan Carlos Vizcaíno -

Querido tocayo, me alegran tus palabras, aunque mi comentario sobre la película no la tilde de obra maestra, más si de un título apreciable ¡Son tantos los exponentes valiosos en el cine británico que apenas han sido reseñados con el paso del tiempo, que me place de manera muy especial ir descubriéndolos y desempolvandolos!

Quisiera poner mi granito de arena, para demostrar de una vez por todas que el cine de las islas fue uno de los mejores de Europa, contra lo que afirmaron con insolente temeridad los críticos de Cahiers de finales de los cincuenta, e incluso los propios críticos ingleses de su tiempo.

Juan Carlos Alonso -

JC, querido tocayo. Tienes el don de poner la guinda a películas estratosféricamente hermosas, ejemplares y cautivadoras. Otra alegría que me acabas de dar. Cuánto tiempo hace que vi este drama tirando a hibrido con el Noir del ínclito, Guy Hamilton. Magnífica adaptación de J.B. Priestley, una joya de la literatura anglosajona Director británico todoterreno, buen gusto y oficio. El mejor 007 Vs Goldfinger, gracias y un abrazo