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CINEMA DE PERRA GORDA

THE RINGER (1952, Guy Hamilton)

THE RINGER (1952, Guy Hamilton)

Sin ser un producto significativamente remarcable, no se puede poner en duda el cierto grado de interés que alberga la totalmente ignorada THE RINGER (1952). Lo es, en primer lugar, por suponer el debut de un realizador de cierta relevancia en el cine inglés, sobre todo dentro del ámbito de la producción escapista del mismo, como fue Guy Hamilton. La película está basada en la obra de Edgar Wallace titulada The Gaunt Stranger, y fue llevada a la pantalla en reiteradas ocasiones -la primera de ellas en las postrimerías del periodo silente-. Lo valioso de esta primera película de Hamilton, reside en su clara voluntad de evadirse del who is who que plantea en primer término la base argumental emanada en la novela de Wallace. Por el contrario, lo que le permite su relativa perdurabilidad, lo supone la clara incardinación de su propia existencia como una comedia de suspense provista de una inusual agilidad, superando con mucho su condición de serie B de ajustada duración -apenas unos 75 minutos-.

THE RINGER se inicia con el relato en off de la sofisticada Cora Ann Milton (Greta Gynt), al revelar el contexto con el que se casó con Arthur Milton -apodado ‘The Ringer’, en español ‘El campanero’-. Se trata de un conocido y codiciado delincuente, con quien vivió durante sus primeros días de matrimonio un largo viaje a diversos rincones del mundo, en medio del cual se produjo la muerte de este. Sin embargo, la realidad es que las autoridades inglesas han descubierto que ‘The Ringer’ se encuentra con vida, por lo que intentarán darle captura, con la enorme dificultad existente ya que no se encuentra imagen alguna que pueda identificarle. Lo que si hará el departamento policial encabezado por el veterano inspector Wembury (Charles Victor), es trasladarse a la lujosa vivienda propiedad del poco recomendable abogado criminalista Maurice Meister (Herbert Lom), contra el que apuntan todas las miradas del temido delincuente, ya que este actuó en contra de la hermana del mismo provocando su suicidio. Para proteger a Meister de un posible atentado al tiempo que estar pendiente de la posible llegada del buscado delincuente, se desplazarán agentes que protegerán su entorno. El propio Meister contratará como sirviente al divertido ladrón Sam Hackett (William Hartnell), y junto a Wembury se encontrarán el extraño inspector Bliss (Norman Wooland), y un viejo investigador que toma datos para la elaboración de un nuevo libro -el dr. Lomond (Donald Wolfit)-.

Lo más valioso del film de Hamilton reside de entrada en ese preámbulo irónico descrito por la esposa de Milton, en medio de un dinámico montaje que nos introduce en una curiosa charada donde se alternarán instantes dominados por la intriga, con otros en los que la ironía y una clara inclinación con la comedia se sucederán con una inusual frescura, emergiendo con facilidad de la levedad sobre una base argumental poco distinguida. Y si bien es cierto que se incorporarán pasajes descritos en la comisaría -algunos especialmente relevantes, como aquel en el que el gesto de sorpresa de Cora parece alentar cierta sospecha al espectador, o el divertido instante en el que se descubre el robo que Hackett efectúa en el interior de la vivienda de Meister-, junto a otros en exteriores, lo cierto es que el nudo de  THE RINGER se encierra en las dependencias de la acomodada mansión del poco escrupuloso abogado, al que Herbert Lom proporciona una brillante performance revestida de arrogancia, que acierta a contemplar como casi de un día a otro la amenaza se cierne sobre él, teniendo que asumir hechos como la vigilancia policial en el exterior de la misma, o la instalación de rejas de protección, e incluso la incorporación de una alarma. A partir de esa incardinación, Hamilton acertará al utilizar con acierto un juego de cámara que buscará la interrelación de su reducida galería de personajes, llegando a transmitir al espectador ese jugueteo, e intentando plantear pistas falsas, al objeto de dotar de interés un argumento bastante simple. Junto a ello, destacará la presencia de pequeñas subtramas destinadas a conferir cierta hondura dramática a una propuesta que, en la frescura con la que esgrime lo liviano de su planteamiento encuentra de manera paradójica lo más valioso de su enunciado. Así, aparecerá la relación de domino que el abogado amenazado estrechará hacia su joven secretaria -Lisa (Mai Zetterling)- que se exteriorizará con la inesperada llegada de su novio, el joven John Lemley (Denholm Elliott), surgido en escena de manera inesperada al haber sido liberado de prisión, y a quien Meister le hará caer en una trampa que le llevará de nuevo a presidio -del cual, incomprensiblemente, logrará escaparse-. Así pues, entre instantes dominados por la ironía -centrados fundamentalmente en las inesperadas -e incluso molestas- presencias del veterano Lomond, del que nunca acertaremos a comprender que hace por la película. O entre las divertidas situaciones provocadas por el ese ladrón metido a sirviente -incluida la presencia en un par de ocasiones de su amante-. O el intento de sensatez proporcionado por el inspector Wembury y los modos amenazantes de su subordinado Bliss. Las tensiones que van atenazando a Meister y que harán aflorar su intento de huida hasta América, irán configurando una película todo lo insustancial que se quiera, pero que destaca por un inusual dinamismo, en el que tendrá no poca efectividad lo transgresor de su inesperada conclusión.

Calificación: 2’5

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