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CINEMA DE PERRA GORDA

PRESTIGE (1931, Tay Garnett) Prestigio

PRESTIGE (1931, Tay Garnett) Prestigio

Dentro del brillante corpus que evidencia el melodrama precode, no cabe duda que PRESTIGE (Prestigio, 1931) alberga personalidad propia. Lo hace por la propia mixtura de géneros que alberga su propuesta, al tiempo que brindarnos una nueva mirada en torno a la filmografía de Tay Garnett, un reralizador intuyo que irregular, del que apenas se conocen escasos títulos, y que probablemente si se acometiera una mirada más profunda en su dilatada filmografía -algo más de 40 largometrajes- en una andadura que se inicia en las postrimerías del periodo silente y prolongada hasta mediada la década de los 60. Lo cierto es que son 10 los títulos suyos que he podido contemplar hasta el momento, y he de reconocer que PRESTIGE supone para mí una de sus propuestas más sorprendentes, en la medida que nos encontramos ante un relato en el que destacará de manera poderosa la fuerza de su impronta visual.

La película se iniciará en París, donde se nos presentará el entorno de sus principales personajes. De un lado el joven capitán del ejército francés André Verlaine (Melvyn Douglas), quien se encuentra a punto de contraer matrimonio con Therese Du Flos (Anne Harding), hija de un veterano militar, que al mismo tiempo no deja de ser cortejada por el sibilino capitán Remy Bandoin (Adolphe Menjou). De manera inesperada, aunque hasta cierto punto lógica en un ámbito tan cerrado y castrante como el militar, Verlaine será destinado para dirigir un campo de prisioneros ubicado en la oscura isla de Lao Bao, en Indochina. Lo que inicialmente aparece como un encargo para un breve contexto temporal, el discurrir del calendario convertirá en una auténtica losa para alguien que tenía su vida establecida, y que se verá obligado a un entorno por completo hostil sufriendo además la consecuencia de la separación con su prometida. Por ello André se convertirá en alguien superado por su entorno y dominado por su recurrencia al alcoholismo y el sufrimiento de fiebres. Therese finalmente se trasladará hasta el, contemplando el entorno sórdido en que este se ha visto obligado a ejercer su tarea profesional. La joven intentará devolverle su autoestima, por lo que de inmediato se casarán en una ceremonia nativa. Sin embargo, el empeño de la nueva esposa muy pronto se verá frenado por la recurrencia de su marido al sendero autodestructivo que sobrellavaba antes de la llegada de Therese, mientras intenta solicitar a su padre que ponga a prueba todas sus influencias para que André pueda ser retornado a Francia. En medio de una situación casi irrespirable para la joven pareja aparecerá de manera inesperada Remy, quien no cejará en su intención de galantear a Therese, lo que provocará un aumento en la irritación de su superado esposo, de manera especial al anunciar a su amigo y compañero que se le ha confirmado de manera permanente en dicho destino. La tensión que se establecerá entre los tres personajes discurrirá de manera paralela a la producida entre el personal del fortín y, del mismo modo, entre los propios presos. Una olla a presión que se encontrará a punto de estallar, y en la que de manera inesperada ejercerá como detonante Nham (Clarence Muse), el fiel servidor de André.

En realidad, poco sucede en PRESTIGE. Nos encontramos ante un relato en buena medida predecible, casi minimalista, en el que importa mucho más lo que se siente que lo que acontece. Y que resalta de manera casi inmediata por la vigorosa impronta visual de sus imágenes. Es algo que percibiremos en su deslumbrante episodio inicial, donde la utilización de decorados y un impactante uso de la grúa servirá para definir de manera certera el contexto que rodea la joven pareja protagonista, en medio del asfixiante entorno militar en el que se encuentran inmersos. Serán unos minutos iniciales admirables, coronados por ese complejo plano-secuencia descrito en el interior de la residencia militar, que aún hoy resulta sorprendente por su complejidad. Máxime al estar rodada la película en el contexto de los primeros años del sonoro, donde tantos títulos destacaron por el estatismo de una cámara solo pendiente del desarrollo de sus diálogos.

Es por ello que otro de los rasgos destacables del film de Garnett resida asimismo en esa escasa dependencia por un elemento sonoro que tanto lastró buena parte de la producción de aquellos años. Por el contrario, la película recurre a la elipsis para limitar la cronología desde la separación de André y su nuevo destino, que es mostrado con gran economía de medios. Lo cierto es que la entraña de PRESTIGE se centra su el personaje de Therese, ayudado por la mesurada entrega interpretativa brindada de parte de la injustamente olvidada Ann Hardig, quien es presentaba como cabeza del reparto -para Melvyn Douglas esta supuso su segunda encarnación cinematográfica-. Por ello, la descripción del trayecto de esta al entorno de su prometido adquirirá una extraña personalidad, de manera muy especial cuando se introduzca en una barcaza a las peligrosas zonas que rodean su destino. Serán momentos estos revestidos de una extraña mezcla de aspectos inquietantes y telúricos que, por momentos, parecen preludiar aquel recorrido de Martin Sheen y sus compañeros en la inolvidable APOCALYPSE NOW (Apocalypse Now, 1979. Francisco Ford Coppola). Una vez en el destino de André, muy pronto se ejemplificará el contraste de mundos y caracteres, no solo en el de la recién llegada hacia el ámbito siniestro y opresivo en el que se integra, sino incluso en el de los dos prometidos, al contemplar ella a un protagonista absolutamente vencido por las circunstancias, y en el que la presencia de ella contribuirá a un intento de redención en una personalidad casi hundida.

A partir de ese momento, y sin renunciar a esa puesta en escena dominada por el uso de la grúa, el film de Garnett destacará en el logro de una atmósfera asfixiante, donde casi podemos palpar ese latente y violento contraste de mundos y la creciente amenaza de una rebelión del personal indígena, unido al conjunto de presos. La película no desaprovechará la ocasión de apostar por el detalle -el sonido recurrente de esa caja de música que simboliza el amor de la pareja- destacando en ese sentido la metáfora sexual que plasma la presencia de hormigas en una tarta cocinada por Therese, que se adelantaría en su virulencia a la estupenda y muy posterior THE NAKED JUNGLE (Cuando ruge la marabunta, 1954. Byron Haskin). Lo cierto es que el film de Garnett irá alcanzando un superior grado de densidad ayudado por esa dinámica, elegante y en ciertos momentos quizá demasiado manierista puesta en escena -esa apuesta por el virtuosismo de la cámara, en ocasiones se volverá en contra suya- y en la que podremos incluso detectar algunos contados pero funcionales -y en aquel momento novedosos- zooms.

En medio de esa dinámica de creciente convulsión interior, la inesperada llegada de Remy a dicho entorno para anunciar la prolongación de André en su indeseada responsabilidad, provocará el estallido de este, celoso al mismo tiempo de su coqueteo con Therese. Será la señal para que Nham, su devoto criado, conocedor de la intención de Remy de marcharse con su mujer, lo mate. Su encarcelamiento será la inflexión necesaria por los lugareños para exteriorizar su rebelión. Y será a partir de la misma, con un André a punto de sucumbir ante sus súbditos, cuando la fuerza que le imprimirá su esposa -en una secuencia que podría caer en el ridículo, pero que funciona por la convicción con la que se encuentra plasmada- supondrá el punto de partida de un hombre redimido en su personalidad, y dispuesto a afrontar el futuro junto a su mujer. En realidad, no sabemos si van a seguir allí o realmente se le ha trasladado, pero una última grúa de retroceso nos alejará de ellos al encuadrarlos en esa prisión – fortín que quizá siga ejerciendo como epicentro de sus vidas.

Calificación: 3

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