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CINEMA DE PERRA GORDA

TALL STORY (1960, Joshua Logan) Me casaré contigo

TALL STORY (1960, Joshua Logan) Me casaré contigo

En la mente de todo amante del cine existen esos cineastas que forman parte de tu pequeño olimpo, aunque por lo general no gocen de una estima generalizada, o incluso su aportación haya sido por lo general poco valorada o incluso denostada. En mis gustos personales, la figura de Joshua Logan es uno de los ejemplos –otro podría ser Richard Quine-, de director cuya no demasiado extensa obra ha sido –con ciertas excepciones- calificada como “pasada de moda”. No puedo por menos que disentir de dichas valoraciones tan negativas, máxime cuando en su cine se encuentra bajo mi punto de vista uno de los grandes románticos del cine norteamericano de las décadas de los cincuenta y sesenta, capaz de ofrecer unas películas caracterizadas por un acusado sentido de la sensualidad, erigiéndose además como uno de los mejores directores de actrices (y también actores, aunque se mencione menos) con que contó el cine norteamericano de su tiempo.

Desde esa admiración poco extendida –lo cual en cierto modo te hace sentirte un poco especial al apreciar algo tan poco compartido-, durante muchos tiempo he venido intentando contemplar los dos únicos títulos de su filmografía que restaban para completar la misma. Se trata de TALL STORY (Me casaré contigo, 1960) y ENSIGN PULVER (¡Valiente marino!, 1964), esta última continuidad de la lejana MISTER ROBERTS (Escala en Hawaii, 1955. Mervyn LeRoy y John Ford) –en la que Logan participó realizando algunas de sus escenas, además de partir de un material dramático teatral suyo-. Han sido muchísimos los años de espera, que siguen estando presentes a la hora del posible visionado del segundo de los citados títulos, sobre el que no existe demasiado buena fama. Pero ese mismo desapego ha acompañado al conjunto del cine de Logan, acaso quizá con la excepción de sus dos primeros títulos en solitario –PIC NIC (1955) y BUS STOP (1956)-. Con el paso de los años, solo el referente de CAMELOT (1967) –tan detestado durante largo tiempo- ha logrado adquirir un estatus de culto… aunque otros de sus títulos sigan condenados al ostracismo. Sin embargo, bajo mi punto de vista, el cine de Logan adquiere no solo una notable homogeneidad en sus cualidades, sino que en su seno se adivinan las constantes  un cineasta que supo asimilar el cine como un contraste a su intensa actividad teatral, faceta esta en la que siempre quedará como una figura legendaria de la escena norteamericana.

Dicho esto, la ansiedad en poder contemplar TALL STORY, me proporcionó cierto desconcierto en sus primeros fotogramas. Tras tres años sin dirigir una película –estuvo un año preparando PARRISH, de la que finalmente se hizo cargo Delmer Daves-, asumió como un proyecto personal esta adaptación de la novela de Howard Nemerow –trasladada en obra teatral por Howrad Lindsay y Russell Crouse, utilizando los servicios del prestigioso guionista Julius J. Epstein para plasmar la base finalmente trasladada a la pantalla. Partiendo de unos títulos de crédito muy atractivos y burbujeantes, lo primero que sorprende en el film de Logan es la elección de un extraño blanco y negro –algo poco habitual en las comedias de la época-, siendo esta la única película de cuantas formaron parte de su filmografía –hagamos excepción de su debut en 1938 junto a Arthur Ripley con I MET MY LOVE AGAIN (Volvió el amor)- en la que este abandonó el cromatismo que fue parte importante de su concepción cinematográfica y, en su lugar, adoptando los modos de una modesta aportación al género, centrada en uno de los temas vectores del cine de logan; el descubrimiento del amor en la adolescencia, transmutado en la belleza física de sus personajes. En buena medida, este enunciado se encuentra presente en la clara intención de la joven June Ryder (Jane Fonda), de acercarse lo antes posible a la figura del estudiante y líder deportivo de la Universidad de Custer Ray Blent (un Anthony Perkins en el título previo al que marcó toda su carrera; el Norman Bates de PSYCHO (Psicosis, 1960. Alfred Hitchcock)). Ray es un joven tan ingenuo en realidad, como avispada resulta June, quien no duda en matricularse en las mismas clases que el joven de sus sueños, informándose previamente de sus intenciones para poder llegar incluso a sentarse junto a él en las mismas.

Cierto es que en su primer tramo, el film de Logan tardar en arrancar y puede incluso a albergar una cierta decepción, al no atisbarse en él ni esa querencia romántica habitual en su cine y, por el contrario, sus toques de comedia no resulten lo suficientemente atractivos. La adopción narrativa de cortinillas o la apuesta por la elipsis a la hora de utilizarlos como elementos cómicos –como aquella en la que describirá sin mostrarse, los resultado de un experimento que finalizará en una explosión-, por momentos pueden retrotraernos a unos modos del género habituales en el cine que protagonizaba Jerry Lewis –que, no lo olvidemos, debutaría ese mismo año en la dirección con una comedia de bajo presupuesto, rodada también en blanco y negro; THE BELLBOY (El botones, 1960)-. Sin embargo, resultan extraños viniendo de las manos de Logan, y es posible que ello fuera la base para el desapego con el que fue recibida en su día, hasta el punto que más de medio siglo después, TALL STORY jamás sea citada, ni de pasada, en la pequeña historia del género en aquellos años. Injusta ignorancia que no se ha podido refutar hasta que la película ha podido ser recuperada digitalmente, proporcionándonos no pocos instantes en los que se incide en esos modos de comedia, cercanos al slow burn tan practicado por Lewis –especialmente en el episodio desarrollado en la caravana que habitan los amigos de June, con un elemento divertidísimo, como es la secuencia en la que los protagonistas se quedan casi incrustados en la minúscula ducha de la misma-.

En cualquier caso, con esa estructura a base de episodios, separados con esas cortinillas en ocasiones un tanto chirriantes, con esa mirada divertida en torno a la confrontación entre dos potencias que en aquellos años se encontraban enfrentadas por completo, con la inserción de apuntes que incidían en la inclinación hacia el erotismo por parte de Logan –la secuencia en la que June llega hasta el vestuario masculino, del que aparecerá otro deportista desnudo ante ella-, lo cierto es que lo más valioso que contiene esta singular y, finalmente atractiva comedia, reside en a mi modo de ver en el reencuentro de Logan con el mundo expresivo que se centró en su visión de las relaciones amorosas, a través de unos modos visuales que se centraban en un magistral dominio del plano contraplano y, sobre todo, en esos primeros planos –la auténtica esencia del arte loganiano-, que tendrán su primera y valiosa muestra, en el largo episodio en el que los dos jóvenes conversan sobre las relaciones sentimentales, mientras June se encuentra cuidando a los hijos del profesor Sullivan (Ray Walston). Es en ese fragmento –interrumpido de manera divertida por el inesperado chantaje de uno de los hijos de Sullivan-, donde Logan pone sobre el tapete toda su demostrada capacidad para plasmar la intensidad de la incipiente relación amorosa entre la pareja protagonista, enamorándose del rostro de una esplendorosa Jane Fonda y, por el contrario, poniendo un especial hincapié en el carácter dubitativo de Ray, extrayendo de los registros de Perkins los suficientes matices, como al mismo tiempo incidiendo en el peculiar atractivo que emanaba de su presencia.

Será a partir de ese espléndido fragmento, cuando realmente prenda no solo la relación de la pareja protagonista, sino el auténtico interés de una comedia extraña viniendo de quien viene, más integrada de lo que pudiera parecer con determinados modos del género en aquellos años, y que por un lado demuestra la versatilidad del cineasta, en un sendero que no prolongó en los pocos títulos que se sucedieron en su obra, al tiempo que ratifica la sensibilidad aún no suficientemente reconocida de uno de los cineastas que mejor plasmó la aparición del sentimiento amoroso en el cine USA de su tiempo. Señalar que la simbología sexual de su conclusión bien podría haber sido inspirada en la de la extraordinaria NORTH BY NORWEST (Con la muerte en los talones, 1959. Alfred Hitchcock), anticipando la de otra extraña y magnífica comedia, como es IT’S ONLY MONEY (¿Qué me importa el dinero?, 1962. Frank Tashlin).

Calificación: 3

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