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CINEMA DE PERRA GORDA

CRY OF THE HUNTED (1953, Joseph H. Lewis)

CRY OF THE HUNTED (1953, Joseph H. Lewis)

Cuando Joseph H. Lewis asume para la Metro Goldwyn Mayer, la realización de CRY OF THE HUNTED (1953), podemos asegurar que se encuentra en el mejor momento de carrera, en especial aquel donde aparecen los thrillers más perdurables de su filmografía. Es curioso como entre ellos no se suele señalar esta película, pese a que además de situarse a un notable nivel, propone una serie de variaciones en torno al cine policíaco, hasta el punto de describir en su conjunto la odisea de un hombre de ley, que vivirá en el discurrir de la película, una profunda evolución en una personalidad hasta entonces dominada por la auto represión. El protagonista del relato será el en apariencia seguro teniente Tanner (impecable Barry Sullivan). Se trata de un agente muy apreciado por parte del alcaide de la prisión de Los Angeles, Warden Kelley (Robert Burton), empeñado en que logre la confesión de Jory (Vittorio Gassman), el único deteenido en un asalto cuyo botín fue de medio millón de dólares,  sin que hasta el momento se haya dado con el mismo. Tanner volverá de manera ya casi rutinaria a lograr el rechazo de este, protagonizando entre ambos una pelea que no ocultará cierto grado de complicidad. Será más de lo que pueda decirse del desprecio que por Jory sentirá el veterano Goodwin (un magnifico y ambivalente Wiliam Conrad), que no dudará en utilizar medios violentos, para intentar extraer de este la deseada confesión, con resultado infructuoso. El mismo Goodwin trasladará al recluso en coche, no pudiendo evitar su huída, iniciándose una búsqueda que llevará a Tanner hasta Louisiana, estado de procedencia de Jory, al objeto de capturarlo y traerlo de regreso. Dicho viaje no será más que el punto de inflexión en la hasta entonces contenida personalidad del teniente, en una peligrosa aventura que motivará incluso que su esposa y el propio Goodwin se desplace hasta allí, y por parte de este, atrapar al fugado.

CRY OF THE HUNTED aparece como una muestra más de policíaco, que escapa un poco a su condición genérica. Más allá del claro interés de Lewis por ofrecer un producto personal –aspecto que alcanza-, lo cierto es que deviene un exponente de esa corriente que escondía bajo sus costuras, venenosas miradas entorno a la vida americana del momento. Títulos como PITFALL (1948, André De Toth) o THE CAPTIVE CITY (1952, Robert Wise), entre otros, avalan una tendencia de especial significación, ligada a los resortes del melodrama, en la cual aparecen casi por costumbre, aspectos poco estimulantes de la vida americana, en las que no podrían faltar disolventes alusiones a la supuestamente perfecta concepción matrimonial del momento. Todo ello, punto por punto, queda expuesto en esta atractiva película, destacable en aspectos tan concretos como la pintura de personajes. Una galería en la que no se sabe si remarcar la indolencia y desapego del jefe de la prisión, o la nada solapada ansia de Goodwin por hacerse con el cargo que ostenta el que en teoría es su amigo. Sin embargo, nada habrá más disolvente en su discurrir, que los punzantes diálogos que sazonarán su conjunto. Unas invectivas verbales, que tendrán su máximo grado de incidencia, en las conversaciones conyugales mantenidas entre Tanner y su esposa Janet (Polly Bergen), en lo que parece en todo momento un combate doméstico, quizá afinado por su mujer, al poder intuir la crisis interna que sufre y no se atreve a exorcizar.

La acción se trasladará hasta Louisiana, en donde Lewis dejará de lado la posibilidad de realizar un ejercicio de estilo en su vasto y peligroso territorio pantanoso. En su oposición, insertara sobre dichos parajes, el ámbito de la extensa catarsis que tendrá que vivir Tanner, aún a despecho de estar a punto de morir engullido en las aguas cenagosas, y siendo salvado in extremis por el fugitivo. Poco antes, él y su compañero Goodwin, en una noche en la que descansarán ante un viejo cementerio ubicado en la ribera del pantano, contemplarán la invocaciones de una extraña anciana adivinadora –no pude dejar de acordarme del Clint Eastwood de la maravillosa MIDNIGHT IN THE GARDEN OF GOOD AND EVIL (Medianoche en el jardín del bien y del mal, 1997)-, introduciendo un elemento inquietante, que hará que el ayudante huya de una búsqueda que él encuentra suicida. El film de Lewis resalta en el uso de una planificación que potencia la movilidad de los actores dentro del encuadre, permitiéndoles acercarse al mismo en primer plano, describiendo con certeza en apenas escasos detalles, el fascismo cotidiano que impera en los sheriff de la zona. Al mismo tiempo, acertará al insertar los suficientes indicios que hablan de la comprensión mutua entre acorralador y fugado –algunos hablan de la referencia que pudiera ofrecer esta película en la posterior THE DEFIANT ONES (Fugitivos, 1958. Stanley Kramer).

Lo cierto es que asistimos a un thriller de extraña configuración, en el que incluso contaremos con una secuencia de índole freudiana, vivida por Tanner cuando se encuentra alucinando convaleciente, tras enfermar de paludismo al beber agua del propio pantano, después de ser atacado por la ruda esposa de Jory, en su primera estancia en la cabaña que se ubica dentro del propio pantano. Si algo se puede achacar a CRY OF THE HUNTER, que es una obra merecedora de un notable reconocimiento, es lo apresurado de su conclusión y, sobre todo, la culminación de la condena del fugitivo. Una concesión al convencionalismo, que quizá hubiera alcanzado mayor eficacia y coherencia, si el mismo hubiera concluido de manera más ambigua, aunque dejando en ello un cierto margen de esperanza.

Calificación: 3

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