A LAWLESS STREET (1955, Joseph H. Lewis)
No es la primera vez que podemos detectar en el western de serie B una traslación de ese malestar vivido en la sociedad norteamericana con el trauma del maccarthysmo. Títulos como el excelente SILVER LODE (Filón de plata, 1954. Allan Dwan) o incluso dentro de la filmografía el propio Randolph Scott, otros como se produjeron títulos como TEN WANTED MEN (Diez forajidos, 1955. H. Bruce Humberstone) o BUCHANAN RIDES ALONE (1958, Budd Boetticher). En todos ellos, bajo una historia más o menos convencional, estaba presente una clara reflexión sobre los límites de la sospecha, la justicia o los excesos de una violencia irracional. Es curioso como este reflejo cinematográfico no ha tenido demasiadas ocasiones para el análisis, cuando por ejemplo sí que lo ha sido hasta la extenuación en el cine noir –cierto es que en esta vertiente, dicho elemento tuvo una gran incidencia-.
Sería ese uno de los diversos argumentos de interés que viene a mi mente al comentar una propuesta tan interesante como A LAWLESS STREET (1955, Joseph H. Lewis), que fue uno de los primeros títulos que el reconsiderado representante de la serie B norteamericana rodó bajo el protagonismo y la producción de Randolph Scott para la Columbia. Sería esta también una de las primeras ocasiones en las que Lewis –quien ya solo firmaría con posterioridad otros tres títulos- utilizó el color dentro de su filmografía, y lo cierto es que los resultados –bien servidos por el operador Ray Rennaban- son realmente estimulantes, destacando el realce que ofrecen las secuencias definidas en sus nocturnos azulados. Pero con ser todos ellos elementos de interés, si algo resulta patente en una película que destaca por su considerable estatura, es comprobar como el veterano realizador supo trasladar al universo del cine del Oeste, buena parte de esos rasgos que desarrollaba en sus vibrantes y atrevidas muestras de cine policíaco –aquel mismo año filmó la excelente THE BIG COMBO (Agente especial, 1955)-.
Nos situamos en Medecine Bend, una localidad californiana que ha adquirido cierto estatus de progreso dentro del Oeste americano. La misma está regentada en el mando de la ley por Coleen Wave (Randolph Scott), que ha recalado en la misma tras haber recorrido en su oficio por otra poblaciones, labrándose un prestigio de hombre insobornable ante la justicia, pero al mismo tiempo granjeándose muchos enemigos poco recomendables, y finalmente un vacío en su corazón. Esta ausencia se la provocó durante varios años su añorada esposa –Tully (Angela Lansbury)- que en su momento lo abandonó, y que ha regresado sorpresivamente a la ciudad durante este se encuentra. Lo hace bajo contrato y para actuar en el saloon, reclamada por el dueño del mismo y para casarse con él. Sin embargo, este reencuentro se verá complementado por el ataque que diversos forajidos establecen a Wave aparentemente para vengarse, pero en realidad contratados por los dos prohombres de la ciudad, con la nada velada intención de lograr con ello eliminar el único obstáculo que les queda para dominar el futuro de Medecine Bend, reabriendo las minas y alcanzando mano de obra barata. Será esta una espiral de violencia que se agudizará cuando se aparente que el sheriff está muerto, mientras que su esposa se debata entre el deseo de volver junto a él, o el temor de vivir con un hombre al que el respeto de la ley le llevará a sentir en carne propia un constante peligro.
Como antes señalaba, lo primero que llama la atención en A LAWLESS… es la admirable tendencia de Lewis para expresar visualmente una tensión interna –algo que en no pocas ocasiones ha emparentado su cine con el de Fuller-. En esta ocasión, vemos como de un plano general de la calle central de la localidad, aparece un vaquero con aspecto poco amistoso, caminando, hasta acercarse al encuadre. La cámara destacará su pistola –ese símbolo de la violencia cuya espiral simbolizará el conjunto del film, y que en su plano final será destacado con la entrega del arma del protagonista al abandonar la ciudad e intentar iniciar una nueva vida-.
Con esa precisión y ritmo cinematográfico, el film de Lewis despliega durante sus poco más de setenta minutos un alarde de virtuosismo, al tiempo que logra describir con brillantez el estado de malestar de una localidad, cuyas aparentes dosis de progreso y civilización, en el fondo están más cerca de lo que parece, de hacer patentes los sentimientos más primitivos e incívicos. Con un notable acierto, se alcanza a describir un entorno opresivo e hipócrita, en el que miradas y gestos encubren resentimientos y la fragilidad de un nuevo orden social, quizá incómodos con las posibilidades y compromisos que les puede brindar su propio progreso. Un entorno hostil con lo que representa Coleen Wave, en la medida de resultar este un referente de un modo de ver y sentir la vida que está condenado a desaparecer.
Esa incomodidad es definida por Lewis a través de una narrativa en la que la disposición de los encuadres, la ubicación de los actores en primer término o en un lugar más secundario, o la propia angulación de la cámara, proporciona un sentido muy especial a lo narrado. Todo ello contribuye a crear esa sensación añadida de asistir a un relato sencillo, preciso y muy atractivo, en donde quizá solo se pueda oponer cierta ingenuidad al expresar el desenfreno que se adueña de la localidad tras la aparente muerte del sheriff. Por el contrario, son bastantes los instantes definidos por la sabiduría cinematográfica que se despliega; los tiroteos en el saloon, el contrapicado exterior que relaciona a Wave con la luz que se apaga en la habitación donde se hospeda su esposa, el aire amenazador que tienen las calles de Medecine Bend, la magnífica secuencia en la que gracias a la argucia del comisario, uno de los sicarios que intenta eliminarlo, mata accidentalmente a otro de sus compinches, o el espléndido desarrollo de los aparentemente poco definidos personajes del doctor amigo y el ama de llaves. La confluencia de todos estos elementos, proporcionará un conjunto atractivo y envolvente, sin duda remarcable dentro de la muy atractiva filmografía de Lewis, brindando un peldaño más en un capítulo poco explorado de la historia del western cinematográfico
Calificación: 3
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