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CINEMA DE PERRA GORDA

SUCH GOOD FRIENDS (1971, Otto Preminger) Extraña amistad

SUCH GOOD FRIENDS (1971, Otto Preminger) Extraña amistad

No se por qué, pero no corren los vientos favorables, en torno a la figura del vienés Otto Preminger. Es cierto que varios de sus films adquieren la más alta consideración, pero no es menos evidente que haber logrado confluir en una de las más admirables, atrevidas y controvertidas filmografías en el cine americano de su generación intermedia, no ha tenido su justa correspondencia a la hora de su merecida vindicación, simple y llanamente, como uno de los grandes del cine. Es significativa a este respecto la carencia de publicaciones en nuestro país, o la organización de alguna retrospectiva conjunta de su obra. En su figura parece que se otorga la máxima de que su éxito pasado, impide una visión más distanciada y completa de la misma. Un revisionismo, que incluyera ya sin anteojeras títulos seminales, que casi a jirones contribuyeron a despojarle de buena parte de su prestigio como cineasta. Títulos que en más que probable no añadieran nuevos laureles a su anterior estela, que en algún caso incluso aparecieran como totalmente olvidables –es lo que induce a pensar en ROSEBUD (Rosebud. Desafío al mundo, 1975), que nunca he podido contemplar-, pero que con el paso de varias décadas tras el cierre de la obra de Preminger y su propia desaparición, invitan a una mirada ya desprejuiciada, intentando analizarlas sin apriorismos, e incluso intentar buscar lo que un cineasta con su experiencia, intuyó en sus materiales de base, a la hora de decidir filmarlas.

Y es que Preminger, como tal productor independiente, siempre tuvo muy claros aquellos proyectos en los que se encaminaba, por lo que no puede ser cuestionado en la medida de haber aceptado encargos o títulos menores. Se suele señalar que a partir de un determinado momento, su cine aparece con el pie cambiado, pero no por ser fiel a su estilo, sino en su deseo de discurrir en el sendero que brindaba el conjunto de una producción dominada por confusos nuevos tiempos. Es ahí donde el siempre audaz Preminger, podríamos decir que se equivocó al abandonar un estilo inimitable, sobre todo a partir de HURRY SUNDOWN (La noche deseada, 1967). Su andadura a partir de aquel título tan poco valorado –como tampoco lo fueron los inmediatamente precedentes, entre los cuales se encuentran sin embargo algunas de las cimas de su cine –IN HARM’S WAY (Primera victoria, 1965)-, es cierto que aparece errática. Algo que SUCH GOOD FRIENDS (Extraña amistad, 1971) revela casi desde su primer fotograma, adaptando para ello una novela de Lois Gould –en un guión en el que apareció camuflado la posteriormente popular guionista de comedia y directora Elaine May-. Preminger se inclinó de manera clara en la narración de la crisis sufrida por un personaje femenino, que en apariencia se encuentra con todas las comodidades en su entorno. Se trata de Julie (una esforzada Dyan Cannon), casada con Richard (Laurence Luckinbill) y madre de dos pequeños. Richard es un exitoso director artístico de una prestigiosa revista, que ha de someterse a una simple operación de un lunar ubicado en su cuello. Lo que aparece como una simple rutina –aunque el estado de ánimo de este siempre exteriorice un extraño temor-, pronto aparecerá en su dramática conclusión; la operación sufrirá un inesperado efecto secundario, que confinará al internado al estado de coma. Será un nuevo estado en el que su esposa asistirá al desmoronamiento de una existencia en apariencia plácida –aunque la noche previa a la operación, el matrimonio revelara indicios de sus crisis-. A las constantes torpezas observadas en el seguimiento médico de su marido –de las que será especial responsable el amigo de la familia –Timmy (James Coco)-, y la intuición de una situación personal futura llena de incertidumbres, se unirá el descubrimiento de las infidelidades de su esposo, no solo por parte de su amiga Miranda (Jennifer O’Neill), sino por diversas mujeres de su entorno, cuyas citas el enfermo tenía anotadas en una agenda.

Con SUCH GOOD FRIENDS, Preminger se sumaría de forma evidente, a determinadas corrientes visuales y temáticas en aquel entonces bastante frecuentadas en un cine americano en rápida transformación. Desde la visión de una sociedad que empezaba  desmoronarse, hasta la crónica de determinados ámbitos de la sociedad urbana americana –precediendo en algunos años la obra de Woody Allen, la incardinación de un cierto humor judío –eficaz e incluso brillante, cuando este se integra en un segundo término de la narración-. Sin embargo, donde la película de Preminger adquiere una mayor consistencia, es sin duda en el retrato de esa crisis personal vivida por su protagonista. Dentro de un sendero en el que personalmente creo que su exponente más valioso –y apenas evocado- apareció en la inolvidable THE HAPPY ENDING (Con los ojos cerrados, 1969. Richard Brooks), el cineasta guardas sus mejores armas en el seguimiento, el creciente desencanto, y la vivencia de una mujer a la que, literalmente, el mundo se le desmorona de la noche a la mañana. Esta circunstancia permitirá a Preminger brindar una mirada acre en torno al esnobismo de las élites del momento, al consumismo –la madre de la protagonista-, la presencia de la contracultura –la secuencia de Julie contemplando a Miranda en una actuación en un escenario al aire libre-. Todo ello dentro de un conjunto irregular pero atractivo, que a mi modo de ver roza el ridículo en secuencias en las que explícitamente se alía con la farsa y lo explícito sexualmente –la episódica presencia de Burguess Meredith casi desnudo, como proyección de una fantasía de la protagonista, el fallido intento sexual de Cal (Ken Howard) con Julie, intentando con ello vengarse ambos de las infidelidades sufridas, o la grotesca pero por fortuna casi elíptica seducción de Julie a Timmy-. Sin embargo, cuando el cineasta adopta una mirada serena, sin excluir en ella el apunte irónico, es cuando la película se eleva por momentos incluso a gran altura. Son secuencias en las que apenas se mueve la cámara, en las que sus personajes adquieren una especial sinceridad, y el espectador aprecia un esfuerzo de intensidad, dejando entrever aquella gran película que podía haber sido, si esa densidad dramática hubiera estado presente en el conjunto del metraje.

En cualquier caso, y aunque no albergara laureles suplementarios a una magnifica andadura previa, SUCH GOOD FRIENDS es una película que ha envejecido bastante mejor que muchos otros exponentes de su generación, y a la que la fuerza, contundencia y trágica lógica de su conclusión –ayudado por la bellísima y melancólica canción de O. C. Smith-, permite el regusto, lejano pero pertinente, de mi “Tio Otto”, uno los cineastas que más admiro de todos los tiempos.

Calificación: 2’5

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