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CINEMA DE PERRA GORDA

THE RAID (1954, Hugo Fregonese) [Fugitivos rebeldes]

THE RAID (1954, Hugo Fregonese) [Fugitivos rebeldes]

Cualquiera que se acerque por vez primera a la obra norteamericana del argentino Hugo Fregonese, percibirá casi desde el primer momento la sensación de asistir a sorprendentes variaciones de géneros tradicionales como el western, el cine de aventuras o el propio de terror –MAN IN THE ATTIC (1953)-. Hay en su mirada la apuesta de alguien que desea penetrar y ofrecer un perfil distante y al mismo tiempo personalísimo, a unas bases temáticas conocidas por los espectadores a quienes iban dirigidas sus ficciones, desarrolladas todas ellas dentro del ámbito de estudios como la Universal o, en especial, la 20th Century Fox. Dentro de dicho contexto, lo cierto es que THE RAID (1954) ha adquirido una cierta mítica como epítome de esa tendencia –aunque podríamos aplicar cualquier otra de sus realizaciones, incluso la fantasmagórica WAR DRUMS (1951), en la que coincidió con otro ilustre exiliado a Hollywod; Val Lewton, en la que sería su última producción-. Lo cierto es que THE RAID da a lo largo de su ajustado metraje, constantes muestras de sabotear las expectativas del público de la época, pese a encontrarse inserta en el formato del western. Ahí es nada insertarnos en una historia descrita en los últimos pormenores de la Guerra de Secesión norteamericana, asistiendo a la fuga de un grupo de sudistas, evolucionando el relato a un tenso thriller, sobre el que se destilará una llamada a los sentimientos y la convivencia. Todo ello, dentro de los perfiles de un drama de contornos casi existenciales, en los que ninguno de sus personajes alcanzará el más mínimo hálito de felicidad, aunque quizá sus comportamientos puedan servir como referencia válida para aquellos que les sucedan como tales ciudadanos.

El film de Fregonese destaca por su precisión, tanto en la concisión de su metraje, como en la agudeza de sus movimientos de cámara, o en el extraño cromatismo que le permite una extraordinaria fotografía en color de Lucien Ballard, descrita en un relato donde las secuencias interiores y nocturnas predominarán de manera evidente. Será el referente visual para describir la aventura de ese grupo de sudistas que llegará a la pequeña población de St. Alban, lindando con la frontera canadiense. Allí, comandados por el templado mayor Neal Benton (espléndido Van Heflin), establecerán un plan destinado a sabotear la ciudad, robar su banco y, con ello, asestar un golpe letal a las fuerzas del ejército de la Unión, que se está extendiendo en sus conquistas. Sin embargo, lo que tenía el aspecto de un drama westerniano, casi de inmediato modificará sus tintes para ofrecerse como un relato de suspense, en el que se nota, y mucho, la experta mano del gran Sydney Boehm, experto creador de atmósferas tensas y en conflicto, que apenas un año después nos ofrecería un exponente modélico al respecto con VIOLENT SATURDAY (Sábado trágico, 1955. Richard Fleischer). Y es, llegados a este punto, cuando hay que hacer notar las notables semejanzas existentes entre ambos relatos, por más que el de Fleischer suponga una de las primeras muestras valiosas del uso del CinemaScope, y el título que nos ocupa se desarrolle en tiempo pretérito y bajo las costuras del cine del Oeste. Sin embargo, en ambos exponentes asistimos a una tensa, latente y creciente atmósfera violenta y de enfrentamiento. Es evidente que Fregonese se sintió muy a gusto con el material que sirvió de base a su película, en la que dejó al mismo tiempo la impronta de su querencia dramática, establecida de manera admirable en la inesperada presencia de la joven, bella y viuda Katy Bishop (impactante Anne Bancroft), en cuya vivienda se hospedará Benton simulando ser un comerciante canadiense. Allí conocerá también el pequeño hijo de esta –Larry (el encantador Tommy Retting)-, estableciéndose en el decidido combatiente, una extraña sensación que menguará las ansias de venganza de alguien al que en un pasado cercano, incendiaron sus propiedades y asesinaron a su familia. Katy vivió una situación cercana –su esposo murió luchando en la guerra-, y el aura de esa segunda oportunidad, aparecerá difusa en la mente de ambos. En especial de este sudista al que quizá por la mente podría pasarle dicha posibilidad de ruptura con su pasado, pero que se debe el mando de un grupo de seis fugados, entre los que se encuentran hombres sensatos, y otros dominados por instintos criminales –es el caso del teniente Keating (Lee Marvin)-. El drama de la guerra, estará compensado en la película en ambos bandos, describiéndose con enorme precisión –incluso apareciendo aspectos conmovedores-, en otro de los huéspedes de Katy, el capitán Foster (magnífico Richard Boone, quien brinda sorprendentes registros a su complejo personaje). Secreto admirador de esta, en un momento determinado le confesará su verdadera actuación en la contienda, muy por debajo de lo que su aparente heroico comportamiento cabía esperar.

En realidad, THE RAID alcanza su mayor grado de efectividad, en la capacidad con la que se describe un universo en transformación. Una ciudad que se dirime al progreso, pero sobre la que gravita la mirada sombría de un conflicto aún latente –sus ciudadanos acuden todas las mañanas a las noticias que presenta el rotativo local en un tablero anunciador-, en la que se adivinan nuevas tácticas para progresar en la población, dejando de lado las normas del Oeste –el astuto banquero que encarna Will Wright-, y en la que el peso de los símbolos –la bandera Confederada que aparecerá como objeto de subasta-, simbolizará ese elemento de conflicto, sobre el que los sentimientos poco podrán hacer. Y junto a ello, el film de Fregonese destacará por la casi escrupulosa dosificación de su suspense, y la rotundidad con la que se plasmará el estallido violento acometido en St. Alban, incendiando sus edificios más notables, asaltando el bando, y al mismo tiempo recibiendo la resistencia de varios de sus conciudadanos. Una autentica eclosión, narrada con un ritmo digno de Raoul Walsh –Boehm pronto ejercería como guionista de uno de los mejores títulos del veterano tuerto; THE TALL MEN (Los implacables, 1955)-, en el que nunca sus personajes y sus acciones abandonarán sus perfiles psicológicos, hasta confluir en la catarsis de la destrucción del puente que permita a los sudistas escapar del acoso de sus perseguidores. No obstante, Fregonese no podía dejar de marcar en los últimos instantes, la impronta de una personalidad ligada al drama y a los sentimientos. Lo ofrecerán esos planos arrebatadores, en los que la lectura por parte de Kate del escrito que le ha dejado Benton, se expresará con unas sobreimpresiones en los que la viuda, el pequeño y el eco de una necesaria redención como tales representantes, impida sin embargo un esperado happy end como tales seres que han encontrado, pese a todo, una oportunidad para un futuro que, para ellos, quedará vedado, pero que en su incardinación si que quizá sirva como simiente de una reconciliación de bandos. Hermosa conclusión, para un título vibrante e inclasificable, que ratifica las posibilidades y límites para un género pujante aquellos años en su vertiente psicológica, y al mismo tiempo reveladora de un talento ajeno a cualquier moda, como el que pondría en práctica el magnífico Hugo Fregonese.

Calificación: 3’5

2 comentarios

anselmo -

Extraordinaria película y extraordinaria interpretación de Van Heflin. Impecable en su trascurso, admirable en su conclusión. Obra maestra.

Cineyarte -

Hugo Feegonese fue un extraordinario director que abordaba sus filmes con una personalidad exhuberante. Director que dotaba a sus filmes de un extraña atmósfera psicológica, dotado de una gran capacidad para la narración cinematográfica, dominador del tempo narrativo, dw un refinadísimo gusto estético y maestro en la fusión de géneros o de la superación de los mismos, debe ser urgentemente reivindicado como uno de los mejores directores de la historia.