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CINEMA DE PERRA GORDA

NO, MY DARLING DAUGHTER (1961, Ralph Thomas)

NO, MY DARLING DAUGHTER (1961, Ralph Thomas)

Dentro de la amplia nómina de realizadores ingleses, debutantes a partir de la segunda mitad del siglo XX, creo que en Ralph Thomas se da cita uno de los artesanos quizá más blandos y acomodaticios, cuando se introducía en ámbitos como la comedia, mientras que por el contrario podía llegar a ofrecer resultados estimulantes, cuando apostaba por la reconstrucción histórica, o en vertientes más oscuras. Es un contexto este último, el que me permito destacar un drama bélico tan claustrofóbico como ABOVE US THE WAVES (1955), o la magnífica adaptación de la novela de Dickens, A TALE OF TWO CITIES (Historia de dos ciudades, 1958). Lamentablemente, por lo general, cuando Thomas se inclinaba en los contornos de la comedia, sus resultados descendían notablemente, pese al éxito comercial alcanzado a partir de 1954 con DOCTOR IN THE HOUSE (Un médico en la familia), que dio inicio a todo un ciclo de producciones prolongadas en sus personajes, que bastantes años después, con otros intérpretes, se transformó en serie televisiva. Pese a ello, el tratamiento de comedia brindado por lo general por Thomas, suele estar imbuido de una blandura e inoperancia que, lamentablemente, envuelve casi por completo este NO, MY DARLING DAUGHTER, rodada en ese 1961, en el que el corpus del cine inglés, se encontraba alimentado por unos de los momentos más vitalistas y transgresores de toda su historia. Por ello, asistir a esta pequeña e insustancial comedia juvenil, en cierto modo invita a un cierto grado de nostalgia, tal es el grado de conformismo de una producción, que intuyo se llevó a cabo, para facilitar el debut de la entonces jovencísima Juliet Mills –hija del gran John Mills, hermana de Hayley Mills, quien once años después, protagonizaría junto a Jack Lemmon la excelente AVANTI! (¿Qué sucedió entre mi padre y tu madre?, 1972) de Billy Wilder-.

Es cierto que la frescura que aporta la Mills, es un aliciente especial del film de Thomas, como lo aportará la presencia de sólidos intérpretes, como los eminentes Roger Livesy y Michael Redgrave o el joven y muy versátil Michael Craig, lamentablemente engullido por el arrastre que en terrenos de interpretación, brindó la irrepetible generación de intérpretes que definieron los Angry Young Men británicos. La joven interpreta a Tansy Carr, la hija de un magnate –Sir Matthew (Redgrave)-, que en el fondo no se da cuenta que tiene desatendida a una muchacha, que crece ante sus ojos. El empresario tiene en el anciano pero vitalista Henry Barclay (Livesy) a su principal consejero, cuyo hijo será el joven y emprendedor Thomas (Craig), a quien en el fondo destinarán como impenitente tutor de una muchacha, que no aventuran que casi se está haciendo una mujercita, y que en el fondo desearían ver emparejada con este en el futuro. A partir de dicho punto de partida, NO, MY DARLING DAUGHTER deviene en un simpático aunque insustancial vodevil juvenil, que en cierto modo hereda referentes tan conocidos como la simpática THE RELUCTANT DEBUTANTE (Mamá nos complica la vida, 1958. Vincente Minnelli). Comedias en las que de manera inofensiva y complaciente se plasma el enfrentamiento generacional, que en esta ocasión tendrá su referente en la llegada del joven americano Cornelius Allingham (Rad Fulton, apelativo de James Westmoreland). Este es el verso libre, hijo de un conocido empresario newyorkino, que ha acudido a Londres a entregar una carta con la respuesta a la oferta de Sir Matthew, y que inesperadamente se encontrará con Tansy, iniciándose entre ambos una rápida corriente de simpatía, que les llevará incluso a fugarse juntos en tierras escocesas. Ahí se encontrará la inofensiva carga cómica de la película. Es las andanzas y equívocos producidos a partir de la desaparición de la muchacha, las infundadas alarmas de su padre, o el repentino malestar que Thomas irá asumiendo, procediendo a un caricaturesco “rescate” de la muchacha, cual nuevo Orfeo en busca de su Eurídice, sin impedir con ello que Tansy se vea cada vez más ligada a Cornelius, hasta el punto de plantearse su boda, para lo cual contarán con el visto bueno de Sir Michael. Así pues, en torno a dicha fuga, viviremos alguna situación divertida –ver como Cornelius introduce la motocicleta en el mismo tren en que la chica viaja a Escocia, para vivir ese viaje con ella, o la brusquedad con la que Thomas la “secuestrará” tras su rescate, introduciéndola inmovilizada, dentro de una cabina para caballos-.

Sin embargo, dentro de una película que se contempla y olvida con la misma facilidad, lo cierto es que lo más fresco, lo que en algunos momentos respira sinceridad dentro de su conjunto, es la expresión de esa extraña relación marcada entre la joven protagonista y el díscolo pero noble Cornelius. Envuelto con ese físico blanco y negro fotográfico, que en algunos instantes parecía ligar sus imágenes al enorme vigencia del Free, uno se queda con la metáfora erótica de ese plátano que ambos se comen al mismo tiempo con la boca, culminando con un plano frontal de deseo entre ambos o, sobre todo, en la emocionante secuencia –la mejor con diferencia de la película-, en que ambos reconocen la fragilidad de su relación, anulando su boda, pero asumiendo que su encuentro ha forjado una hermosa amistad que no olvidarán el resto de sus vidas. Esa capacidad de expresar visualmente, a través de la mirada emocionada de sus dos protagonistas, la casi indeseada llegada de una determinada madurez para todos ellos, quizá obligándoles a dejar de lado sus sueños e ilusiones, es la que permite que estos instantes eleven por completo un juguete cómico y juvenil de escaso fuste, que en esos elementos concretos, y en demostrar la versatilidad para la comedia de Craig, son los aspectos perdurables de una película tan inofensiva como olvidable.

Calificación: 1’5

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