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CINEMA DE PERRA GORDA

CONSPIRACY OF HEARTS (1960, Ralph Thomas) La guerra secreta de Sor Catherine

CONSPIRACY OF HEARTS (1960, Ralph Thomas) La guerra secreta de Sor Catherine

Hasta en un año tan extraordinario para el cine mundial como fue 1960 –en donde se registró un casi inabordable ramillete de obras maestras en todos los géneros-, se produjeron títulos grises y bienintencionados, antiguos tanto en sus propuestas argumentales como en su plasmación fílmica. A mi modo de ver, ele ejemplo que brindó el británico Ralph Thomas con CONSPIRACY OF HEARTS (La guerra secreta de Sor Catherine) fue uno de ellos. Es cierto. Nos encontramos ante un producto, que por un lado pretende narrarnos un argumento, centrado en el periodo seminal de la II Guerra Mundial, en la que el ejército italiano, una vez descabezado el fascismo, estuvo sometido por el III Reich. Pero el argumento en el que participó el blacklisted Adrian Scott, no pudo calibrar en su justa medida el hecho temible de articular su base dramática, en el seno de un argumento centrado en un convento de montas. Temible perspectiva, en la que por otra parte aprobaron con nota, cineastas de la talla de Leo McCarey, Frank Borzage o Douglas Sirk. Y un ámbito en el que, por otro lado, no podemos ubicar ni de lejos, al competente artesano que en ocasiones fue Ralph Thomas.

Así pues, con una voz en off y el recurso a impactantes imágenes de base documental, se nos relata la dolorosa circunstancia que vivieron tierras italianas sojuzgadas por esos mismos nazis con los que habían convivido no mucho tiempo atrás. Pero muy pronto, este alcance dramático se traslada a una secuencia en la que contemplamos la huída de una serie de niños judíos de un campo de prisioneros, auspiciado por el conjunto de religiosas que comanda la madre Katherine (Lilli Palmer) –una mujer de noble ascendencia-, a los que insertan en una sede de resistentes, encaminada a trasladarlos a Palestina, donde sean acogidos en adopción, ya que tanto sus padres como familiares directos han sido asesinados. A partir de ahí, se articulará un montaje paralelo en torno a las vicisitudes de las religiosas, con la llegada al campo de una nueva autoridad alemana, representada en el duro coronel Horsten (Albert Lieven), al que acompañará como inmediato súbdito al arrogante y violento teniente Schmidt (Peter Arne). Horsten, sustituirá en el mando al joven mayor Spoletti (Ronald Lewis), que hasta esos momentos había dirigido el recinto con cierta mano ancha, facilitando de forma implícita la constante fuga de niños, contemplando el hecho bélico desde la distancia, dada su condición de italianos que han dejado atrás el fascismo.

La película se centrará en diversos aspectos del funcionamiento de la organización que articula Katherine desde el convento, centrando toda su labor en la salvación de estos niños, aunque ello le reporte constantes riesgos, que se acrecentarán a partir de la llegada al mando de Horsten, quien aplicará toda su dureza a la hora de reprimir dichas fugas. Por su parte, la religiosa también encontrará oposición entre sus súbditas, centrada sobre todo en la hermana Gerta (Yvonne Mitchell), quien acusará a su superiora de buscar un protagonismo innecesario, arriesgando la convivencia de todas ellas, al tiempo que señalando que hay muchas más formas de ejercer la caridad, que la de salvar a esos niños. Todo ello irá unido con una serie de pequeñas descripciones en torno a las distintas religiosas, destacando la sensibilidad demostrada por la joven novicia Mitya (Sylvia Syms), ligada en un pasado cercano con el ya citado Spoletti. Como se puede deducir, todo ello va conformando un contexto dramático, en el aspecto incluso cercanos a la comedia –la manera con la que una última remesa de niños escapa, escondida entre la basura-, se combinan con otros altamente dramáticos –el asesinato de todos los que ayudaron a dicha fuga-, e incluso en apariencia conmovedores –las amenazas del mando alemán de de fusilar a una serie de religiosas, empezando por su superiora, como castigo por haber violentado las estrictas órdenes de este-. En cualquier caso, Ralph Thomas es incapaz de canalizar las posibilidades de una base dramática que, por otro lado, apenas se evade del conjunto de lugares comunes, inherentes a este tipo de temática, sensiblera y complaciente. Para colmo, el estereotipo más ramplón domina la mayor parte de sus personajes, empezando por la presencia de una molestísima Lilli Palmer, artificiosa como ella sola en su rol, o la casi paródica maldad del teniente alemán encarnado por Peter Arne. Ni siquiera la espesura que ofrece su iluminación en blanco y negro, o la presencia de secuencias dotadas de cierta personalidad –esa ceremonia judía celebrada por un rabino de la resistencia, y ante los niños refugiados, en el escondido subterráneo del monasterio-, elevan en demasía el conjunto. Y, llegados a este punto, hay una excepción, representada en el personaje de la reticente y rencorosa hermana Gerta. Pero si ello sucede, se debe evidentemente a la sensibilidad con la que la extraordinaria Yvonne Mitchell, despliega en todos y cada uno de los recovecos de su personaje. Cualquier mirada en segundo término, cualquier gesto escondido en la sombra, o esa lágrima con la que finalmente reconocerá lo equivocado de sus reticencias, revelan una vez más el talento, de la que considero una de las mejores intérpretes de todos los tiempos.

Calificación: 1’5

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