CAMPBELLS KINGDOM (1957, Ralph Thomas) La dinastía del petróleo
¿Se imaginan una película que combine en sus características el hecho de ser una producción inglesa, ambientada en Canadá, con elementos extraídos del western, del cine de aventuras, y una tensión y rasgos claramente deudores del éxito francés LE SALAIRE DE LA PEUR (El salario del miedo, 1953. Henri-George Clouzot? Pues entremezclen todos estos ingredientes, y el resultado se acercará en mucho a la curiosa, desequilibrada y, por momentos, atractiva, CAMPBELL’S KINGDOM (La dinastía del petróleo, 1957. Ralph Thomas). Tras la muerte de su abuelo, un hombre extraño y empeñado en la búsqueda de petróleo en un valle canadiense, llega como heredero del territorio su nieto Bruce Campbell (Dirk Bogarde). Pese a su apariencia tímida, muy pronto se imbuirá de la personalidad heredada de su predecesor, implicándose en el sueño de este de lograr extraer petróleo del valle. Ello le llevará a enfrentarse a los responsables de la construcción de una presa y, de manera muy especial, con el capataz de dicha obra, Owen Morgan (Stanley Baker). Los enfrentamientos no solo serán constantes entre ambos bandos, sino incluso entre los lugareños que temen perder sus trabajos si el respeto al derecho de la propiedad Campbell para la extracción del hipotético petróleo, va a impedir el desarrollo de la labor de los trabajadores de la zona en la presa. Una serie de tensiones que aumentarán a partir del deseo de Bruce de llevar a cabo la tan deseada prospección, al tener indicios de que el sueño de su abuelo puede llegar a ser realidad. Ayudado por un reducido equipo de colaboradores y utilizando una serie de tretas llenas de astucia, finalmente el deseo cobrará vida, fluyendo el codiciado líquido. Poco durará la dicha, ya que en un arrebato de ira Morgan decidirá inundar la zona, logrando apagar el recién iniciado pozo, aunque con ello inflija el mandato de la ley. Una ambición y afán de lucha que concluirá de forma abrupta, simbolizando ese afán mercantilista del capataz, que había facilitado la construcción de la presa con cementos de baja calidad.
Antes señalaba la mezcla de ingredientes de CAMPBELL’S KINGDOM, y ello creo que es su principal elemento característico. Esa mezcla de western primitivo, de rasgos consustanciales al cine de aventuras -especialmente remarcable en elementos caracterizados por su fisicidad y dureza-, son indudablemente, elementos que permiten la singularidad de un producto que bebe de los referentes antes citados, pero que en su confluencia proporciona al conjunto una cierta personalidad. Cierto es que no nos encontramos con un producto finalmente destinatario de grandes cualidades. Es más, en algunos momentos su discurrir es abrupto y falto de equilibrio, y es constatable que la definición de sus personajes no es su fuerte –estos quedan descritos con considerable maniqueísmo, especialmente ejemplificado en el interpretado por Stanley Baker-. Incluso en la debilidad física que muestra el protagonista, esta en ningún momento es utilizada en la medida de sus posibilidades, quedando como un simple apunte de guión.
Pese a todos estos inconvenientes, lo cierto es que el film del prolífico y generalmente poco inspirado Ralph Thomas, se deja ver con cierto agrado, alcanzando algunos instantes llenos de fisicidad. Desde ese suelo del poblado inundado al derretirse los hielos, el ascenso de los camiones de Campbell para iniciar la perforación, el momento en el que el último camión está a punto de despeñarse al detener Morgan el elevador, la emoción de la aparición del petróleo, la posterior inundación del entorno que rodea al pozo y, sobre todo, la secuencia del desprendimiento de la presa, son ejemplos de buen pulso cinematográfico que permiten que el resultado final del film alcance un cierto nivel. Si a ello unimos una cierta belleza en la utilización de exteriores paisajísticos, y la adecuada labor del conjunto de intérpretes –subrayemos sin embargo el esquematismo de Baker, forzado a las limitaciones del guión-, nos llevará a apreciar de forma limitada un producto tan olvidado como curioso en su amalgama de elementos. Una película modesta, cuya pirueta argumental final –la falsa enfermedad incurable del protagonista, que en algunas secuencias iniciales se ha mostrado con aspecto casi cadavérico-, se antoja ciertamente muy, pero que muy pillada por los pelos.
Calificación: 2
0 comentarios