GUNS AT BATASI (1964, John Guillermin) Cañones en Batasi
Es bastante frecuente encontrarse en el contexto del cine británico con productos caracterizados por mostrar esa otra vertiente del contexto bélico o, mejor dicho, relatos de entreguerra, en los que el estudio de caracteres domine el desarrollo de sus argumentos. Podríamos citar a este respecto referentes muy conocidos como el tan laureado como a mi juicio sobrevalorado THE BRIDGE ON THE RIVER KWAI (El puente sobre el río Kwai, 1957. David Lean) u otro mucho menos conocido pero que personalmente considero mucho más valioso como el demostrado en KING RAT (King Rat, 1965. Bryan Forbes), basada en una novela de James Clavell. En estos y otros exponentes, la acción surca los meandros de la superficie y el conflicto, centrándose por el contrario en pequeños detalles y un desarrollo de la oposición de caracteres dentro de un contexto caracterizados por el desarraigo, o la tensión subyacente. Ese es también el ámbito en que se incluye GUNS AT BATASI (Cañones en Batasi, 1964), un olvidado y –digámoslo ya- interesante film realizado por el aplicado realizador británico que fue John Guillermin. A tal grado llega el olvido de su propia existencia, que antes de visionarlo me temía encontrarme con un previsible relato bélico de aires coloniales, vertiente que por otra parte brindó en aquellos años, títulos tan valiosos como ZULU (1964, Cyril Enfield) o KARTHOUM (Karthum, 1966. Basil Dearden). Una vez más, en GUNS AT… se despliegan las virtudes tan definitorias del mejor cine inglés –cuidada ambientación, excelente interpretación, hábiles bases dramáticas-, dentro de un relato desarrollado dentro de una colonia africana, en donde el ejército ocupante se encuentra en fase postcolonial, simplemente como ayuda y soporte para que se logre un proceso de paz en la zona. En dicho contexto se produce una rebelión por parte de la propia población, contra los militares nativos que han colaborado con los británicos.
Dentro de dicho marco de tensión, la película centrará su radio de acción en un pequeño destacamento comandado por el mayor Lauderdale (una sorprendente composición de Richard Attenborough). Este es un militar a la antigua usanza, definido tanto en su añoranza por las viejas formas y criterios militares, descreído ante las nuevas tendencias en este ámbito que ha supuesto el desarrollo de su propia vida y, por supuesto, caracterizado por una considerable astucia encubierta bajo sus aparentes tintes casi cómicos. En su entorno se despliega el resto de personajes de la función. Desde un conjunto de oficiales ocioso e irónico con su propio superior, hasta la llegada de una veterana componente del parlamento británico –Miss Baker Wise (la siempre excelente Flora Robson)-, pasando por la incorporación accidental de una joven pareja formada por el oficial Wilkes (John Leyton) y la funcionaria de la ONU Karen (Mia Farrow). A partir de su llegada, y aunque han vivido ya todos ellos señales premonitorias al contemplar manifestaciones de una población que muestra su descontento con la situación vivida, será cuando estalle la rebelión comandada en dicho entorno por el teniente Boniface (Errol John). Será precisamente ese el eje vector en el que se desarrollará una película que destaca especialmente en su aguda definición de caracteres, que se expresa en múltiples detalles. Uno de ellos, y no el menos interesante, se establecerá en la acertada descripción de ambientes en teoría cercanos, pero en realidad absolutamente alejados en su convivencia. Esta circunstancia se manifestará expresamente en el anacronismo que suponen las dependencias de los oficiales ingleses, dentro de un contexto de rebeldía que para los británicos destacados no supone especial motivo de sensibilización.
Será este el contexto de un drama psicológico que tiene otro de sus elementos más insólitos en la constante incorporación de elementos irónicos, especialmente centrados en el personaje que encarna con una aparente querencia con el histrionismo y posterior gradación de sutileza el ya mencionado Attenborough. Su inicial nostalgia por una anticuada visión de la vida militar y el heroísmo, puede que inicialmente provoque la ironía y el menosprecio de cuantos le rodean –especialmente de sus compañeros de casino, que no dudan en ironizar sobre sus tics de comportamiento-, pero finalmente revelarán un profundo conocimiento de la condición humana. Un modo de conducta que es puesto precisamente en solfa, dentro de un entorno de mando donde se vislumbra una visión llena de cinismo en cuanto a su presencia en las antiguas colonias, y en las que en el fondo les importa bien poco quien gobierne, ya que finalmente tendrán que recurrir a ellos para lograr afianzarse en la zona. Es algo que evidenciarán las manifestaciones de sir William Fletcher (Cecil Parker), ante el coronel Deal (Jack Hawkins), quien se encargará de trasladar –de forma tardía- a Laudervalle esas órdenes.
Con retraso, Deal llegará hasta el asediado destacamento inglés defendido por el mayor, disponiéndose a entregar al mando indígena contra el que se han amotinado, y al que iban a condenar a una muerte segura por supuesta traición. Finalmente, y pese a transmitir a Lauderdale las sanciones a que someten su comportamiento militar –los ingleses han mostrado su afán de colaboración con los rebeldes-, en el fondo muestra su comprensión ante la actuación de este. En estos límites discurrirá una generalmente atractiva película, dominada por un adecuado uso del cinemascope, la prestancia de su blanco y negro fotográfico, y en la que sin embargo se echa de menos un cierto mayor arrojo en sus propuestas. No es suficiente con mostrar una galería humana en el fondo caracterizada por escasos tintes de nobleza –y a ella no se escapan los líderes revolucionarios-, ni que en los momentos finales el protagonista descargue su ira contra su venerado retrato de la reina de Inglaterra. Hacía falta una mayor capacidad de hondura psicológica, que sin embargo no impide que este GUNS AT BATASI se deguste con relativo placer, aunque en el momento de su estreno fuera ignorado por público y crítica, en un contexto cinematográfico de mucha mayor riqueza que el de nuestros días. No obstante, el paso de los años creo que ha permitido que afloren las ocasionales cualidades de este atractivo producto.
Calificación: 2’5
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