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CINEMA DE PERRA GORDA

ABOVE US THE WAVES (1955, Ralph Thomas)

ABOVE US THE WAVES (1955, Ralph Thomas)

ABOVE US THE WAVES (1955, Ralph Thomas), es una muestra más de un tipo de cine muy practicado en Inglaterra. Fueron en su conjunto relatos más o menos vibrantes, centrados en el ámbito bélico –especialmente la II Guerra Mundial-, que dejaban de lado cualquier componente bélico, versando estos en el relato de algún capítulo en ocasiones basado en hechos reales, hablando en los mismos en torno a la fuerza del valor colectivo. En este sentido, los bélicos británicos aparecían bastante opuestos a los norteamericanos, ya que solían hablar más en voz baja, y quizá por ello con mayor elocuencia, en torno a la heroicidad en grupo, dejando por el camino esa apelación patriótica que caracterizaron buena parte de las producciones bélicas USA.

En esta ocasión, Thomas se inserta en el relato de la operación que culminó con el ataque al acorazado alemán Tirpitz que, escondido en el fiordo de Noruega, aparece como un auténtico tormento para la marina británica, al ser el mayor fustigador de su fuerza naval, destruyendo constantemente naves y buques a través de su terrible fuerza. La película se inicia con imágenes documentales, en las que se describen bombardeos navales de los nazis, vislumbrando muy pronto el espectador que está asistiendo a una proyección, que ha convocado el almirantazgo inglés, a la hora de intentar responder a la casi inexpugnable amenaza del acorazado. Es algo que expresará con contundencia el almirante Ryder (James Robertson Justice), recogiendo el envite el comandante Fraser (John Mills). Quizá lo efectúe con demasiada ligereza, pero planteará el ensayo con mini submarinos, al objeto de lograr junto a voluntarios que aprendan a manejar sus resultados, atacar al destructor precisamente reeditando la eterna lucha de David y Goliat. Y en definitiva, el auténtico nudo gordiano de ABOVE US THE WAVES, se centra en la descripción del aprendizaje del grupo de voluntarios seleccionados, para enmarcarse en una operación conjunta de tres pequeños submarinos. Tendrán como  objeto atacar con contundencia el Tirpitz, para con ello lograr debilitarlo y cuestionar de manera definitiva su pretendida superioridad.

La película se dividirá con claridad en dos mitades, describiendo la primera de ellas la selección del personal, y sus dispares características. Thomas no incide en demasía en el contraste psicológico de todos ellos, prefiriendo obviar esa casi obligada incursión en estereotipos, y optando en su oposición por una mirada naturalista, sobre una serie de jóvenes que acuden a las operaciones por diferentes razones, teniendo como superiores a los tenientes Duffy (John Gregson) y Corbett (Donald Sinden). Todos ellos, inicialmente tendrán que probar un par de ligerísimos submarinos que ocultan debajo de un pequeño velero, discurriendo camuflados como pescadores en aguas de Noruega. Ello les hará vivir una azarosa circunstancia cuando uno de ellos se desenganche, hayan de sobrepasar unas montañas nevadas, o tengan que atacar a unos vigilantes nazis en una población a la que discurren en la nocturnidad. Pasajes todos ellos que se incorporan con un cierto abuso de la elipsis, hasta el punto de que estos aparecen de manera zigzaguante, sin saber extraer de ellos su debido aporte dramático.

Por fortuna, la segunda mitad del film de Thomas, describe con todo lujo de detalles la operación marcada en torno a la puesta en marcha del plan. Es ahí donde realmente la película eleva su tono de manera definitiva, hasta el punto de erigirse como un vibrante y extenso fragmento, en el que espectador siente muy de cerca la angustia vivida por esos tripulantes de los tres pequeños submarinos que comandan, respectivamente, Fraser, Duffy y Corbett. Ayudado por la excelente iluminación en blanco y negro de Ernest Steward, la película describe con creciente intensidad, las azarosas circunstancias sufridas en los tres artefactos, las pequeñas averías sufridas, el creciente sentido de la claustrofobia, su apuesta por la camaradería, o el miedo a morir en una auténtica ratonera. Todo ello se extenderá en un largo y denso fragmento, en el que se puede casi palpar la escasez de movimientos que sienten los tripulantes de las tres naves. Su manejo de la intuición, los altibajos emocionales de ese conjunto de hombres encaminados a una misión conjuntas, pero que en un momento determinado perderán su conexión, teniendo que actuar confiando en sus instintos, y otros resolviendo las averías y situaciones precarias que se les avecinarán. Uno de ellos, encallará en la parte inferior del acorazado al que han rodeado de armas prestas a explosionar. Otro quedará encallado entre las gigantescas redes que rodean el entorno marítimo. Finalmente, la nave que comanda Duffy, tendrá que sufrir la rotura del periscopio.

En cierto modo, todos podemos de antemano adivinar la conclusión de su argumento, pero ello no nos impide sentir en carne propia toda una odisea en la que se encuentran presente, el esfuerzo mancomunado de un buen grupo de jóvenes, haciéndose presos por los alemanes los de dos de estas naves. Finalmente, tras el acierto de los bombardeos, el acorazado acusará la operación, recibiendo los presos el insólito gesto del mando alemán del mismo, cuadrándose ante Fraser, y reconociendo que son unos valientes. Como lo habían sido los de la nave que dirigía Duffy, que finalmente sucumbirá en una explosión, contemplada por sus compañeros con tanta angustia como resignación. Será el recuerdo que apreciará Fraser, cuando junto a sus hombres tripulan un pequeño barco donde van a ser trasladados, al contemplar ese pequeño acordeón de Duffy, flotando sobre las aguas, mientras en su semblante se dibuja una expresión, entre admirativa y melancólica.

Calificación: 2’5

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