THE DIVIDED HEART (1954, Charles Crichton) Corazón dividido
1952 fue un año en el que el cine británico vivió el estreno de MANDY, que personalmente considero una auténtica piedra angular en torno a la evolución del drama psicológico inglés, al tiempo que el inicio de la trilogía que su director, Alexander Mackendrick, dedicó intuyo que de manera inconsciente, a la falsa inocencia del universo infantil. Es cierto que la mirada del niño, es una de las subtramas más interesantes que han recorrido la producción británica, anteriormente con exponentes como THE FALLEN IDOL (El ídolo caído, 1948. Carol Reed), y con posterioridad en tantos y tantos clásicos, que podrían extenderse hasta el fantastique, con la inolvidable THE INNOCENTS (¡Suspense!, 1961. Jack Clayton). Lo que nos importa en este caso, es que la significación de la admirable y rigurosa obra de Mackendrick tuvo su prolongación en una serie de títulos, de los que quizá THE DIVIDED HEART (Corazón dividido, 1954. Charles Crichton) fue su consecuencia más directa. Por fortuna, tanto su director, como la base dramática que le proporciona Jack Withingtam –también partícipe del libreto que conformó el admirable film de Mackendrick-, aciertan al utilizar un punto de partida en apariencia similar, para a partir del mismo, efectuar una aguda indagación en torno al atavismo de la memoria, cuando esta además se representa en base a vivencias y situaciones traumáticas. Es por ello, que esta una de las mejores películas filmadas por Crichton, este sabe por un lado eludir el componente sensiblero que con facilidad habría lastrado su conjunto –y que en su momento, facilitó un desapego por parte del público británico de la época-, y por otro discurrir por intrincados senderos, introduciendo un valioso tapiz de matices psicológicos, que van desde la capacidad para establecer la compleja mirada del niño en torno a un cambio traumático, hasta plantear una amplia confrontación sobre la relatividad a la hora de entender el sentimiento amoroso en torno a un pequeño, legítimo por las dos partes en litigio.
THE DIVIDED HEART se inicia con la misma cotidianenidad que presidirá todo su discurso dramático. Situados en 1952 en una población alemana ubicada en los Alpes Bávaros, contemplaremos el cariño que expresa el matrimonio formado por Inga (Cornell Borchers) y Franz (Armin Dahlen). Muy pronto observaremos el excesivo proteccionismo que la primera mantiene con su pequeño hijo de diez años Toni (Michael Ray), quien se dispone a vivir la celebración de su cumpleaños. Será el instante en el que el mundo se derrumbará a la aparentemente sólida pareja, a partir de la noticia de la existencia de la madre real del muchacho, que vive sola en una localidad checa, y reclama la potestad del niño. Desde ese momento, el drama del film de Crichton –basado en una historia real- se dirime en diversas y complementarias vertientes, abandonando de modo decidido esa querencia sensiblera en la que hubiera podido incurrir con facilidad. Su brillantez reside precisamente en la densidad que se focaliza en el desarrollo de los múltiples vértices de su argumento. La ubicación o angulación de la cámara, la ubicación de los actores dentro del encuadre, perrmiten que su planificación “hable” con precisión, procurando mostrar un amplio abanico de sensaciones y emociones, bien sea desde la propia mentalidad del niño, de su madre o padre adoptivo, de su auténtica madre –que además al hablar solo checo, no puede expresarse en alemán, con lo que solo su mirada y expresión transmitirá la emoción interna de su personaje-. Esa incardinación dramática, es la que permite que la película alcance un alto grado de complejidad, que excede con mucho el conflicto generado entre los padres adoptivos y su madre real –Sonja (Yvonne Mitchell)-.
Llegados a este punto, es cuando la película se beneficia de esa mirada contrapuesta, que se extiende en el doloroso recuerdo del pasado, en el que vendrá a la mente de todos las traumáticas experiencias vividas durante la aún cercana contienda, de la que la situación del muchacho es plena consecuencia. Crichton lo resolverá con dos flashbacks, en los que se describirá por un lado la traumática circunstancia del fusilamiento del marido de Sonja, que ayudaba a la resistencia, y por otro las gestiones del matrimonio que adoptó al pequeño, en el que pronto percibiremos lo introvertido de la personalidad del pequeño de dos años, y de otro queda soterrado el drama que tuvo que vivir durante el tiempo en que convivió con los nazis, que le ha dejado como secuela un terror atroz hacia todo aquello que le evoque al mundo militar –huirá del uniforme de su padrastro, recordando ese terror del que nunca sabremos a ciencia cierta sus orígenes-. La hondura de su desarrollo dramático, incidirá en la circunstancia de Franz, varios años perdido en el frente ruso, lo cual permitirá que sea su esposa la que realmente haya convivido ese tiempo con el niño, facilitando ese desequilibrio de la relación de ambos con el muchacho.
Son elementos como estos, con los que THE DIVIDE HEART alcanza ese grado de complejidad, que favorece el crecimiento dramático de su conjunto. Pero con ser importante toda esta apuesta, el gran acierto del film de Crichton reside en esa capacidad para plasmar con credibilidad los sentimientos y las emociones de sus personajes, por más que estos en ocasiones estén revestidos de crueldad. La misma crueldad que manifestarán los niños compañeros de Toni, que en un momento dado mostrarán su hostilidad, rodeando a su sufrida madre, que a ojos de ellos aparece como una intrusa. O la sensibilidad a flor de piel que en todo momento expresará la siempre admirable Yvonne Mitchell, describiendo la evolución de sus sentimientos en torno a su deseo de recuperar a ese niño que pensaba aún se conservaba como un bebé. O en la progresiva reacción de Toni, inicialmente receloso ante su verdadera progenitora, cuando acepte finalmente los sellos que esta le ha regalado –en su primer contacto ni quiso abrir el paquete-, provocando el histerismo de Inga. Se trata siempre de plantear una capacidad para profundizar en las reacciones de sus personajes, siempre en voz callada, intentando no inclinarse por ninguno de ellos y, por el contrario, buscando comprender la raíz de sus reacciones y comportamientos.
Es cierto. Quizá a la conclusión del film de Crichton le sobre la excesiva divagación de los encargados de dilucidar la casi imposible resolución judicial de determinar el destino del muchacho. Sin embargo, sus imágenes finales son tan sinceras como lúcidas, brindando una mirada a la esperanza de ese niño que ya ha recibido suficiente amor a lo largo de su corta vida, y se dispone ahora a ofrecerlo.
Calificación: 3’5
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