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CINEMA DE PERRA GORDA

GHOST SHIP (1952, Vernon Sewell)

GHOST SHIP (1952, Vernon Sewell)

Apenas evocado con dos de sus últimos títulos, realizados ya entrada la década de los sesenta, la figura del británico Vernon Sewell (1903 – 2001) representa otro de los muchos realizadores de su país, necesitados de una puesta en valor de una obra, quizá no pródiga en títulos especialmente brillantes, pero en la que se intuye una cierta querencia por el género de terror en diversas de sus variantes, siempre dentro de producciones de bajo presupuesto. Me asomé, por tanto, a GHOST SHIP (1952), con la ilusión de encontrar algo de interés que me permita seguir la pista ante aquellos exponentes de su filmografía recuperables. No puede decirse que esta producción de la Anglo Amalgamated de clara serie B, y poco más de setenta minutos de duración, aparezca como un conjunto memorable. Sin embargo, en algunos de sus instantes, se tiene por un momento la sensación de conectarse con la mejor tradición del cine de fantasmas. Una corriente que la emparentaría con el THE UNINVITED (Los invitados, 1944) de Lewis Allen, con el Tourneur de NIGHT OF THE DEMON (La noche del demonio, 1957) –estoy convencido de que al maestro franco-americano le hubiera gustado esta película, dentro de sus limitaciones-, o incluso a determinados aspectos del Clayron de THE INNOCENTS (¡Suspense!, 1961), la mítica adaptación de Henry James. El propio Sewell se sintió a gusto con esta base argumental, que volvió a utilizar en la bastante posterior HOUSE OF MYSTERY (1961), en un ámbito sin embargo completamente diferente, surgiendo de un episodio de una serie televisiva.

Lo cierto es que GHOST SHIP aparece en todo momento como una producción de complemento de programa doble, sin actores conocidos en su reparto –hagamos excepción de una jovencísima Hazel Court, posterior encarnación del mal en THE MASQUE OF THE RED DEATH (La máscara de la muerte roja, 1964. Roger Corman), y presencia habitual sobre todo en el cine policiaco inglés de aquel tiempo, o una, por fortuna, fugaz presencia del molestísimo actor cómico Ian Carmichael. En realidad, es la escenificación de una sencilla historia de fantasmas, iniciada con la intención de un matrimonio norteamericano –Guy Thronton (Dermot Walsh)- y su esposa Margaret (Hazel Court), de adquirir un viejo yate que se encuentra en venta, ya que desean establecer allí su vivienda. Tras leer una oferta publicada en prensa, acudirán hasta el muelle donde se encuentra varado el pequeño barco, encontrándose con el reiterado consejo por parte del encargado de la venta, al objeto de que desistan de la misma. Ante la insistencia de Guy, este les relatará las extrañas circunstancias que se vivieron en dicho buque, con la desaparición de un científico que se encontraba en él, junto a otros dos tripulantes. Ello dará pie a un flashback que nos introduzca en una especie de revisitación del universo de la célebre leyenda del Mary Celeste, trasladando en imágenes la llegada de tres pescadores al barco desierto. Será la introducción del elemento inquietante, en un contexto que hasta el momento casi ha estado ligado a un ámbito de comedia matrimonial, y que poco a poco se irá percibiendo una vez la pareja compre finalmente el viejo velero, dotado por otro lado de un muy buen estado. A partir de ese momento, irán percibiéndose detalles inquietantes dentro de la cotidianeidad, centrados ante todo en el persistente aroma de puro en un recinto donde no se fuma, y que solo Guy no percibe, quizá debido a su implacable escepticismo. Y hay que reconocer que es en esos momentos, cuando en realidad GHOST SHIP logra desplegar su pequeño pero estimulante grado de querencia con el fantastique, centrado en la creciente inclusión de lo numinoso, que provocará el abandono del encargado de máquinas, que ha señalado haber contemplado un fantasma, y provocando una creciente inquietud en Margaret. Pese a ello, Guy mantendrá su escepticismo, hasta que se produzca lo que nunca hubiera esperado; la clara materialización del fantasma de alguien que fuma esos puros que se olerán en el pequeño barco, ante la mirada estupefacta y, poco después, aterrada, del esposo. Una secuencia fugaz, sencilla y admirable, de escasa duración, por cuya sola presencia GHOST SHIP debería insertarse, aunque sea a pie de página, dentro del cine de fantasmas de la década de los cincuenta –no deja de recordarme la primera de las apariciones del malvado mozo de la citada THE INNOCENTS-. A partir de ese momento, el hasta entonces escéptico Guy, aceptará la gestión que su esposa habrá hecho con la sociedad de parapsicología, llegando hasta allí uno de sus componentes, que intentará con explicaciones científicas, hacerles ver la posibilidad de la realidad de los fenómenos paranormales. Será un fragmento quizá excesivamente extenso en una película caracterizada por su corta duración, que servirá como preludio a la presencia de esa medium que será recibida con reparos por la pareja propietaria, y con cuya sesión servirá para introducir de manera extraña un flashback, que relatará las circunstancias que propiciaron un doble crimen por parte del científico. Una irrupción de la conspiración criminal por parte de su dominante esposa, a la que quiere empujar a su débil amante. La relativamente decepcionante plasmación del misterio, no ocultará dos elementos de interés. De un lado la tenue visualización de los instantes encuadrados en el recinto del timón, donde la oscuridad fotográfica ayudará a crear una atmósfera malsana y siniestra, y de otro lado, pese a esa mirada en apariencia racional, en realidad la tesis de la película apunta a una verdadera presencia sobrenatural, por más que concluya con un inesperado, aunque poco explorado climax. En realidad, esa carencia de una mayor duración, impide que algunas de las sugerencias de GHOST SHIP se exploren adecuadamente. Sin embargo, si más no, nos encontramos con una muestra más de ese cine fantástico apenas explorados ante las nuevas generaciones de aficionados, caracterizado por una muy sobria planificación de Sewell –abundancia de planos fijos de considerable duración-, en la que su realizador y coguionista acierta al apostar por un tono documental al describir todo el entorno marítimo, o utilizar con precisión el interior del pequeño barco –atención a la utilización del espejo presente en el recinto central de la embarcación-, logrando curiosamente en el mismo un extraño alcance feérico, según los indicios de presencia sobrenatural vayan creciendo. Añadamos a ello la fisicidad de la fotografía en blanco y negro de Stanley Grant, y obtendremos el conjunto de un título tan modesto como apreciable, que merece al menos una pequeña mención, dentro de la producción del cine fantástico de las islas.

Calificación: 2’5

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