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CINEMA DE PERRA GORDA

ONCE MORE, WITH FEELING! (1960, Stanley Donen) Volverás a mí

ONCE MORE, WITH FEELING! (1960, Stanley Donen) Volverás a mí

Escasamente reconocida incluso por los seguidores del cine de Stanley Donen, lo cierto es que en la valoración de ONCE MORE, WITH FEELING! (Volverás a mí, 1960) –al igual que sucediera en la previa y muy divertida SURPRISE PACKAGE (Una rubia para un gangster, 1960)-, incide en su contra un hecho que le ha perseguido durante décadas; las escasas posibilidades existentes en su visionado. Y es una pena, puesto que nos encontramos con una magnífica comedia romántica, que se erige casi como una revisitación actualizada de la Screewall Comedy, dotada de una singular concepción visual y, a mi modo de ver, merecedora de ocupar un lugar de no poca relevancia en la obra de su cineasta. Personalmente la sitúo por encima de la más conocida e inmediatamente posterior THE GRASS IS GREENER (Página en blanco) –la tercera película rodada en su intenso 1960- y, lo que es más importante, nos encontramos con un título en el que se reconoce ese sello personalísimo que hizo de su artífice uno de los más brillantes exponentes del género desde la segunda mitad de los años cincuenta, hasta casi las postrimerías del decenio siguiente.

De antemano, ONCE MORE, WITH FEELING! supone una producción del propio Donen –ahí está en los brillantes títulos de crédito de Maurice Binder, fiel colaborador suyo, el anagrama del círculo inserto dentro de un cuadrado que definía su firma-, introduciéndonos ya en sus primeros compases en esa singular prestancia visual, en la que la mano del gran Alexander Trauner se detecta ya la presencia de esos lienzos que son mostrados en los primeros planos del film, todos ellos reflejando la egolatría del protagonista masculino del relato Víctor Fabian (Yul Brynner). Al compás de “La cabalgata de las Walkirias”, iremos acercándonos a ese mundo que para Fabian se compone únicamente de música, y en el que su esposa Dolly (Kay Kendall) aparece casi como un elemento decorativo. Mujer elegante y prestigiada en el manejo del arpa, marchará a dar un recital en el que se ganará el entusiasmo de los asistentes, mientras su esposo accede a una audición con una joven muchacha que creía de doce años, pero en realidad tiene veintiuno –la joven actriz Shirley Anne Field, muy poco después coprotagonista de SATURDAY NIGHT AND SUNDAY MORNING (Sábado noche, domingo mañana, 1960. Karel Reisz)-. El retorno de Dolly provocará en ella un irrefrenable arrebato de ira –este será contemplado por la cámara desde el exterior de la mansión, curiosamente mostrando los forillos de fondo urbano tratados artificialmente-. Será el inicio de la separación de dos seres temperamentales pero de opuesta personalidad. Mientras que Fabian es una persona que solo vive para alimentar su ego, teniendo en la interpretación de su música su único mundo, su esposa ha soportado hasta entonces el narcisismo de su esposo. La ruptura de ese extraño equilibrio, expuesto en la película tras unos primeros minutos provistos de un ritmo tan extraño como endiablado, iniciará la crisis sufrida por este hombre irascible, que siempre se encontrará ayudado por su fiel y enredante manager Max, en todo momento urdiendo estratagemas para intentar solventar la difícil situación creada por el músico con la ausencia de su esposa.

Con una singular articulación visual que se percibe desde el diseño del interior de la estancia central de la mansión del músico, la apuesta por esos forillos en exteriores, la presencia omnipresente de cuadros, bustos y esculturas del músico que invadirán la residencia y se insertarán en la practica totalidad de las secuencias insertas en interiores, lo cierto es que Stanley Donen articula con una destreza digna de mejor consideración que la lograda hasta el momento, una deliciosa comedia centrada esencialmente entre el enfrentamiento de dos roles antagónicos, apoyados en la extraña química que se establece entre un Yul Brynner que ya había demostrado con Donen su capacitación para la comedia en la ya citada SURPRISE PACKAGE, y la excepcional Kay Kendall, en la que sería su interpretación póstuma para la pantalla, falleciendo poco después de leucemia a los treinta y tres años de edad. Basada en una obra teatral del experto comediógrafo Harry Kurtnitz, el gran realizador logra no solo hacernos olvidar esa base escénica, bien sea a través de un atractivo montaje, o en la articulación de secuencias planificadas en base a sutiles movimientos de cámara centrados en la ubicación de los actores dentro del plano. Con estos extraños materiales de base, lo que en esencia no supondría más que una clásica y agradable comedia sentimental, se convierte en un insólito, divertido y valioso exponente del género, entroncable con facilidad en un periodo en el que la renovación del mismo ya se encontraba presente, mediante la aportación de una serie de cineastas que, como el propio Donen, precedían del terreno del musical. Dicha circunstancia imprime al relato una insólita concepción de “musical sin danza” –una denominación en su momento aplicada como halago y que años después cayó en desgracia-. Ni que decir tiene que para los que seguimos teniendo a Donen como un cineasta de primera fila, no solo disfrutaremos con esta una de sus comedias menos conocidas, pero no por ello menos brillantes. Y no solo eso. Se encuentran en ella esos ecos de ese enfrentamiento de caracteres que ya se detectaban incluso en IT’S ALWAYS FAIR WEATHER (Siempre hace buen tiempo, 1955) –co realizada con Gene Kelly, y que sigo considerando la mejor al tiempo que la menos apreciada de la trilogía rodada por ambos cineastas, o incluso la búsqueda de marcos sofisticados como el Paris de FUNNY FACE (Una cara con ángel, 1957). El uso del color –del que paradójicamente renunció en la previa  SURPRISE PACKAGE-, será otro factor de especial importancia, otorgando en algunos instantes –y con la ayuda de la dirección artística- una textura cercana al cómic. Es más, en ciertos instantes, la propia configuración de las abundantes secuencias de interiores, con el aire de anacronismo que se observa en dicha mansión y el propio comportamiento del obsesivo protagonista masculino, uno no deja de intuir que Joseph L. Mankiewicz tuvo presente esta poco conocida comedia, a la hora de dar vida a su magistral THE HONEY POT  (Mujeres en Venecia, 1967) –curiosamente protagonizada por Rex Harrison, marido de la Kendall hasta la muerte de la misma, y que en cierto modo se echa de menos a la hora de encarnar al rol de Fabian-. No olvidemos que Harrison asumiría un rol de similares características bastantes años atrás con UNFAITHFULLY YOURS (1948, Preston Sturges). La confluencia de estos elementos, articularán una comedia de salón de singular expresión, que podríamos situar sin miedo a equivocarnos dentro de una equilibrada equidistancia con los nuevos modos que para el género se estaban ya consolidando en aquellos años, de los que Donen fue uno de sus artífices más valiosos y, al mismo tiempo, ligada a los parámetros tradicionales del mismo.

No por ello hemos de dejar de lado la brillantez con la que Brynner encarna su personaje –en el que se inserta un delirante private joke aludiendo a su calvicie en la breve secuencia de la boda privada-, unido a la extraordinaria clase que despliega una Kay Kendall en estado de gracia –elegantemente vestida por Givenchy, al que Donen ya había utilizado para servir de modisto de Audrey Hepburn en la ya citada FUNNY FACE-. La Kendall demuestra una vez más su capacidad para explotar un inigualable sentido del tempo cómico, alternando situaciones divertidas –sus guiños a los admiradores que la escuchan en el recital de arpa, las peleas con Brynner, su facilidad para emborracharse y desinhibirse-, con otros instantes en los que la pareja protagonista desnudan sus respectivas “puestas en escena” –en realidad sus enfrentamientos se articulan en la tradición de la comedia de la “guerra de los sexos”-, mostrándose como seres humanos revestidos de sentimiento y en la búsqueda de la comprensión de la persona que tienen enfrente como pareja. Es en esos momentos, donde Donen da lo mejor de sí mismo, poniendo en práctica esa comprensión por sus personajes que fue uno de sus ejes centrales como cineasta.

Será un aspecto que nuestro director prolongará a lo largo de los episodios más importantes de su filmografía, y que tendrá su punto álgido en la extraordinaria TWO FOR THE ROAD  (Dos en la carretera, 1967), erigiéndose por derecho propio como uno de los cineastas que con mayor sinceridad trató la complejidad de la vida en pareja. Es algo que tendrá su máximo exponente en esa secuencia final, donde la emotividad se pondrá de manifiesto en ese matrimonio tan especial, renunciando Fabian a un principio tan cómico como revestido de dignidad –negarse a dirigir la interpretación del “barras y estrellas” que obligaban los patrocinadores de su contrato-, al comprobar como su esposa ha tenido que utilizar previamente sus encantos para que dicho acuerdo formal llegara a buen puerto. Es en esos instantes en donde el alma de los personajes de Stanley Donen, brilla por encima de las convenciones de una base de comedia, en la que resulta impagable el juego de su pareja protagonista y, de manera muy especial, las constante marrullerías puestas en prácticas por el magnífico y veterano Gregory Ratoff –antiguo director de melodramas y competente actor de carácter-. Por el contrario, si cabe oponer un pero al conjunto, este se centrará en la escasa entidad proporcionada al nuevo amante con el que Dolly se comprometerá, por más que la película nos lo presente con un divertido apunte, al anunciarle la llamada de su amada con un brazo mecánico –este es un investigador de notable prestigio-.

Calificación: 3

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