Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

DON’T LOOK NOW (1973, Nicolas Roeg) Amenaza en la sombra

DON’T LOOK NOW (1973, Nicolas Roeg) Amenaza en la sombra

De ser uno de los operadores de fotografía más reputados del Swinging London, cuando el cine británico se replegó en uno de sus periódicos retrocesos industriales y creativos, el recientemente fallecido Nicolas Roeg, apuesta por dar el salto, junto al iconoclasta Donald Cammell, dando vida una de las obras más controvertidas y reveladoras de aquel tiempo, siempre lindante con la psicodelia, la estupenda PERFORMANCE (1970). Será el inicio de una zigzagueante e irregular trayectoria, repujada de aportaciones televisivas y videos, conformando una desconcertante aportación, que justo es reconocer, en sus momentos iniciales, albergaba más inquietud que la posteriormente manifestada. DON’T LOOK NOW (Amenaza en la sombra, 1973), será su tercera realización -tras la reconocida WALKABOUT (Idem, 1971) -que tardó muchos años en ser estrenada en nuestro país, y aún así, también de tapadillo-.

No es el caso de este thriller sobrenatural, adaptación de una historia de Daphne Du Maurier, entroncando con ese periodo inquieto y renovador para el cine fantástico, que brindó propuestas en su momento de gran éxito comercial, pero que la crítica del momento no supo apreciar en la medida de su valía. Títulos como THE OMEN (La profecía, 1976. Richard Donner), o incluso sin haber llegado en su momento a nuestro país, como el revindicado THE WICKER MAN (1973, Robin Hardy). Fueron estas y otras muchas -pienso en los primeros exponentes de Brian De Palma-, propuestas que conectaban con una serie de miradas renovadoras en el género, más conectadas entre sí de lo que podría suponer en primera instancia, pero que pillaron con el pie cambiado a numerosos comentaristas del momento. En cualquier caso, lo cierto y verdad es que nos encontramos con otra cult movie, y que se viene a sumar, a esa nada desdeñable sucesión de títulos, que encontrarían en el marco de una decadente Venecia, el lugar adecuado para plasmar un argumento denso e inquietante que, al mismo tiempo, resulta fácil de definir en unas muy pocas líneas. Estoy convencido, por otro lado, que cuando Paul Schrader asume la realización de la espléndida -y también ¡Oh, casualidad!, en su momento despreciada- THE COMFORT OF STRANGERS (El placer de los extraños, 1990), tuvo bien presente esta película que, entre otras cosas describe, como el título de Schrader, la crisis de una pareja.

La película se iniciará en la vivienda inglesa de un acomodado matrimonio. El formado por John (Donald Sutherland) y Laura Baxter (Julie Christie). Se trata de una pareja joven y acomodada -él es restaurador-, que conversan en su casa de campo, mientras sus dos hijos juegan en los amplios exteriores campestres. De manera inesperada, mientras en una de las diapositivas que maneja John surge una mancha roja de tinta, la pequeña morirá ahogada, provocando un comprensible shock en la pareja. La acción pasará a la ciudad de Venecia, que aparecerá tan sugerente y envejecida como pocas veces ha sido recogida en la gran pantalla, donde John ha atendido el encargo del obispo Barbarrigo (Massimo Serato), para restaurar un amplio y casi ruinoso templo. Aunque procuran no hablar de ello, resulta evidente que el recuerdo latente de la muerte de la pequeña, consolidando además la sensación, que su relación aparezca desprovista del más mínimo aliciente. Un día, cuando ambos acuden a un viejo restaurante, Laura conocerá a una pareja de inglesas, una de ellas ciega -Heather (magnífica e inquietante Hilary Mason)-, con poderes psíquicos, que le revelará que ha visto a su hija entre ella y su marido. Los indicios harán que esta renazca de un pasado cercano que se presume dominado por desequilibrios mentales, llegando incluso a favorecer la pulsión sexual entre la pareja. Sin embargo, su esposo en ningún momento dará pábulo a estas revelaciones, aunque poco a poco se irá percibiendo una atmósfera casi irrespirable, en la que intervendrán una serie de crímenes que se vienen cometiendo en suelo veneciano. Esa creciente tensión, no solo repercutirá en torno al propio matrimonio, sino incluso a personajes de entrada secundarios, como ese obispo que, pese a no querer, debe dejar una puerta abierta a cualquier indicio de lo sobrenatural. Todo ello, llevará finalmente a John a asumir aquello que ha ido negando de manera insistente, aunque llegado ese momento, todo será demasiado tarde.

Para poder degustar de los considerables placeres que  ofrece DON’T LOOK NOW, no cabe duda que cualquier espectador formado en el clasicismo cinematográfico, tiene que dejar de lado dicha premisa, para poder entrar, en ese derroche de fúnebre sensualidad que nos proporciona el film de Roeg. Verdadera sinfonía de rojo y agua, transmite en todo momento al espectador una creciente sensación de desasosiego, convirtiendo las calles de Venecia, en el primer personaje de este oscuro thriller psicológico, que en algunos momentos asume cierta herencia del giallo italiano, pero que en todo momento adquiere personalidad propia. Y lo hace a través de una formulación que asume no pocas debilidades visuales de la época -montaje de planos cortos, teleobjetivos, zooms, ralentis,  flous-, pero que preciso es reconocer, logra configurar un conjunto denso e inquietante. Es más, me atrevo a señalar que dicha estética -tan cuestionable en otros ámbitos-, le va como anillo al dedo a una película que, más que narrar, ofrece momentos, instantes, miradas y sensaciones. Una puesta en escena totalmente descriptiva, que discurre a través de una mínima base argumental, centrada sobre en el reconocimiento de aquello que John mantiene oculto, y ni siquiera es capaz de percibir, a través de la cual, el espectador siente en carne propia el creciente desasosiego de dos seres rotos en su convivencia, a los que ni siquiera el anuncio de una existencia ultraterrena para su hija, conseguirá centrar su vida en común.

Ayudado por una física y exuberante fotografía en color de Anthony Richmond, y la abigarrada partitura sonora de Pino Donaggio -pocos años después, fichado para el ya citado De Palma-, es evidente que esa formulación visual incurre en no pocas redundancias -pienso en ese plano subjetivo que se superpone, recordando la muerte de la niña, cuando John contempla el cadáver de una joven, que extrae la policía de un canal-. Sin embargo, hay tanta desmesura, que todo confluye en esa sucesión de matices, recovecos… Ese hotel en el que residen nuestros protagonistas, en donde no parece hospedarse nadie. Ese comisario de policía que mira con insana inquietud a John, cuando este denuncia la ausencia de noticias de su esposa, después de haberla visto en un vaporetto por el canal. El aire casi ruinoso del templo que este restaura, dominado por oscuras esculturas, de inquietante presagio. La mirada sombría del obispo, expresando esa zozobra que a él también le atenaza. La ambivalencia que expresa Heather, con esos ojos exageradamente cegados. La facilidad con la que en Venecia se pasa de una calle transitada o una que parece de otra dimensión. Las ratas que surgen de sus aguas que parecen detenerse en el tiempo. La constante presencia de objetos y seres destacados en el uso del rojo…

Antes lo señalaba, DON’T LOOK NOW supone, más que una propuesta convencional, toda una experiencia. Un extraño, desigual pero siempre fascinante, paseo, por un entorno en el que la decadencia, se dará de la mano como puente de dimensiones paralelas.

Calificación: 3’5

1 comentario

LUIS -

Película de incómoda visión, pero inquietante y turbadora como pocas. Enorme química entre Sutherland y Christie.