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CINEMA DE PERRA GORDA

KAMERADSCHAFT (1931, Georg Wilhelm Pabst) Carbón

KAMERADSCHAFT (1931, Georg Wilhelm Pabst) Carbón

La grandeza de una obra como KAMERADSCHAFT (Carbón, 1931), se puede calibrar de diversas maneras. De entrada, constituir uno de los más hermosos cantos a la solidaridad, marcados en el cine de su tiempo. De hecho, la traducción del término alemán del título, es “Camaradería”. Es decir, asistimos a una especie de cánto en torno a la posibilidad de aunar voluntades en la clase obrera, que debería figurar a la altura de los mejores exponentes dentro de una temática no demasiado frecuentada en la pantalla, y que en no pocas ocasiones pesan más en su análisis, la firma y el pedigrí de su firmante. Pues bien, aquí tienen una vez más la apuesta de Georg Wilhelm Pabst, un sensible humanista, que durante toda su obra apeló a esa búsqueda casi inútil del raciocinio y la unión de voluntades, desde los inicios de su trayectoria en pleno periodo silente alemán, coincidiendo con los primeros pasos de la República de Weimar, hasta la denuncia de las monstruosidades del nazismo, que caracterizaron varias de sus últimas películas, rodadas en la segunda mitad de los cincuenta.

Como sucedió en no pocas ocasiones, de KAMERADSCHAFT se rodaron dos versiones, una alemana y otra francesa, al parecer con leves matizaciones en su base argumental -algo en buena medida comprensible, dado que la película habla precisamente de los colectivos mineros de sendos países-, tomando como referencia el terrible accidente -con más de un millar de muertes- sucedido en una mina de Courriérers, ubicada en la frontera de ambos estados, el año 1906. La película actualiza dicha fecha, situando su acción, ficticia, en el tiempo del rodaje. Es en esta ocasión la versión alemana, la que me sirve como base, de la que se logró una reconstrucción casi completa, con la sola excepción de unos pocos minutos situados en su parte final, que mostrarían la reacción de la prensa y autoridades, ante la conclusión de las tareas de salvación. Todo ello, tomaría forma a partir de una base argumental, basada en la novela de Carl Haensel, en la que participaron seis guionistas, entre los que cabría citar a Ladislao Vajda, años después refugiado en nuestro cine.

Pese a esa ocasional omisión, no cabe duda que nos encontramos con una propuesta excelente, palpitante y llena de vida, que camina a diferentes velocidades, conformando un cuadro social lleno de veracidad y fuerza social. Lo hará desde sus primeros y magníficos pasajes en los que, con muy pocos planos, se describe con rigor argumental, el enfrentamiento producido entre esos pueblos fronterizos -el alemán y el francés-. Desde los niños -hijos de familias de los dos países- que se enfrentan por la propiedad de esas canicas, que propiciarán unos pasajes en los que con tanto sentido de la síntesis como intencionalidad dialéctica, se transmitirá al espectador el enorme drama de la mina. Los recelos del personal de las fronteras para permitir el paso de trabajadores. La dureza de la emigración, o la crisis de la minería, definida en un exceso de producción, plasmado en ese ominoso plano que inunda literalmente el encuadre, describiendo un exceso de producción que las autoridades no saben como utilizar.

Esa presentación, se extenderá en la descripción de su tiempo de ocio, en el que de nuevo -las secuencias en la taberna-, se dejará bien a las claras ese sempiterno enfrentamiento de unos mineros, que proyectan sobre sí, las huellas de la I Guerra Mundial. Será también la oportunidad de plasmar las circunstancias personales, de los protagonistas de ese cuadro coral. El preámbulo que nos abrirá a uno de los grandes logros de la película; esa asombrosa visión de la entraña de las minas de cabrón, mostradas en sus imágenes con una sensación de veracidad y nitidez, pocas veces igualada en la pantalla. Es más, estoy por afirmar que tendría que pasar mucho tiempo -el Fritz Lang de su admirable díptico de aventuras, formado por DER TIGER VON ESCHNAPUR (El tigre de Esnapur, 1959) y DAS INDISCHE GRABMAL (La tumba india, 1959)-, para encontrar un título que lograra mostrar con tanta intensidad y fisicidad, el rasgo opresivo de la actividad en el subsuelo -en este caso, la mina-. Será este uno de los aspectos más memorables de la película, y en el que destacará tanto la perfección de su recreación escenográfica, como el propio impacto de los momentos que irán describiendo de manera progresiva, el proceso de la catástrofe sufrida en su interior, con el derrumbe de parte de sus instalaciones, debido a una creciente presencia de masas calóricas, que se iniciarán con un aterrador incendio. Anteriormente, Pabst insertará un travelling lateral, que describirá silenciosamente, en medio de la cotidianeidad -y también la dureza- de los trabajos de los mineros, la casi inminencia de la tragedia, suscitada en la zona francesa.

Esta aparecerá con una extraña mezcla de horror e inevitabilidad, iniciando el drama. Drama en el interior de la mina, donde junto al desplome se enracimarán cuerpos muertos, heridos y sepultados. Y tragedia en la colectividad de las poblaciones, donde las sufridas mujeres de los mineros, se verán desamparadas ante los responsables de la mina, que apenas les mantendrán informadas -es izada la bandera que anuncia el accidente-, y solo intentarán mantenerlas al margen del trato directo con la puerta de la misma, que vive la rotura del ascensor que da acceso a la misma. Será el momento en el que un grupo de mineros alemanes -que hemos visto anteriormente en su enfrentamiento en la taberna-, decida unirse a la ayuda con los compañeros del país fronterizo, organizando un par de camiones llenos de voluntarios. Será el momento del inicio de la solidaridad, en el que apenas tendrá vigencia el yugo de las fronteras, y que se plasmará -detalle genial- incluso desde el propio subsuelo, cuando otro grupo de alemanes, tire abajo la frontera física establecida en el interior de la propia mina, a partir de la pasada contienda.

Hay un elemento que me permito destacar, dentro de las excelencias de KAMERADSCHAFT. Este no es otro que la absoluta modernidad de sus formas cinematográficas, sobre todo en la incorporación del sonido, ya que nos encontramos en una producción de 1931, en los primeros compases del sonoro. Dentro de dichas premisas, Pabst sabe lograr un casi asombroso equilibrio, en una película que alterna lo cotidiano, lo épico, lo dialéctico y la modernidad de formas, con la seguridad de un cineasta que plasma un relato, que asume como propio en sus premisas y conclusiones. En ella, resaltará también la precisión de las diversas subtramas que marcan su trazado, conformando un continuum de asombrosa vigencia. Ello nos brindará secuencias extraordinarias, dentro de la admirable coherencia de su conjunto. La rotundidad casi muda del pavoroso incendio que acaecerá la mina. Esos instantes previos, donde contemplamos como los hierros que sostienen las cavidades, se dilatan por la fuerza del enorme calor. Ese doloroso momento, descrito desde el interior de un vagón de tren, en el que la novia de uno de los mineros, y hermana de otro, contempla como los habitantes de la población, caminan en dirección opuesta con destino a la mina, conocedores de la tragedia. El plano sostenido, con la cámara ubicada en la entrada al túnel de ascensor, donde contemplamos como este funciona de nuevo, observando al mismo tiempo con su funcionamiento, la enorme profundidad de este. La secuencia muda, en la que el viejo y jubilado minero, desciende desde la salida de ventilación, hasta la profundidad de la mina, con su casi quijotesca intención de recuperar a su joven nieto, que ha debutado en la misma. Todas y cada una de las secuencias que se desarrollan en el interior de la mina, conformando un conjunto de secuencias, provistas de un sentido de la verdad fílmica y un desasosiego existencial, realmente insuperable. O ese largo, y finalmente penoso proceso, en el que ese grupo de operarios alemanes, destruirán la frontera entre ambos países establecida bajo tierra -anteriormente, la mina no marcaba dicha separación-, conformando un proceso en el que recuperarán a ese minero jubilado y su nieto, y vivirán la cercanía de una muerte segura, atrapados en su seno. Y hay una de ellas, que aparece casi delirante. Cuando uno de los mineros heridos vea acercarse a un rescatador alemán -que porta una máscara antigás-, su mente trastornada le hará trasladarse al campo de guerra, imaginando una contienda con un soldado alemán -es probable que dicho inserto, provenga de uno de los relatos bélicos rodados por el propio Pabst ¿El casi inmediatamente precedente WESTFRONT 1918 (Cuatro de infantería, 1930), quizá?

Lacerante en su dramatismo, cercana a la hora de plasmar tanto la tragedia bajo tierra, y el conflicto en la superficie, KAMERADSCHAFT sabe funcionar a varios niveles y, pese a ello, deviene de plena actualidad en sus conclusiones, con ese final tan desolador en su plasmación, en el que las autoridades de ambos países, haciendo caso omiso del ejemplo que han brindado sus ciudadanos, reinstaurarán orgullosos, la frontera interior de la mina. Una obra admirable.

Calificación: 4

1 comentario

LUIS -

Coincido totalmente. Unanpelicula admirable.