DER LETZTE AKT (1955, Georg Wilhelm Pabst) El último acto
El paso de los años, no corre a favor de la revalorización de la obra del alemán Georg Wilhelm Pabst (1885 – 1967), clásico ejemplo de cineasta que suele ser muy citado en todas las enciclopedias pero que, como muchos otros hombres de cine de su país -pienso en E. A. Dupont, Helmut Kautner, Georg Tessler…- forma parte de esa extraña maldición, que impide una mirada global en torno a la producción de aquel país. De Pabst se suele hablar en ocasiones, pero se ha visto poco o nada su cine, y es algo en lo que uno mismo ha de entonar el mea culpa, en la medida que hasta la fecha, solo he contemplado cuatro, de los cerca de 40 títulos que forman su filmografía, iniciada en pleno periodo silente.
Pero cuando uno accede y se sorprende, ante la atmósfera, la densidad, la dureza y, finalmente, la tibia luz de esperanza, que manifiesta DER LETZTE AKT (El último acto, 1955), no de deja de asumir que el gran cineasta, cuando solo le restaban tres títulos, cara a cerrar su obra, podía mostrarse con tanta fuerza dramática, y se encontraba tan pletórico de recursos expresivos, a la hora de plasmar por vez primera en la pantalla, la crónica de los últimos diez días de la vida de Adolf Hitler, la caída del III Reich, dejando la narración como advertencia, de cara a la sociedad de aquel tiempo, a no incurrir de nuevo en los errores que llevaron a una de las mayores atrocidades de la historia de la Humanidad. Será, pues, la primera de las numerosas producciones, que centrarán su argumento, en este oscuro y al mismo tiempo liberador episodio de la contienda mundial. No he visto ninguno más de ellos, pero dudo que ni siquiera el cercano y prestigioso DER UNTERGANG (El hundimiento, 2004. Oliver Hirschbiegel), llegue a la altura de esta tan extraordinaria como apenas evocada película.
El film de Pabst de inmediato va al grano, describiendo su aura casi fúnebre, incluso desde esos primeros instantes, descritos en un tiroteo en el exterior de la cancillería berlinesa. Hasta allí se acercará el joven capitán Hauptmann Wüst (un estupendo Oscar Werner). Personaje ficticio, será el asidero argumental creado por el escritor pacifista Erich María Remarque, al adaptar para la pantalla la novela de Michael A. Musmano, contando también como guionista con Fritz Habeck. En su persona se describirá un nazi desencantado, que al introducirse en el agonizante bunquer del Reich, al objeto de transmitir una información de su superior, irá percibiendo el irremisible horror que representa aquel contexto, intentando inútilmente brindar, en sus últimos momentos, una brizna de sensatez y lucidez, a lo que no aparece más que la inevitable conclusión, a una aterradora pesadilla.
Que duda cabe, que uno de los grandes aciertos de DER LETZTE AKT, reside en la intensa, casi irrespirable y claustrofóbica atmósfera, que destilan todas y cada una de sus imágenes. De manera muy especial, a aquellas que se desarrollan en el opresivo bunker, que se erige como epicentro del relato. Pero también en las rodadas en exteriores, que parecen erigirse como una prolongación lógica, de la atrocidad vivida en el epicentro del régimen nazi, en sus últimas horas. A ello, ayudará de manera decisiva la asombrosa, oscura, casi opaca, fotografía en blanco y negro de Günter Handers, que adquiere una potente fuerza expresiva, y se convierte en el principal aliado de la planificación propuesta por Pabst, de inequívoco regusto expresionista. Algo que se podrá percibir en el conjunto de este duro, intenso y bien modulado relato, que no dejará de apostar por detalles que avalan la tremenda ironía, en torno a los rituales que sostienen el autoritarismo militarista. Es algo que comprobaremos al principio, cuando los oficiales de guardia que abandonan el bunker, vacían una caja con condecoraciones militares, para introducir en ella un trozo de embutido. O la patética ceremonia de Hitler (notable Albin Skoda), en la que impone sendas medallas, a un grupo de chavales que, de manera organizada, han protagonizado casi fantasmales actos de lucha en contra de los ejércitos aliados que flanquean Berlin, casi como último vestigio, de un ejército como el alemán, completamente diezmado, e incluso despreciado en la locura creciente de su líder. Un Hitler al que, sin dejar de manifestar su creciente aura de demencia, y su desprecio por la vida humana, la película no deja de insuflar una mirada que ofrece ciertos destellos de humanidad, al mostrar la creciente conciencia del fin que se avecina para él, y que en la película, siempre será plasmado, en aquellos momentos que ratifican dicha inexorable conclusión, en una planificación afilada, que filma al máximo dirigente nazi entre sombras, o encuadrado entre los componentes de su estado mayor, cada vez más envuelto en dudas y sombríos augurios. Una sensación de fantasmagoría, que se extenderá de manera gradual en el contexto de la película, en secuencias como ese baile casi interminable, entre numerosos componentes del personal bunker, casi como celebrando la llegada de la inevitable conclusión, o en la extraña, casi fantasmal secuencia de la boda de Hitler con Eva Braun (espléndida Lotte Tobich), con ese precioso detalle de la Braun, firmando en el acta de matrimonio, como esposa del führer.
DER LETZTE AKT es una película de casi inabordable densidad, que exige una concentración extrema del espectador, no debido a una complejidad narrativa, sino al hecho de no encontrar en sus sombrías imágenes, asidero emocional alguno. No lo proporcionará, pese a sus esfuerzos, el cada vez más noble y lúdico Wüst. Ni lo hará ese joven voluntario del nazismo, que finalmente comprobará con horror, como la intransigencia de Hitler, se ha llevado por delante a su madre, refugiada en el metro de Berlín. Ni siquiera esa última esperanza que se mostrará tras la muerte del primero, encontrando quizá el suficiente eco en ese chaval, para aprender la lección de no repetir los errores del pasado. El film de Pabst, dominado por una muy rigurosa plasmación cinematográfica, está trufado de momentos inolvidables, en donde una brizna de humanidad, apenas puede hacerse notar, en medio del absoluto marasmo del horror. Y ello en sus imágenes, es posible que tenga presencia, en la creciente deriva psicópata de Hitler, dominada en sus monólogos y delirios -a mi juicio lo menos perdurable del conjunto-. Pero, por el contrario, se brinda en instantes de casi dolorosa intensidad, frecuentes en su discurrir. Lo proporciona esa secuencia intensa, en la que Hitler habla con uno de los componentes de su alto mando, herido y casi paralizado por el dolor, quien entre lágrimas le confiesa el horror que ha vivido en esa batalla innecesaria. O la que describe el fusilamiento -en off- por orden de Hitler, de un componente de su entorno que ha huido del bunker, y ha sido detenido. O los estremecedores instantes de la muerte de Wüst -gran actor Werner-; pocas veces el fallecimiento de alguien ha sido descrito con tanta fuerza dramática. O, en definitiva, en la frialdad extrema que adquiere la plasmación de la cremación de los cadáveres de Hitler y la Braun, superponiendo su fuego al rostro sin vida de Wüst y, en off, escuchándose la auténtica entraña de la película, el deseo póstumo de este, de olvidar un término muy pronunciado al hablar con los jerarcas nazis. Ese “Jawohl”, traducido como “a sus órdenes”, verdadera quintaesencia de la atrocidad del III Reich.
También en sus oscuras y tenebrosas secuencias exteriores, se plasmará esa mezcla de horror intenso. Como en ese reprobable individuo, con clara semejanza al Nosferatu de Murnau, que intentará ejercer como chivato, en medio de una multitud de refugiados que sabrán plantarle cara. O en ese oficial ahorcado en una farola de la calle, simplemente por haberse ausentado para socorrer a su madre enferma, y al que han quitado del cadáver hasta sus botas. O lo terribles que resultarán, todos aquellos instantes que describan la inundación provocada en el metro, a partir de ese bombardeo provocado por Hitler, con la vana intención de detener la ofensiva soviética; en la que incluso la presencia de su cartelería, proporcionarán irónicos apuntes, a la aterradora panorámica de lo que muestran.
Con ser admirables estos y otros instantes, de esta obra tan intensa como oscura, no dudaría en quedarme, de todos ellos, la secuencia “a dos”, entre dos de los altos mandos de Hitler. Uno de ellos, apela a la posibilidad de refutar la orden del führer de bombardear el río, para inundar ese metro lleno de heridos, que morirán inevitablemente. El otro, totalmente amoral, resta importancia a la pérdida de vidas humanas, señalando que en el fondo se les va a evitar el horror de las postrimerías de la contienda. Su oponente, más reflexivo, apela a razones metafísicas y el otro, absolutamente descreído, le señala que Dios no existe. Finalmente, su compañero, totalmente abatido, no dejará de apelar a la posibilidad de la existencia de lo sobrenatural, con su correspondiente sometimiento de juicio por tanto horror acumulado.
No cabe duda, que las imágenes de DER LETZTE AKT, hablan de una implicación personal de Pabst en las consecuencias del nazismo, que tendría su prolongación de la posterior, e igualmente ignota ES GESCHAM AM 20. JULI (Sucedió el 20 de Julio, 1955), centrada en narrar el intento de asesinato de Hitler. Lo que es evidente, es que su presencia, se da cita, en uno de los momentos más brillantes del cine bélico, con propuestas marcadas por su carácter antibélico, y rodadas por especialistas del mismo, como Samuel Fuller, Edward Dmytryk, a punto de emerger algunas de las cimas de la vertiente. Un género, en el que no dudaría es destacar la intensa propuesta de Pabst, por encima de la atractiva pero, a mi juicio, sobreestimada PATHS OF GLORY (Senderos de gloria, 1957. Stanley Kubrick) y casi, casi, lindando con la extraordinaria MEN IN WAR (La colina de los diablos de acero, 1957. Anthony Mann).
Calificación: 4
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