THREE SECRETS (1950, Robert Wise) Tres secretos
Más allá de su alcance, lo cierto es que THREE SECRETS (Tres secretos, 1950), supuso para el norteamericano Robert Wise, la oportunidad de emerger de su periodo inicial de aprendizaje, curtiéndose con ajustados presupuestos en el universo de la serie B en la RKO. En concreto, lo recogemos tras el rodaje de la brillante THE SET UP (1949), una mirada vibrante en torno al universo del boxeo. Tras ella, encarama la que sería su décima película, en una producción de Warner Bros, contando con un notable diseño de producción y, ante todo, un magnífico trío de protagonistas femeninas. En cualquier caso, más allá de esta circunstancia concreta -y nada baladí-, no cabe duda que nos encontramos ante un melodrama, que asume claramente el eco de la espléndida A LETTER TO THREE VIWES (Carta a tres esposas, 1949) por la que Joseph L. Mankiewicz alcanzó su doble Oscar al mejor director y guionista. Curiosamente, parte de su planteamiento dramático, aparece como un inesperado referente de la inmediatamente posterior ACE IN THE HOLE (El gran carnaval, 1951. Billy Wilder), precisamente en los pasajes a mi juicio más endebles de la película.
Caracterizada por ser uno de los títulos menos conocidos de la obra de Wise -y no por ello carente de interés-, THREE SECRETS se inicia de manera inesperada, con la vivencia de un accidente de aviación, desde el prisma del niño, uno de los escasos pasajeros que viajan en él. La percutante manera con la que el realizador inicia el relato, pronto dará paso al vuelo de unos rescatadores, haciendo las fotografías pertinentes, que descubren los restos del avión, en la cima de un escarpado peñasco. Sin embargo, la comparación de varias imágenes, permitirá descubrir a los investigadores, que el niño que aparece lejanamente se ha movido. Es decir, que se encuentra con vida. Sin solución de continuidad, se nos trasladará hasta la redacción de un periódico, donde su editor (encarnado por el siempre excelente Jay Adler, en un breve cameo), traslada a Hardin (Edmon Ryan), uno de sus reporteros, cubrir la noticia, llegando hasta el hogar de la pudiente familia accidentada. Una vez en contacto con la sirvienta negra, pronto veremos la actitud de los periodistas, tomando imágenes del hogar, y potenciando el elemento ternurista de la noticia. Sin embargo, un detalle sorprenderá al periodista, descubrir que el niño es adoptado, procurando que la sirvienta no comente dicha novedad a los compañeros que, sin duda, pronto aparecerán. Ello nos llevará hasta el hogar de adopción, donde su máxima responsable se mantendrá en la decisión ética de no desvelar quienes son las madres de los niños que han cedido a nuevos padres. Es más, en un momento de suma convicción, y ayudado de su secretaria, recogerá los informes de las adopciones concretadas en la fecha señalada, cinco años atrás, y los depositará en la caja fuerte de la institución, señalando que ni ellas mismas han de recordar aquellas circunstancias concretas.
La acción se trasladará al hogar de los Chase, donde el esposo -Bill (Leif Erickson)-, se marcha por trabajo, incorporándose a la vivienda la madre de Susan (Eleanor Parker), la fiel y acomodada esposa. La progenitora, la sra. Connors (Katherine Warren), demostrará desde el primer momento su fuerte personalidad, y mientras el esposo ultima sus pertenencias para el viaje, comentará a Susan la incidencia de la desaparición del muchacho. Algo en lo que ella no reparará, hasta ir percibiendo por las noticias de la radio, que bien pudiera tratarse de ese niño que dio en adopción, años atrás. Ha sido una circunstancia que ha mantenido en secreto todo este tiempo a su esposo, aunque ha compartido siempre con su madre, empeñada en que enderezara el rumbo de su vida.
Hasta ese momento, podemos señalar que THREE SECRETS deviene una película casi admirable. La manera con la que se van fundiendo los distintos escenarios en os que se va trasladando la acción, al mismo tiempo, nos previene de una de las vertientes más atractivas de la película; la de proporcionar a partir de su peripecia argumental -obra del tándem formado por Martin Rackin y Gina Kaus-, una mirada más o menos global de la sociedad norteamericana del momento. Desde el funcionamiento de las fuerzas militares, la prensa, o distintos estamentos más o menos representativos, propondrá igualmente, el mejor fragmento del relato, y quizá uno de las más valiosas set pièces de la obra de Wise. Me refiero a ese plano largo, sostenido a base de numerosos reencuadres, marcados en la ubicación de los actores en el mismo, cuando Bill va relatando a su esposa los pormenores de la noticia de la desaparición del niño, mientras ella le va ayudando. Será un pasaje en el que, de manera medida pero implacable, se irá insertando un elemento de inquietud, cortado ante el anuncio de la radio, de la condición de adoptado del pequeño.
A partir de ese momento, el film de Wise se centrará en describir la andadura, mediante sendos flashbacks, que llevaron a las protagonistas, a dejar en adopción, sendos recién nacidos el mismo día de abril de cinco años atrás. El primero de ellos, lo protagonizará la asustadiza Susan, mientras se dirige en coche hasta el entorno de donde se van a producir las tareas de rescate del pequeño. El recuerdo se remontará a las postrimerías de la II Guerra Mundial, donde esta quedará embarazada por Paul Radin (Arthur Franz), un soldado que en el momento de su regreso, le confesará la imposibilidad de olvidar a una prometida que mantenía en su localidad. Al llegar al lugar del rescate, Susan pronto quedará reconocida por la mundana periodista Phyllis Horn (Patricia Neal), ya que las tres coincidieron en el hogar de acogida el día que entregaron sus respectivos bebés. Esta será una periodista de reconocida valentía y personalidad, casada con Bob Duffy (Frank Lovejoy), quien le dará una última oportunidad para que abandone su vocación y recupere su matrimonio. Phyllis aceptará el envite, pero no podrá evitar vivir en carne propia una nueva aventura periodística, de gran prestigio internacional, en cuyo destino descubrirá que se encuentra embarazada. Aunque regrese a tierras americanas, será demasiado tarde, al descubrir que su esposo ha pedido el divorcio, y muy poco después se ha vuelto a casarse. Por último, cuando las tareas de rescate del muchacho se encuentran en plena tensión, aparecerá la última posible madre del pequeño, la polémica actriz Ann Lawrence (Ruth Roman), encarcelada en breve tiempo por haber matado a su amante, de la que se nos relatará el despreciable abandono que puso en práctica en torno a esta.
Pese a que en algunos momentos linde con lo convencional, y aunque las secuencias en las que Wise intenta describir las labores televisivas, antes de iniciarse las tareas de rescate, pecan de excesiva blandura y amabilidad. lo cierto es que el ulterior devenir de THREE SECRETS conserva no poco interés. De entrada, la articulación del pasado de las tres protagonistas, está expuesto de manera libre e inesperada, describiendo a su través tres perfiles complementarios, que incidirán y complementarán esa mirada más o menos descriptiva de la sociedad del American Way of Life, en la que podremos destacar matices especialmente brillantes, como la dominante madre de Susan, empeñada en procurar para su hija ese futuro, que probablemente ella nunca logró. El tormento interior que se establecerá en Phyllis, al tener que decidir entre proseguir el desarrollo de una vocación profesional que acentúe su personalidad luchadora, o el servilismo en torno al respeto de una relación matrimonial. Y, finalmente, en el relato de la azarosa andadura de Ann, la casi kakfiana estructura dramática de esa búsqueda infructuosa de su amante, que la relacionará de manera inevitable con el poco recomendable Del Prince (espléndido Ted de Corsia).
Todo ello irá conformando una amalgama que, si bien Wise no lleva a apurarla hasta sus últimos términos -ese componentes excesivamente humanista y positivista del director, acusa su presencia-, no es menos cierto que logra articular un conjunto convincente, que tiene en la admirable labor de sus tres intérpretes -entre no puedo dejar de destacar una memorable Eleanor Parker-, inmejorables portadoras de la sinceridad de su contenido, llegando a hacer creíble, el cambio de actitud del avispado Hardin, al dejarse convencer para no relatar en su periódico la identidad de la madre del pequeño. Será dentro de este ámbito, donde podremos describir dos secuencias magníficas. Una de ellas, que duda cabe, será el intenso episodio, el que la camilla con el pequeño será llevada entre los concentrados, ante la reacción de las tres jóvenes que han estado esperando su regreso. El otro, más breve, pero mucho más intenso, será cuando por la ventana contemplen la bengala disparada desde la montaña, señalando que han encontrado el cuerpo del pequeño. La respiración se llegará a detener, esperando el disparo de una segunda bengala -a modo de fumata blanca- anunciando en la inmensidad de la noche, que este se encuentra con vida.
Calificación: 3
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jorge trejo rayón -