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CINEMA DE PERRA GORDA

SLAUGHTER ON 10th AVENUE (1957, Arnold Laven) Matanza en la décima avenida

SLAUGHTER ON 10th AVENUE (1957, Arnold Laven) Matanza en la décima avenida

Aunque extendido en una andadura casi estajanovista en el ámbito televisivo -prolongada además durante varias décadas-, el norteamericano Arnold Laven, desplegó una discreta, pero nada desdeñable andadura cinematográfica, firmando un total de 11 largometrajes, 7 de ellos en la década de los 50, y 4 en el siguiente decenio. No he podido contemplar todos ellos, pero de entre los que he tenido ocasión de visionar, sin duda alguna SLAUGHTER ON 10th AVENUE (Matanza en la décima avenida, 1957) resulta el más atractivo, narrando una historia real -tal y como señalan los créditos-, aunque modificando ciertos elementos, en una historia descrita en el libro de William J. Keating -relatando su experiencia autobiográfica- y Richard Carter, transformada en guion para la pantalla, por el experto Lawrence Roman.

Lo cierto es que, de entrada, y pese a la ausencia de formato panorámico, que fue una de las ‘marcas de fábrica’ de dicho productor, desde sus primeros instantes podemos apreciar la impronta visual y dramática, propia de uno de los productores más fascinantes de la segunda mitad de la década de los 50; Albert Zugsmith, en aquellos años, en su apogeo dentro de la Universal. El film de Laven se inicia con un episodio magnífico, tenso y percutante, describiendo el asalto y acribillamiento de Solly Pitts (Mickey Shaughnessy), un líder sindical que se ha enfrentado al mafioso Eddie Cook, siendo este y dos de sus esbirros, quienes han ejecutado el intento de asesinato. La secuencia se describirá, de manera asfixiante -ayudada por el conocido tema musical del mismo título, obra de Richard Rodgers-, mientras Solly desciende por las escaleras de su edificio, rumbo al trabajo. Herido, este confesará a su mujer -Madge (Jan Sterling)-, los autores del atentado, siendo designado el joven fiscal Bill Keating (Richard Egan), como responsable del caso por la Justicia. Su cometido, inicialmente, será confirmar el testimonio del herido quien, de manera sorprendente, ya en el hospital, renunciará a testificar en contra de los autores, ordenando a su esposa que secunde su actitud. Pese a ello, Keating detendrá a Cook, logrando en el último momento, antes de que deba soltarlo, que el herido acepte la directa acusación. Tras más de 20 días en el hospital, Pitts fallecerá, quedando en principio el caso visto para una clara sentencia. Sin embargo, aparecerá en escena Jacob Masters (Dan Dureya), prestigioso jurista, que se hará cargo de la defensa de Cook, argumentando una duda razonable. Será ello el punto de partida de un tercio final, dominado por la vista del caso, en la que Keating verá como su planteamiento sorteará enormes dificultades, llegando a asumir que va a llegar a perderlo, dada la enorme pericia dialéctica de su contrincante en el juicio.

En realidad, lo que plantea el atractivo y, por momentos, fascinante, film de Laven, se centra por un lado en la descripción, proceso y resolución de un caso, en el que el espectador adquiere desde el primer momento, los elementos de juicio necesarios, para conocer la realidad del mismo. Pero al mismo tiempo, la otra película que se esconde en SLAUGHTER ON 10th AVENUE, reside en la experiencia vivida por ese joven y voluntarioso fiscal, que ha encontrado casi de casualidad, una definitiva prueba de fuego, para demostrar su utilidad en su vocación judicial. Es por ello que, en los primeros minutos del relato, la película hará perceptible la enorme diferencia del contexto oscuro y obrero del caso en litigio, y la clase acomodada, muy American way of life, que representa el joven fiscal y su esposa -Dee Pauley (Julie Adams)-, a punto de casarse y vivir en pareja. Esta simbiosis será, a fin de cuentas, la que en su incardinación, otorgue personalidad propia a este relato, en el fondo, de sencilla estructura, pero que, en el fondo, reviste la suficiente hondura y complejidad, como lo pudieran ofrecer otras propuestas similares, también producidos por Zugsmith -pienso en la magnífica THE TATTERED DRESS (1957) de Jack Arnold-. Esa capacidad de compaginar el apólogo moral -en este caso, quizá más diluido que en otros exponentes-, con un relato lleno de intensidad física, es lo que permite un conjunto lleno de interés, por más que en algunos pasajes discursivos, se inserte una cierta morosidad. Así pues, nos encontramos ante una película que combina con considerable acierto, la descripción del manejo de las normas de la Justicia -en dicho ámbito, me resultó especialmente interesante el personaje del superior Howard Rysdale, encarnado con especial brillantez por Sam Levane-. Pero, al mismo tiempo, no dejará de destacar en ese matiz descriptivo, en torno a los ambientes portuarios, importando en cierta medida, ecos de la no muy lejana ON THE WATERFRONT (La ley del silencio, 1954. Elia Kazan). Todo ello, envuelto en una competente descripción de la tipología de sus trabajadores, o en la actuación de sus gangs mafiosos -en ellos, la presencia de un casi debutante Walter Matthaw-, destacando ese último tercio, descrito de manera magnífica en la plasmación de la vista central -en donde destacará sobremanera la performance de Dan Dureya, y provista de una creciente tensión-.

Dentro de un conjunto sólido, dominado en su mayor parte, con un alto grado de inspiración, junto a ese percutante episodio de apertura, y lo absorbente de ese tercio final, dominado por la casi hipnótica plasmación de la vista final, uno no dejaría de destacar ciertos momentos, en los que se describirá una especial sensibilidad por parte de Laven. Es algo que se puede percibir, en la sinceridad que describirá, la conversación entre el joven fiscal y su esposa, en donde la segunda apreciará, y apoyará activamente, esa vocación que su marido desea exteriorizar. Impresionante resultará, por otra parte, la filmación del episodio de la declaración final de Solly, yacente en su habitación, decidido a declarar finalmente la autoría de las tres personas que le atacaron, dominada por la oscuridad de su iluminación, y una planificación afilada, centrada en el rostro angustiado del herido -magnífico Shaughnessy-. SLAUGHTER ON 10th AVENUE albergará, de manera sorprendente, una de las conclusiones más originales y conmovedoras al mismo tiempo, del cine de su tiempo. La manera con la que se plantea, cuando la atención del espectador se ha trasladado del fallo del jurado, a esa batalla campal descrita en la huelga protagonizada por los portuarios, una audaz combinación de grúa y un impensable recurso de guion, nos permitirá al mismo tiempo descubrir el desenlace de la vista, al tiempo que transmitirnos la alegría del triunfo de la Justicia.

Calificación: 3

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