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CINEMA DE PERRA GORDA

DAUGHTER OF DARKNESS (1948, Lance Comfort)

DAUGHTER OF DARKNESS (1948, Lance Comfort)

DAUGHTER OF DARKNESS (1948) es el decimosegundo, de los 37 largometrajes -en dos de ellos aportó episodios, y uno está codirigido con otros dos profesionales- que Lance Comfort rodó, entre 1942 y 1965. Realizado en un periodo de especial brillantez en la cinematografía inglesa, se encuentra en el periodo en el que nuestro director, contó con elevados presupuestos, pudiendo gozar con una de las películas más extrañas, bizarras y sombrías, del cine inglés de finales de los cuarenta. Quintaesencia del estilo de un hombre de cine modesto en su personalidad, pero turbulento en el aporte de unas formas y un universo temático, por lo demás bastante reconocible.

Y es que, si uno que tuviera que definir DAUGHTER OF DARKNESS con una palabra, sería la de turbulenta. Ya esos propios y siniestros títulos de créditos, con una sucesión de grabados, casi provenientes de un añejo libro de lo oculto, punteada por la sombría sintonía de Clifton Parker, ejercen de inquietante preludio, a una obra que puede ser analizada desde perspectivas contrapuestas -como los grandes títulos-, destilando su artífice la ambivalencia suficiente en su intensa puesta en escena, para dejar abiertas en su interpretación todas y cada una de ellas. Adaptada por Max Catto de su propia obra teatral ‘They Walk Alone’, nos encontramos de entrada, con una mirada en torno al puritanismo de la sociedad inglesa, o el retrato psicológico de una personalidad enferma y torturada. Una peculiar versión británica de CAT PEOPLE (La mujer pantera, 1942) de Jacques Tourneur, descrita en unos exteriores y un contexto que, por momentos, nos recuerdan las versiones actualizadas de las películas sobre Sherlock Holmes, rodadas en la década de los 40, o el revalorizado THE UNDYING MONSTER (1942, John Brahm) -la presencia de un perro en ambos títulos, no resulta casual a este respecto-. Finalmente, la espléndida película de Comfort puede entenderse, rodada muy pocos años después de concluir la II Guerra Mundial, como un metafórico alegato en defensa de la diferencia, de la otredad, objeto en todo momento de suspicacia y oposición, por parte de lo que, en líneas generales, se ha venido denominando ‘la comunidad’. La grandeza del título que comentamos viene dada, en definitiva, por el hecho de dejar apuntadas estas y otras interpretaciones, sin que en ningún momento tome partido de manera abierta por ninguna de ellas. En la apuesta por el misterio, la sugerencia, el fuera de campo, los augurios, las miradas y los gestos, se encuentra la esencia de una extraordinaria propuesta, que en ocasiones coquetea con lo sobrenatural, en otros deviene una llamada a la diferencia, pero que en todo momento apuesta por el ‘puede ser’, aunque su discurrir se inserte dentro de una atmósfera irrespirable, trufada de crímenes y actos violentos.

DAUGHTER OF DARKNESS se inicia con una elegante grúa, describiendo la conclusión de unos oficios religiosos y, con ellos, la oposición de la puritana feligresía femenina, hacia la joven Emily Beaudine (una Siobhan McKenna perfectamente elegida para su rol protagonista, de extraña configuración física). Emily es una muchacha extraña, de turbadora mezcla de deseo e inocencia que, en medio de un contexto dominado por una extraña represión, no puede evitar llamar la atención del universo masculino. Esta circunstancia, hará que las intransigentes vecinas, hagan la petición al clérigo -el padre Cocoran (Liam Redmond)-, para que evite que siga colaborando con las tareas parroquiales. Serán instantes todos ellos, en los que la imaginería religiosa, será tratada con gran fuerza escenográfica, hasta que, en el contexto de la localidad irlandesa, aparezca el universo de la feria y, con ella, el turbulento -como no podía ser de otra manera- personaje del narcisista boxeador Dan (perfecto Maxwell Reed, con ese derroche de ostentosa masculinidad). Casi de inmediato, caerá presa del atractivo de Emily, exteriorizándolo por un lado en un inesperadamente violento combate de boxeo y, por otro, acosando a la joven, quien oscilará entre la atracción que este le produce, y esa inocencia -o quizá el contagio de un puritanismo religioso-, que provoca en ella el desequilibrio emocional representado por el recién llegado. Será la primera ocasión en la que Comfort jugará con el off narrativo, cortando el acoso de Dan, con el bullicio de la cita festiva. Sin embargo, contra lo que queremos ha supuesto un abuso de este, en realidad ha sido respondido con un violento arañazo por parte de Emily. Será esta, la primera muestra de la bestia que se encierra en el interior de la protagonista -¿El eco de un pasado convulso?-, quien a su regreso a la parroquia, tendrá casi que aceptar  el ruego del párroco, para que abandone la localidad.

Este la destinará a la granja inglesa de una familia de amigos y allí, inicialmente, Emily encontrará la paz y reconocimiento hasta entonces vedado en ella. Los propietarios de la misma, la familia Stanforth, la acogerán con sumo agrado. Sin embargo, desde el primer momento, la hija mayor de la familia -Bess (Ann Crawford)-, percibirá el lado oscuro de la personalidad de la recién llegada. Será un sentimiento, que el resto de componentes de la misma no dejarán de reprocharle, pero que poco a poco se irá haciendo realidad. Sobre todo, cuando la caravana de feria llegue, casi como una señal revestida de fatalismo, a esta localidad rural y, con ella, un Dan con el rostro casi desfigurado, por el arañazo sufrido cuando, no mucho tiempo atrás, quiso sobrepasarse con Emily.

Antes lo señalaba, una de las grandezas de esta película, reside en la ambivalencia con la que Comfort, trata el material dramático de que dispone. Y lo hace con una extraña gradación, una inspirada utilización de los recursos dramáticos, y un admirable crescendo, dosificando a la perfección los recursos del suspense, y de una densa atmósfera. También resaltará una impecable capacidad de observación, en torno a la galería humana que analiza y, además, combinando con extraordinaria pericia, esos ecos terroríficos, que incluso en algunos instantes, tienen un cierto coqueteo con lo fantastique. En medio de esta turbia, admirable y, por momentos, irrespirable amalgama, se insertará, de un modo muy sutil, la querencia de un pasado traumático para Emily, expresado en esa fascinación por las muñecas. Un elemento este, muy familiar en el cine del realizador presente, al menos, en dos de sus películas -la previa BEDELIA (1946) y la muy posterior, e igualmente extraordinaria TOMORROW AT TEN (1963)-, que explicará quizá, su inclinación por llevar a la pantalla relatos definidos en una gran complejidad dramática, en cuyos argumentos el eco del pasado adquiría una gran importancia. La singularidad que reviste, dentro de este capítulo, DAUGHTER OF DARKNESS, reside en esa contraposición de caracteres, de vicios del ayer, de contraste con el universo cerrado de la localidad irlandesa inicial, con la placidez que desprende la granja inglesa. Con la sordidez que transmiten las secuencias desenfrenadas de la feria, o las tímidas presencias de un incipiente progreso, representada en ese coche que tripula de forma prudente, el joven Larry Tallent (Grant Tyler).

La grandeza de una película como la que comentamos, proviene de esa maestría en el manejo de la grúa para crear tensión -el discurrir por el interior del templo durante la noche, en el momento de que la dueña del granero en el que se han introducido Emily y Dan, se inserta dentro de él a oscuras, hasta contemplar con horror el cuerpo del segundo. En la manera casi física, con la que se establece el latente enfrentamiento entre la protagonista y Bess. Hay un plano magistral a este respecto, relacionando Comfort a la segunda en el extremo inferior del encuadre, cuando en un desayuno se comenta el asesinato de Dan, mientras a la derecha aparece Emily. En la fuerza que irá adquiriendo ese perro desolado del brutal boxeador, que en un momento dado será encuadrado, aullando entre la noche, iluminado desde el fondo, y dotando a la imagen, de un aura espectral.

Y lo será, por encima de todo, por el magisterio, con el que su realizador, hace del fuera de campo, su principal arma cinematográfica. Ello tendrá dos episodios especialmente memorables. Uno de ellos, el encuentro en plena costa, con el joven David Price. El breve coqueteo, finalizará con la aceptación de ambos de su mutua atracción. La cámara oscilará hasta la creciente marea, abandonando a ambos personajes. Poco después, el fuego -la antítesis del agua-, servirá de manera dramática a la aparición, en plena granja de los Stanforth, del cuerpo sin vida de Price. Y, siguiendo en la estela criminal surgirá, a mi modo de ver, el momento más memorable del relato. Tras una tensa discusión entre Beth y Emily, en la que la primera invita a nuestra protagonista, a abandonar definitivamente la granja, esta le amenazará, apelando a las consecuencias. Muy poco después, se insinuará a Larry quien, excitado, no dudará en acercarse a ella; la cámara descenderá, mientras que de la mano de Emily caerá una de sus muñecas. La suerte está echada para el muchacho.

Y esta insólita, bizarra y rural traslación, del universo de las femme fatales, se describirá un contexto en donde nunca comprobaremos las causas ni la manera de sus crímenes. En donde el peso atávico del pasado, enfrenta de manera constante a una colectividad, con una oveja descarriada. Y donde la intuición femenina, sabrá olfatear en su subconsciente de manera más acertada. DAUGHTER OF DARKNESS concluirá, con el regusto de una extraña, y al mismo tiempo esperada, venganza, casi procedente de ultratumba. De nuevo, en el fuera de campo. Tras esta extraordinaria obra, Lance Comfort prolongaría los estilemas de su estilo, en la inmediata SILENT DUST (1949), quizá un peldaño por debajo de esta magnífica realización, pero del mismo modo, plena exhibición del talento de un cineasta que necesita, casi a gritos, una definitiva reivindicación.

Calificación: 4

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