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CINEMA DE PERRA GORDA

LOVE AND PAIN THE WHOLE DAMN THING (1973, Alan J. Pakula)

LOVE AND PAIN THE WHOLE DAMN THING (1973, Alan J. Pakula)

De entrada, un producto tan discreto, desequilibrado, aunque en ciertos momentos encantador, como LOVE AND PAIN THE WHOLE DAMN THING (1973, Alan J. Pakula) aparece como exponente de algunas de las corrientes comerciales del cine de su tiempo. Su propia existencia surge a partir del inesperado éxito de LOVE STORY (Love Story, 1970. Arthur Hiller), puesto que la película se rodó en 1971 y se mantuvo durante dos años en la Columbia en reserva de estreno. El film de Hiller marcó un determinador renacimiento de un romanticismo blando, asumiendo a nivel visual algunos tics que bordeaban la cursilería, a partir del éxito previo de Claude Lelouch con UN HOMME ET UNE FEMME (Un hombre y una mujer, 1966). Sería este el germen de una relativa proliferación de melodramas de impostada tristeza, dominados por el predominio del teleobjetivo o el flou, que poco a poco iría evolucionando con el tratamiento de argumentos en los que cierto aroma mortuorio alcanzaría especial protagonismo. Es algo que en el cine americano lo marcarían propuestas tan opuestas entre sí, como HAROLD & MAUDE (Harold y Maude, 1971. Hal Ashby) o BREEZY (Primavera en otoño, 1973. Clint Eastwood). También lo es el título que nos ocupa, que pasó absolutamente desapercibido en el momento de su estreno, hasta el punto que no se llegó a estrenar en nuestro país, cuando prácticamente la totalidad de sus exteriores se desarrollan en esa España ancestral, rural y atrasada del tardofranquismo. Un contexto, del que quedaron fascinados tanto la cámara de Pakula como la del operador Geoffrey Unsworth, por más que esa fascinación opere tanto a favor como en contra del relato, como posteriormente comprobaremos.

Walter Ebertson (Timothy Bottoms) es un muchacho de familia acomodada caracterizado por su personalidad introvertida y huidiza, que es enviado a España para vivir un verano fuera de su rígido entorno y, con ello, poder exteriorizar una adolescencia dominada por un pasado cercano que solo en cercanos instantes se intuye, al tiempo que padeciendo una inquietante asma. Ya en tierras españolas vivirá sus limitaciones físicas en una excursión en bicicleta con sus compañeros de viaje, lo que le hará recurrir a un desvencijado autobús. Allí se encontrará como compañera de butaca con la madura Lila Fisher (Maggie Smith), una mujer que ha huido de otro entorno opresivo en tierras inglesas con sus familiares, y que de algún modo propone otro outsider, en este caso de una sociedad tan arquetípica como la británica. El inesperado contacto entre dos seres en el fondo tan opuestos y, al mismo tiempo, caracterizadas por representar sendas soledades compartidas, tendrá un inicio desastroso. Sin embargo, el recorrido de ambos por ámbitos rurales del país irá acercando dos personalidades unidas incluso por la extravagancia, pero bajo cuyas corazas se esconden almas sensibles.

No oculto que quizá el principal motivo para contemplar esta película casi maldita, reside en la singularidad de acceder a una producción rodada en España -algo que Maggie Smith prolongaría poco después -aunque estrenada con anterioridad- con la estupenda TRAVELS WITH MY AUNT (Viajes con mi tía, 1972. George Cukor)-, pero, sobre todo, poder disfrutar la presencia de quien siempre he considerado uno de los mejores actores jóvenes jamás legados por Hollywood -aunque su personalidad huyera por completo de aquel ámbito- como fue Timothy Bottoms. Aunque con ciertos excesos, puede decirse que lo más perdurable de este tan insólito como discreto melodrama reside en la extraña química que desprenden dos intérpretes tan opuestos. A partir de esa complicidad, en no pocos momentos podemos dejar de lado la sempiterna blandura de buena parte del cine de Pakula y su tendencia a ciertos preciosismos visuales, muy a tono con las modas comerciales de la época. Y todo ello teniendo como marco esa España atrasada y envejecida -que puedo ratificar por recuerdos de mi infancia- que queda bastante bien retratada en ese retraso -esos planos casi documentales de un mercadillo- lo que no impide que algunos de sus instantes se encuentren demasiado ligados a las tentaciones folkloristas del país -la presencia de gitanos o esa secuencia en un rincón flamenco-. Utilizando de nuevo una base dramática de Alvin Sargent, lo cierto es que la entraña -y lo que proporciona a la película su menguado interés- reside en la plasmación de esa inicialmente casi imposible relación entre dos seres en apariencia completamente opuestos, pero, en el fondo mucho más semejantes en su interior de lo que pudiera parecer a primera vista.

Esa premisa es la que proporcionará a su recorrido los máximos elementos de interés, en secuencias y pasajes donde se incidirá de manera especial en el en ocasiones cómico patetismo del devenir de la pareja protagonista. Momentos divertidos como el involuntario encierro de Lila en un desvencijado retrete en plena carretera rural, con la hilaridad que provocará el rescate que le proporcionará Walter cuando regrese a buscarla. O el patetismo que brindará la borrachera de esta, que en un momento dado se planteará suicidarse, hasta que con el regreso del joven la situación se torne cómica, o el primer acto de amor en aquella cama desvencijada, que sin duda aparece como un homenaje a la secuencia similar protagonizada por el propio Bottoms y Cloris Leachman en la inolvidable THE LAST PICTURE SHOW (La última película, 1971. Peter Bogdanovich). O el largo episodio en el que la pareja ha de soportar una inclemente tormenta en su desvencijada caravana, que estoy seguro tuvo como referente un pasaje similar -más conseguido- en la olvidada comedia de Vincente Minnelli THE LONG, LONG TRAILER (1954).

Es cierto que no siempre intenciones y resultados se dan de la mano, y junto a esos servilismos visuales señalados con anterioridad -y extendidos mucho más de lo debido en el cine de aquellos años- resulta evidente que a la película le cuesta arrancar -es  especialmente lamentable la presencia de ese estúpido personaje encarnado por el español Emiliano Redondo-, sobre todo hasta que la relación entre la insólita pareja comienza a prender. Es a partir de esos momentos cuando los recelos de Lila y las tribulaciones de Walter alcanzan cierta fuerza, sobre todo debido a la complicidad que le proporcionan sus intérpretes. Así pues, entre esa apuesta de romanticismo eighties contemplaremos episodios como aquel en que aparece el inefable Jaime de Mora y Aragón, en quien algunos de los pocos que han comentado la película vierten su ira, y que personalmente no dejó de suponerme una apuesta por un determinado surrealismo -el surgimiento de un criado desde, literalmente, debajo de la tierra-. LOVE AND PAIN THE WHOLE DAMN THING va adquiriendo una determinada temperatura emocional, sobre todo a partir de la estupenda secuencia en que ambos, en pleno campo y en plano general, confiesan su mutuo e inesperado amor y, al mismo tiempo, se revela la verdadera y trágica razón de ella para mostrarse reacia a dar rienda suelta al mismo. Será a partir de ahí, cuando a mi modo de ver el film de Pakula asuma su mayor grado de sensibilidad, en unos minutos donde la elipsis, la foto fija e incluso la voz en off permita reflejar aquello que sus dos protagonistas quizá no han acertado a definir en su comportamiento.

Morosa en su primer tercio, irregular en su trazado, excesivamente deudora de elementos visuales de moda en aquellos años y muy pronto envejecidos, pese a todo nos encontramos ante una extraña tragicomedia romántica, que por su propia singularidad merece ser contemplada con cierta simpatía.

Calificación: 2

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