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CINEMA DE PERRA GORDA

GUEST WIFE (1945, Sam Wood) Lo que desea toda mujer

GUEST WIFE (1945, Sam Wood) Lo que desea toda mujer

Al igual que sucediera con compañeros como Mervyn LeRoy, no cabe duda que el paso del tiempo ha sido bastante duro con la aportación cinematográfica del norteamericano Sam Wood. Figura muy respetada por la industria, caracterizado por unas formas académicas y hasta plúmbeas. versátil y sin estilo. Paradigma de un cierto reaccionarismo cinematográfico y, también, con una parte nada desdeñable de su producción todavía necesitada de revisionismo, en una andadura iniciada en pleno periodo silente y extendida hasta 1950. Es cierto que. en comparación, en LeRoy se encuentran dentro del conjunto de una producción pesada no pocos exponentes revestidos de considerable interés -sobre todo en no pocos títulos rodados durante los años treinta-. Pero dentro de su superior irregularidad, y más allá de su extraña filiación con los Marx Brothers, destaca en su obra la excelente adaptación de la obra de Thornton Wilder OUR TOWN (Sinfonía de la vida, 1940). Una película de conmovedora coralidad, que aparece como la cima de un realizador ante el que, de entrada, se intuyen escasas posibilidades a la hora de acceder a algunos de sus títulos.

Por ello, sorprende gratamente la existencia de una comedia con la chispa de GUEST WIFE (Lo que desea toda mujer, 1945) inserta en las postrimerías de la denominada Screewall Comedy. Un periodo que en aquellos años comenzaba ya a disminuir en su importancia, aunque en aquellos años aún ofreciera títulos de enorme altura, firmados por puntales del género como Leo McCarey, Mitchell Leisen, Preston Sturges, Ernst Lubitsch, Howard Hawks, George Cukor… a lo que habría que sumar las nada desdeñables aportaciones de realizadores tan competentes en dicho ámbito como Alexander Hall, Harry C. Potter, Norman Z. McLeod, Richard Wallace, e incluso Charles Vidor, Edgar G. Ulmer o Allan Dwan. Pues bien, en ese contexto podemos destacar una propuesta divertida y refrescante, que tiene su mayor baza en la solidez y el ingenio del guion elaborado por los reputados John Klorer y Bruce Manning, así como la presencia de una brillante pareja de intérpretes, formada por Don Ameche y, sobre todo, una extraordinaria Claudette Colbert, a los que se recuperó desde la previa y hoy mítica MIDNIGHT (Medianoche, 1939. Mitchell Leisen), y que volverían a reunirse tres años después en el apreciable policíaco SLEEP, MY LOVE (Pacto tenebroso, 1948). La película, en esencia, se centra en las rocambolescas peripecias protagonizadas por Mary Price (Colbert) avispada esposa de Christopher (Dick Foran), un bondadoso empleado de banca, que se encuentran a punto de vivir su segunda luna de miel. Un deseo que se verá inesperadamente interrumpido con el anuncio de la llegada de Joe Parker (Ameche) desde tierras asiáticas. Joe es el mejor amigo de Christopher, y se encuentra con la apurada situación de haberse inventado una supuesta boda ante su jefe, Arthur Worth (un inmenso Charles Dingle), para que este le concediera sus deseadas vacaciones. Lo que no sabe el matrimonio Price es que el avispado Joe ha sostenido ese falso matrimonio utilizando una foto de Mary e incluso inventándose alguna carta de la falsa Sra. Parker,

De tal forma, el equívoco que sostendrá la entraña de la película se iniciará en el mismo momento en que Christopher se vea involuntariamente fuera del tren que iba a trasladar a los tres a Nueva York, por lo que Joe y Mary realizarán el traslado, ya convertidos en un supuesto matrimonio. Muy pronto el equívoco adquirirá carta de naturaleza, una vez Joe acuda con su ficticia esposa al despacho de su jefe, el magnate de prensa Worth, quien de manera inesperada ya se encontraba fascinado por la falsa Sra. Parker, a partir de una carta que Joe le enviara en su nombre, falsificando su poético contenido, y una foto dedicada que Worth -un viejo solterón- conserva enmarcada en un lugar destacado de su enorme despacho. A partir de ese momento, la espiral de equívocos y situaciones divertidas se sucederán casi sin tregua, por un lado, ayudada por la presencia de muy logrados personajes secundarios. Por otro buscando la enorme complicidad de una Claudette Colbert en estado de gracia. Y, por último, en un último término, con la apuesta en sus episodios más delirantes, con una clara herencia del slapstick.

En la primera de las vertientes, justo es señalar que buena parte de lo mejor del film de Wood aparece en la galería de roles secundarios que enriquecen y proporcionan un plus de comicidad a sus mejores momentos. Entre ellos, la palma se la lleva Charles Dingle, proporcionando en su rol del magnate de la prensa verdaderos motivos de regocijo, desde el momento en que confiesa su nada oculta pasión por Mary, hasta el punto de erigirse casi como el guardián y preceptor de cualquier intuida fisura del matrimonio -es impagable a este respeto, el largo episodio en el que se aposenta en el dormitorio de esta, mientras su auténtico marido provoca hilarantes situaciones-, Esta presencia en numerosos instantes, en las que Dingle sabe oscilar entre el sordo cabreo hasta la más absoluta ternura, configura a un auténtico roba planos, hasta casi el instante en que la película culmina. Pero es que no debemos olvidar el aporte de otros roles de parecidas características cómicas, como las desternillantes apariciones del zapatero chismoso de la ciudad en la que reside el auténtico matrimonio -impagable Chster Clute-, que con su tozudez para comprobar la veracidad de su impresión -Mary ha simulado ser una mujer que ha venido de Asia- se verá en auténticos apuros físicos. O la desternillante templanza del detective del hotel -no menos brillante Grant Mitchell- capaz de expulsar del mismo a Christopher, y poco después establecer contacto con este torpemente disfrazado, para entregarle una carta que le ha escrito su mujer. O, finalmente, ese atribulado camarero del restaurante, que no dejará de expresar su creciente sorpresa al sospechar la supuesta rareza de “las parejas” de Mary, hasta que en un momento dado no deje de considerarse como un puntual apoyo de la protagonista.

Y ese derroche de potencia y complicidad como personaje que asume una de las reinas del género, como fue la inigualable Claudette Colbert, permitirá asistir a un rol activo, que en un momento dado asumirá con ironía la complicidad y la apuesta por las bromas y las complicidades que representaban Joe y su marido, y con ello entrar de manera divertida en ese juego de simulaciones, convenciendo a su supuesto marido que en realidad se ha enamorado de él. Ayudado por la divertida y chispeante partitura de Daniele Amfitheatrof -nominada al Oscar- este rol activo vivirá auténticas penalidades en dos magníficas secuencias claramente heredadas del burlesco norteamericano. Me refiero a la comicidad física -propia del humor de Laurel & Hardy- que desprenden los intentos del chismoso zapatero de ir recorriendo por las faldillas de las mesas del restaurante para acercarse a Mary, viviendo situaciones tan hilarantes como embarazosas. Más lo será para nuestra protagonista la secuencia en las que tendrá que luchar para obtener uno de los múltiples globos que se lanzan desde el techo de un salón, al objeto de obtener uno de los regalos en litigio. Y esa misma sintonía con el slapstick la brindará el episodio en que Mary tenga que compartir dormitorio con Joe, y obligue a este a dormir en el balcón tras un falso intento de suicidio, del que este, apenas protegido con una colcha, tendrá que sufrir la repentina presencia de una tormenta.

Carente de baches de ritmo, no oculto que, con otro realizador más experto en el género, quizá nos hubiera permitido un logro absoluto. Pero, si más no, GUEST WIFE supone una demostración del engrase que aún presentaba uno de los exponentes tardíos en uno de los periodos más brillantes de la historia de la comedia americana y, sobre todo, una propuesta que permite al espectador un resultado francamente disfrutable.

Calificación: 3

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