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CINEMA DE PERRA GORDA

Brian Helgeland

A KNIGHT'S TALE (2001, Brian Helgeland) Destino de caballero

A KNIGHT'S TALE (2001, Brian Helgeland) Destino de caballero

Los caminos de la reciente comedia cinematográfica teenager ciertamente son inescrutables. Es muy amplio el sector de potenciales espectadores al que hay que atender, hay que crearles nuevos mitos y figuras a las que adorar y cuya imagen en forma de póster o recortable tiene que adornar las paredes y carpetas de las adolescentes –eso sí, que sean rápidamente sustituidas por otras; hay que seguir consumiendo-. Esa y no otra es la razón casi exclusiva de la existencia de esta A KNIGHT’S TALE (2001, Brian Helgeland) –DESTINO DE CABALLERO en España-, que responde casi plano por plano a la intención de hacer acudir a la pantalla a un público quinceañero, vendiendo como nueva estrella juvenil al australiano Heath Ledger –al que se fotografía con devoción en el film-, pero cuya innegable carisma en pantalla no evita contemplar su escasa dotación dramática. El presente lanzamiento “estelar” no sirvió para que el status de Ledger se consolidara, perdiéndose en producciones que han ido dando batacazos en taquilla una tras otra.

Al mismo tiempo, la inocente extravagancia de esta película –que ha provocado las iras de la mayor parte de la crítica-, se centra en el hecho de subrayar los anacronismos históricos en determinadas secuencias que ofrecen música actual que es bailada con todos sus figurantes. Es evidente que son mezcolanzas chirriantes e indudablemente kistchs –de la que su ejemplo supremo es la ensalada que ofrecía la insufrible MOULIN ROUGE (2001, Baz Luhrrman)-, pero no es menos cierto que su presencia en el metraje de A KNIGHT’S TALE es bastante minoritaria. Por otro lado si alguien opone la “ligereza” narrativa de esta película de Brian Helgeland –habitual guionista de Clint Eastwood y evidentemente más prestigiado en esta faceta que como realizador-, me gustaría recordar la tan laureada GLADIATOR (1999, Ridley Scott), que era un molestísimo y pretencioso catálogo de efectismos cinematográficos y pocos al parecer advirtieron en aquella circunstancia y cuestionaron la misma.

Hago todas estas comparaciones no aduciendo que me haya gustado DESTINO DE CABALLERO. Ciertamente es una mediocridad irrenunciable, pero quizá sea que como me esperaba un film insoportable –y para ello me basaba en su siguiente película, la espantosa EL DEVORADOR DE PECADOS (The Order, 2003), es por lo que desde su descarado carácter comercial se me ha hecho hasta cierto punto simpática. Pese a la insustancialidad de su personajes, la escasa entidad dramática de la misma o –lo que más me irritó- la bobalicona utilización de la considerable figuración que parece jalear a los personajes protagonistas a la menor ocasión y sin sentido alguno, lo cierto es que A KNIGHT’S TALE se deja ver en su insustancialidad por su relativo ritmo, la presencia de una cuidada ambientación, algunos buenos secundarios –el posteriormente conocido Paul Bettany- y alguna secuencia más o menos lograda –como ese largísimo y lejano plano general que se desarrolla en el interior de Notre Dame entre el joven protagonista y su amada Jocelyn-, hacen que pese a sus dos horas de duración esta producción destinada obviamente a un público adolescente, enseñe muy pronto sus cartas. Las juega sin engañar a nadie y con la ingenuidad que permiten considerar un producto ciertamente poco estimulante aunque hasta cierto punto moderadamente simpático.

Calificación: 1

THE ORDER (2003, Brian Helgeland) El devorador de pecados

THE ORDER (2003, Brian Helgeland) El devorador de pecados

¿Cómo es posible que un guionista tan brillante –MYSTIC RIVER, DEUDA DE SANGRE, L.A. CONFIDENTIAL- sea al mismo tiempo un director tan mediocre? Pues ese parece ser el caso de Brian Helgeland, del que he visto dos de sus tres films como realizador –PAYBACK (1999) y este THE ORDER / THE SIN EATER (2003) - y me resta por contemplar el que parece es el peor de todos y el más extravagante –DESTINO DE CABALLERO (2001)-. De aquella mezcolanza se trajo Helgeland a su rutilante star –Heath Ledger, clásico ejemplo de pretty boy importado de Australia a la que se estropea en su aún precoz talento en base a la comercialidad, demostrando sus clamorosas insuficiencias en el film que nos ocupa-, y la prometedora Shannyn Sossamon, con una mirada muy personal.

EL DEVORADOR DE PECADOS quiere ser una variación de títulos previos como LA PROFECÍA, y algunos otros de índole satanista, aunque su planteamiento sea realmente novedoso y prometedor. Sin embargo su resultado mas bien parece un capítulo de BUFFY, LA CAZAVAMPIROS, con un par de sustitos, algunos planos que parecen anuncios de colonia –esos planos generales de los protagonistas paseando con fondos fotogénicos y turísticos de Roma-, y finalmente se nos revele una especie film justiciero en plan absolutista.

Si algo siempre me ha tirado para atrás de la ortodoxia católica es el hecho de querer tener medido con mente racional lo numinoso, lo desconocido o la trascendencia. Es decir, disponer de recetas para todo lo misterioso. Algo de eso se refleja en el planteamiento de este EL DEVORADOR DE PECADOS, en donde se argumenta la investigación de dos sacerdotes de una orden en extinción –los Carolingios- para investigar el suicidio de quien fue su mentor, en extrañas circunstancias. El protagonista, el joven Padre Alex Bernier –Ledger- es un atormentado buscador del conocimiento –como lo son todos los componentes de esta orden- que de New York viaja a Roma junto con una joven de extraña psicología –Mara- a la que finalmente confiesa su amor, encontrándose con un viejo colega amigo. A partir de ahí realizan la investigación en el viejo caserón donde vivía el sacerdote aparentemente suicidado, rodeados de libros, manuscritos y misterio. Al poco se encontrarán con un extraño y fascinante –sobre el papel- personaje; William Eden –eficaz Benno Fürmann-, quien finalmente se trata de un devorador de pecados durante varios siglos, después de que su padre falleciera sin lograr la absolución en el proceso de realización de la Basílica de San Pedro, de la que fue su arquitecto.

Pero precisamente misterio es lo que le falta a esa película. Helgeland se da a los peores excesos, planos gratuitos, estupideces narrativas e incongruencias. Incluso hasta el guión es pedestre, si bien reitero el planteamiento daba para algo interesante, ya que se plantea una curiosa figura quizá antes jamás vista en el cine. No se trata de un satanista, sino la de un ser que se dedica a absorber las maldades cometidas por los humanos para devolverles la tranquilidad espiritual. Sin embargo, es evidente que eso requería el talento de un Tourneur o incluso un Polanski, lo que no es el caso.

Lo cierto es que este definitivamente extravagante EL DEVORADOR DE PECADOS aburre, irrita y finalmente fracasa estrepitosamente al plantearse como un film serio bajo las premisas del cine juvenil. Al no ser ni carne ni pescado la película ha sido un autentico batacazo –lo cual me parece muy justo-. Por favor si la ven por ahí algún día, huyan de ella como de la peste, no sea que se les acerque el devorador de pecados que da título al film. Lo pasarán muy mal, pero del aburrimiento, no se vayan a creer.

Calificación:0