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CINEMA DE PERRA GORDA

Bryan Singer

JACK THE GIANT SLAYER (2013, Bryan Singer) Jack el caza gigantes

JACK THE GIANT SLAYER (2013, Bryan Singer) Jack el caza gigantes

Con un presupuesto cercano a los doscientos millones de dólares, de entrada, JACK THE GIANT SLAYER (Jack el caza gigantes, 2013. Bryan Singer) se erigió como un auténtico batacazo, dentro del conjunto de la producción mainstream lanzada desde Hollywood. Y lo cierto es que sorprende la escasa acogida al producto, que pese a las deudas contraídas tanto con la adscripción por las 3D –una faceta por la que confieso una absoluta carencia de interés-, una excesiva dependencia de la digitalización, y una cierta blandura en su adscripción para públicos juveniles, no es menos cierto que atesora en su metraje –bastante más ajustado que en buena parte de las producciones de nuestros días; primer acierto-, no pocos elementos de interés. Atractivos basados ante todo en su constante oposición o choque entre las convenciones a las que se ha de adscribir de manera casi forzosa, y el empeño del realizador por integrar su conjunto dentro de unos parámetros más personales.

Iniciada de manera ingeniosa con un montaje paralelo por parte de los dos personajes que más adelante se erigirán como protagonistas del relato, y mostrando en ellos una curiosa disposición de semejanzas en sus personalidades, al tiempo que totalmente opuestos marcos personales –el de la clase plebeya que ejemplifica Jack, y el de la princesa Isabelle, ambos siendo niños-, en estas imágenes iniciales se nos describe el origen de la supuesta leyenda de la antigua Inglaterra –entonces llamada Albión-. Todo ello, a partir de la invocación de unos monjes para poder acceder al contacto de Dios, que propició conocer una raza de gigantes que se albergaba en un estrato superior ubicado sobre las nubes, cuyo ataque tuvo que contrarrestar el monarca de aquel momento, a partir de la elaboración de una corona mágica y también una habichuelas que permitieron “almacenar” esas raíces que posibilitaron la invasión de aquellos monstruosos guerreros. Curiosa manera de iniciar el relato, describiendo un contraste de modos de vida –el lujoso de la princesa y el modesto del granjero-, queriendo quizá describir una metáfora sobre la mixtura de aspectos que antes señalaba y describe esta superproducción que, en esencia, pretende mostrarse como un cariñoso homenaje a aquel entrañable subgénero que proliferó en las pantallas estadounidenses desde mitad desde la década de los cincuenta y hasta inicios del decenio siguiente, en lo que se definió cine de lo “maravilloso”. Fantasías de todo tipo –primordialmente desarrolladas en ambientes exóticos-, que tuvieron en el la figura de Ray Harryhausen su más valioso elemento de unión, y en el realizador Nathan Juran su exponente artesanal más significativo, dejando quizá su título de gloria más valioso en THE 7TH VOYAGE OF SIMBAD (Simbad y la princesa, 1958. Nathan Juran). Del mismo director fue la primera versión del título que nos ocupa, estrenada en 1962 y protagonizada por Kerwin Matthews, uno de los actores fetiche del subgénero, que medio siglo después es actualizado con unos medios de producción más ambiciosos y, al mismo tiempo, carentes del encanto naïf de aquellos tiempos irrepetibles en atmósfera y también en ingenuidad.

Por fortuna, Singer ha demostrado en esta ocasión la suficiente inteligencia para sobresalir por encima del aspecto industrial del conjunto, permitiendo que en JACK THE GIANT SLAYER se contemplen de manera paralela dos películas. Una, la que se pretendía industrialmente, y otra, una mirada distanciada, que no excluye en modo alguno la constante incorporación de elementos bizarros. Es en este segundo aspecto, donde en no pocos momentos se tiene la sensación de que el realizador y guionista –junto con Christopher McQuarrie-, se inspiraron en el entrañable referente que propició William Goldman y Rob Reiner en THE PRINCESS BRIDE (La princesa prometida, 1987. Rob Reiner). Es más, la propia configuración de personajes como el héroe (Nicholas Hoult en este caso, Cary Elwes en el de Reiner) o el villano (Stanley Tucci en esta, Chris Sarandon en aquella) aparece casi calcada, por más que siempre en la comparación, salga ganando la propuesta de Reiner. Sin embargo, no deja de suponer una elección con cierto grado de atractivo, en una película en la que justo es señalar que se detecta un exceso de planos generales de grúa –hay que rentabilizar el 3D- y la digitalización de los monstruosos gigantes aparece demasiado evidente en sus movimientos.

Pero no obstante, el film de Singer se deja ver casi en todo momento con agrado. Esa sensación de haber huido de lo mastodontico en elementos como su duración, o la mirada en cierto modo distanciada que preside la historia central, son aspectos que repercuten positivamente en su balance final. En este último aspecto, hay detalles que inciden claramente en ello, como el look que luce el protagonista –encarnado por el emergente Nicholas Hoult-, que se distancia del entorno medieval del conjunto, para parecer por el contrario un simple universitario aventurero de nuestros días. Y junto a ello, orillando por completo el devenir de una historia previsible pero que se degusta con cierta placidez, es en la incorporación de detalles malsanos, donde JACK THE GIANT SLAYER adquiere su más alto grado de interés. Esa apelación por lo bizarro –como degluten los gigantes a los terráqueos, la manera en que casi es preparado como una torta por parte de un gigante feista y cocinero el lugarteniente del rey –Elmont (un estupendo Ewan Mcgregor)-, la divertida secuencia en la que se introduce un panal de abejas al gigante que se mantiene como guardián, la lucha entre Jack y Roderick (Tucci) en la desembocadura de una cascada que da paso al abismo que une el siniestro lugar donde residen los gigantes, con el territorio de Albion, o la cruel batalla que se desarrolla en el castillo del Rey Brahmwell (Ian McShane) con la invasión de los gigantes, en una apoteosis tras la cual la película culminará con un giro final con cierto grado de sorpresa.

Apelar a la magnificencia del diseño de producción resulta casi obligado en una superproducción de estas características, pero justo es reconocer que el mismo deviene notable a todos los niveles. Las transiciones de estaturas entre gigantes y terrestres aparecen bien moduladas, aunque a fuer de ser rigurosos, uno no termina de comprender como puede ser que la voz de los segundos sea perceptible por los primeros con tanta facilidad. Lo cierto es que con esta nueva reedición de JACK THE GIANT SLAYER, nos encontramos con un apreciable espectáculo de barraca de feria destinado a los públicos de nuestros días, que quizá no encontró un nicho de público más amplio por esa ya señalada querencia hacia lo siniestro, que sin embargo en décadas precedentes no impidió que funcionaran en la taquilla, las últimas entregas de la saga del personaje de Indiana Jones, con las que comparte del mismo modo no pocos elementos.

 Calificación: 2’5

VALKYRIE (2008, Bryan Singer) Valkiria

VALKYRIE (2008, Bryan Singer) Valkiria

Si alguien se acerca a contemplar VALKYRIE (Valkiria, 2008. Bryan Singer) con la intención de asistir a algo más que a un simple espectáculo de entretenimiento competentemente cocinado, estoy convencido que se llevará una cierta decepción. La presencia al frente del reparto de una estrella tan caracterizada como Tom Cruise, o el mero hecho de las responsabilidades tras la cámara de Bryan Singer –de quien al final voy a tener que admitir que su título más relevante va a resultar ser el tan vilipendiado SUPERMAN RETURNS (2006)-, de alguna manera nos condiciona los límites y posibilidades de esta recreación del célebre y fallido atentado sufrido por el entorno inmediato de Adolf Hitler. Un plan desarrollado en los últimos meses de la égida del nazismo, promovido de forma expresa por parte de su aparato, y comandado por el coronel Claus von Stauffenberg (Cruise), que queda en la pantalla como una propuesta tan atractiva sobre el papel y entretenida en su desarrollo, como en última instancia superficial en su resultado.

De alguna manera, VALKYRIE parece no querer ensuciarse al penetrar en las aguas cenagosas de una de las páginas más insólitas de las postrimerías del régimen nazi, utilizándolo como simple punto de partida para realizar un espectáculo aceptable y competente, pero que en modo alguno lograr penetrar en las enormes posibilidades que brindaba su material de partida. Es hasta cierto punto sorprendente dicha circunstancia, en la medida de encontrarnos como coguionista con alguien tan interesante como Christopher McQuarrie –realizador de la atractiva aunque poco conocida THE WAY OF THE GUN (Secuestro infernal, 2000)-, o suponer una nueva vuelta de tuerca a un terreno que el propio Singer trató en una de sus películas más perdurables –APT PUPIL (Verano de corrupción, 1998)-. Sin embargo, poco a poco el discurrir de su metraje nos introduce en una más de las producciones destinadas a mostrar una imagen más o menos adulta de la ya talludita y rutilante megastar –una vertiente que ha permitido productos tan brillantes como COLLATERAL (2004. Michael Mann) y otros tan execrables como MISSION: IMPOSSIBLE II (2000. John Woo)-. Nada hay por tanto de malo, en esta clara opción por un producto de clara resonancia comercial. Lo que llega a resultar un tanto decepcionante, es el desaprovechamiento de esas intuidas posibilidades que Singer deja de lado en beneficio de ese carácter de espectáculo en el que poco a poco se va convirtiendo su resultado. Un espectáculo, justo es reconocerlo, provisto de una nada desdeñable dignidad, aunque en muy pocos momentos logre el más mínimo atisbo de apasionamiento.

El film de Singer se centra en la rápida concienciación asumida por un conocido seguidor del régimen nazi, asqueado de la escalada de atrocidades cometidas en nombre del III Reich. De forma decidida, irá tentando las posibilidades que le permitan conocer el desencanto de varios de sus compañeros en el ejército –y muchos otros expectantes ante una más que probable victoria aliada, exteriorizando un grado de arribismo que en la película no alcanza la debida hondura-, pergreñando un atentado –denominado “Operación Valkiria”- a partir del cual se articularía una operación que acabaría con Hitler, Himmler, deteniendo a continuación el funcionamiento de las SS. Lo malo que tiene un título de las características del de Singer, estriba en ser un film de suspense sin suspense y, sobre todo, sin lograr que esa carencia de intriga –el espectador conocer la realidad de los hechos sucedidos en 1944- sea sustituida por una apuesta por la ambivalencia o, en su defecto, la mirada sobre el atractivo que el mal ejerce en el ser humano, presente en la ya citada APT PUPIL-

Así pues, no hay que buscar en VALKYRIE más de lo que sus imágenes nos dejan ver. Es decir, un espectáculo bien filmado, con esa fría corrección inherente a los trabajos de su realizador –esos planos generales aéreos en picado sobre bosques, que parecen sacados de los X MEN-, pero en el que uno echa de menos más profundización en sus personajes, menos limpieza retro en las caracterizaciones y algo que se orilla casi por completo en la función; esa casi obligada turbulencia existente en un contexto humano que vivía acostumbrado a la atrocidad más absoluta, y al que le costaba desembarazarse de la connivencia con la demostración más atroz de maldad absoluta que vivió el siglo XX. Es por ello que incluso se desaprovechan sugerencias como la presencia del ojo de cristal de Stauffenberg –un detalle turbador que podía haber dado mucho juego- y los giros violentos estén revestidos de demasiada blandura –quizá implorando con ello su acomodo a sectores de público de menor edad-.

En definitiva, VALKYRIE supone una apuesta bastante consciente de cine espectáculo, realizada con honestidad y profesionalidad. En ese aspecto, la misma resulta irreprochable. Pero lo es casi tanto como deviene reprobable el desaprovechamiento brindado a las postrimerías de un periodo terrible y, aún más que ese compromiso concreto, la posibilidad de plantear al público un thriller electrizante –como sí lo ofrece, por ejemplo, ZWARTBOEK (El libro negro, 2006) de Paul Verhoeven-. En su lugar, viviremos dos horas tan impecables en su aparato externo, como insustanciales en su dinámica interna. Ciertamente, no es nulo el balance, aunque sí sepa a poco. Y es la visión que el público del estreno valoró con una acogida comercial por debajo de las expectativas generadas.

Calificación: 2

SUPERMAN RETURNS (2006, Bryan Singer) Superman Returns

SUPERMAN RETURNS (2006, Bryan Singer) Superman Returns

No voy a reiterar por enésima vez el escaso apego que siento hacia las películas basadas en comics, pero si que cabe mencionarlo en esta ocasión, cuando además se trataba de la obra de un realizador que en anteriores muestras de este subgénero, nunca he negado que me han aburrido soberanamente bajo su aparente cuidado formal. Es así como las dos primeras entregas de los célebres X-MEN, me forjaron la imagen de un Bryan Singer amanerado y la búsqueda de la pretenciosidad en sus adaptaciones cinematográficas de superhéroes de relato gráfico, que han alcanzado una auténtica legión de admiradores, pero entre los que reconozco no encontrarme. Bien es cierto que de forma previa, y amparado bajo sugestivos guiones –me estoy refiriendo a títulos como THE USUAL SUSPECTS (Sospechosos habituales, 1995) y APT PUPIL (Verano de corrupción, 1998)- ya se había mostrado su capacidad para la creación de imágenes cuidadas y atmósferas mórbidas. En cualquier caso, no puedo negar la sorpresa que me ha producido la contemplación de SUPERMAN RETURNS (2006). Sin negar la polémica recepción que su resultado ha suscitado, y la cierta decepción a nivel de recepción e incluso de taquilla alcanzada por sus resultados, no puedo dejar de manifestar que me parece la película más lograda de su realizador, la adaptación más valiosa que se ha realizado del que quizá es el más famoso personaje del cómic norteamericano, y probablemente la más lograda propuesta de este subgénero estrenada en los últimos años. Se que estas manifestaciones van a resultar muy poco compartidas, que la mítica generada –a mi juicio de forma poco justificada- con el SUPERMAN (1978) dirigida por Richard Donner ha supuesto un referente utilizado en contra de esta propuesta, y que el habitual y creciente narcisismo de Singer contribuye no poco a generar esta sensación –no hay más que contemplar los extras que proporcionan su edición en DVD; en ellos se tiene la sensación que al realizador le hubiera gustado encarnar el rol protagonista-.

Pero si se logran dejar de lado estos prejuicios –que pesan, y no poco- y uno se deja llevar por las imágenes de SUPERMAN RETURNS, no tardará mucho en reconocer que se está asistiendo a un auténtico espectáculo cinematográfico confeccionado con medios, si, pero también con inteligencia, sensibilidad y una nada oculta capacidad de reutilizar y potenciar aquellos elementos que han forjado la mitología del personaje, integrándolos en una visión renovada del héroe, que les permite además incorporar una visión nada complaciente de los terrores post 11-M, a partir de los cuales se deja caer esa necesidad de la fe y la presencia en su sustitución de los héroes, en una sociedad totalmente noqueada ante la presencia de elementos que ponen en cuestión su aparente perfección.

Es en ese contexto, donde el film de Singer plantea por un lado una muy inteligente reinvención en el planteamiento del personaje, al que se ve retornar a la tierra tras varios años que se ha ausentado para visitar los restos de su planeta –Krypton-. Será un viaje de búsqueda de sí mismo, del cual retornará a nuestro planeta comprobando que aquello que más le importaba, ya no puede ser suyo. Vuelve como Clark Kent al Daily Planet, pero allí comprobará que Louis ha tenido un hijo y vive junto a Richard White (un muy ajustado James Marsden), manteniendo ambos una relación que no se ha visto ratificada por el matrimonio, pero que de facto, supone la renuncia a la espera de Superman. Es más, Lane ha logrado un premio Pulitzer, con un artículo titulado “Por que no necesitamos a Superman”. Pese a esa pretensión, el retorno del superhéroe pronto se hace notar en la sociedad, por medio de sus espectaculares acciones, que al mismo tiempo pondrán en marcha las expectativas de su eterno enemigo Lex Luthor (Kevin Space), de deshacerse de su rival de siempre. Y es en medio de una sociedad que en el fondo no puede prescindir de la existencia de héroes que sirvan de ejemplo a la misma y el dolor del propio superhéroe por no poder acceder a los más nobles sentimientos del ser humano –compartir su vida con una mujer y vivir una vida familiar-, se desarrolla una propuesta en la que el espectáculo siempre queda en un segundo lado dentro de la querencia por el desarrollo de sus personajes, y en la que se desprende un alto grado de infelicidad –la de Superman al no poder tener a su lado a Louis, la de la propia Louis al no haber entendido en su momento la ausencia del gran amor de su vida, o la del bonachón Richard, que pese a su nobleza, nada puede hacer para evitar intuir que él queda en un segundo término dentro del corazón de Louis-.

Dentro del bagaje de cualidades del film de Singer, destaca en primer lugar esa lograda atemporalidad del radio de acción urbano de la película, que logra integrar la estética decò propia de los años 30 y de las habituales narraciones del personaje, con la de nuestros días, proporcionando una singular y estilizada textura visual al conjunto. Por otro lado, resulta muy interesante el grado de reinvención-revisitación que proporciona el desarrollo de la película, que por un lado se erige como continuación del referente ya mencionado firmado por Donner, mientras que de forma paralela propone una relectura del mismo. Sin duda, un muy interesante planteamiento de guión, que al mismo tiempo nos permite asumir la sensación de encontrarnos con un producto familiar –sobre todo aquellos que en su momento quedaron impactados por el título citado-, mientras que a otros les llevará a encontrarse con un producto novedoso. No es habitual, y menos aún en propuesta de este subgénero, encontrarse con un planteamiento tan interesante y elaborado.

Es evidente, que esos ecos de traslación de una época procedente de los años 30, con las ansias y angustias del norteamericano o el occidental de inicios del siglo XXI, proporcionan una base muy sólida, sobre la que solo falta añadir la destreza visual de Singer para lograr que este SUPERMAN RETURNS sea algo más que un sleeper veraniego. Estoy por pensar que la densidad de sus planteamientos ha sido quizá lo que ha impedido que la película sea ese éxito rotundo que merece, y que han logrado otras propuestas de características similares y resultados de mucha menor entidad. Sea o no por esta circunstancia, lo cierto es que personalmente, esas casi dos horas y media de película, en absoluto se me hicieron pesadas, ya que pese a algún leve bache, tuve la impresión de asistir a un magnífico espectáculo cinematográfico, que me proporcionaba una extraña humanidad del heroico icono de la cultura estadounidense, mucho más cercano como ser sufriente que en la tan rememorada cinta de Donner. Se habla a este respecto de una ausencia de sentido del humor, y para mi esa es una de las cualidades que la hacen emerger sobre su referente, en donde los malvados –encabezados por Gene Hackman- resultaban demasiado caricaturescos. En su defecto, el que propone Kevin Spacey es tan comedido en sus actitudes como brillante y maligno en sus planteamientos y acciones.

Toda la película adquiere ese tono de exacerbación del tormento interior del héroe, al comprobar como en su ausencia ha sido olvidado, de la necesidad de una sociedad en crisis de apoyarse en símbolos y héroes que les permitan tener esperanzas, y el planteamiento del personaje como un nuevo mesías que se ofrece como salvador o referente en la humanidad. Y digo bien la humanidad, y no solo Estados Unidos, puesto que como queda bien claro en el film de Singer, la cobertura mediática universal es la que permite que su figura, como cualquier otra noticia de relieve, pueda ser conocida en todo el planeta y de forma global, prácticamente al instante. A ese respecto tan revelador, responde la forma con la que a través de la pantalla de televisión de numerosos países, se ofrece la imagen del nuevo icono–deidad, como esperanza de la humanidad.

En cuanto película de gran presupuesto, creo que en esa vertiente nadie puede dudar de la minuciosidad de aquellos momentos en donde se hace gala de una perfección técnica casi majestuosa. Los críticos del film han hablado de la ausencia de más secuencias de acción. En mi opinión, las que se insertan son suficientes –y rotundas; la secuencia de la salvación del boeing, que se detiene en un estadio de béisbol con las gradas llenas de un público que aplaude enfervorizado la hazaña, es una auténtica pieza maestra cinematográfica, que logra que el espectador se “enganche” definitivamente con la película. Pero es cierto que las intenciones de sus responsables van más en la línea de la interiorización, para lograr un melodrama fantástico en el que discurran una serie de propuestas temáticas que se erigen como vasos comunicantes, y en la que cabe incidir la presencia del pequeño hijo de Lois, como posible heredero del superhéroe. Que un título que ha de responder a las expectativas de un presupuesto tan elevado, se incline más por el desarrollo de personajes y situaciones dramáticas, bajo mi punto de vista solo debe ser motivo de elogio si además logra, como es el caso, conciliar esos intereses con la demostración de un espectáculo para adultos. Evidentemente, para la total unión de todos estos elementos –a los que habría señalar la perfecta definición de personajes secundarios, o el sadismo que ofrecen secuencias como la brutal paliza que recibe el héroe, amortiguado en sus fuerzas por la acción de la kryptonita-, hay que resaltar el acierto que ha supuesto la elección de Brandon Routh para encarnar nuevamente al héroe por excelencia. Retomando en su espectacular presencia física –que es mimada por la cámara de Singer con autentica devoción- el referente creado por Christopher Reeve, vuelvo a considerarme hereje al preferir la labor de Routh, quien logra ofrecer a través de su encarnación como Supermán, un aura casi misticista, mientras que en su encarnación de Clark Kent demuestra ser un fino comediante. Ese equilibrio mantenido por el joven y casi novel intérprete en estas dos vertientes, es el que a mi juicio me induce a preferirlo sobre el previo Reeve, que si bien interpretando al protagonista resultaba impresionante, cuando lo hacía con Kent me resultaba en todo momento chirriante y poco dúctil con la comedia.

Pero más allá del análisis separado de sus elementos, lo cierto es que SUPERMAN RETURNS discurre con enorme fluidez, tomándose sus tiempos, y logrando secuencias tan románticas como el reencuentro y paseo de Superman y Louis –que bajo mi punto de vista supera la del referente en el film de Donner-, o la rotundidad con la que el superhéroe logra salvar a Laine, su hijo y su acompañante, de forma realmente impresionante, el rescate de la cúpula del Daily Planet, o la salvación de la invasión de EE. UU. entre la tierra de otro continente formado artificialmente por Luthor.

En definitiva, a nivel personal SUPERMAN RETURNS ha supuesto una de las grandes sorpresas del año. No digo con ello que me encuentre ante una obra maestra, pero sí quizá con una de las más valiosas aportaciones del subgénero realizadas hasta el momento, y la abierta posibilidad de poder reutilizar sus materiales de base para lograr un espectáculo de la más alta calidad, en el que además pueden dejarse entrever una serie de elementos de reflexión.

Calificación: 3


APT PUPIL (1998, Bryan Singer) Verano de corrupción

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Nos encontramos en 1984. Todd Bowden (Brad Renfro) es un perfecto ejemplo de las jóvenes generaciones de all american boys. Estudiante, hijo ideal, deportista y atractivo. Bajo su agradable semblante se esconde un ser con un lado oculto que descubre en la aparente plácida ancianeidad de su vecino (Ian McKellen) a un peligroso y antiguo criminal de guerra nazi -Kurt Dussander-. Fascinado por el entorno que le rodea se acerca a él y le propone una extraña relación basada en compartir sus antiguas experiencias en los campos de exterminio y aparentando el joven que logra dominar el inicial rechazo de este a contarle sus intimidades. Todd llega a comprar a Dussander un uniforme nazi encontrado en una tienda de disfraces y le obliga a vestirse con el mismo intentando acercarse al perverso atractivo de la iconografía del III Reich. Sin embargo y tal y como el anciano le advierte en un momento dado: “estás jugando con fuego”, invirtiéndose la relación dominante / dominado y tomando el mando de la misma.

Tras una extraña situación ambos se distancian hasta que el anciano criminal tiene que acometer casi en defensa de su secreto un asesinato en la persona de un mendigo vecino . Pide ayuda telefónica a Todd –al que había advertido previamente del deposito en una caja de seguridad de una redacción de sus experiencias con el joven- y este finalmente logra salvarle del infarto sufrido. Tras ser ingresado en un hospital Dussander es descubierto de forma casual en su pasada identidad, estrechándose paralelamente el cerco en su captura y el intento por parte de la policía por que Bowden les pueda comentar cualquier indicio sobre este nefasto pasado en su relación con Dussander. Sin embargo, nada sucederá. La semilla de la fascinación del mal se apagará definitivamente en el lejano exterminador pero se prenderá en el prototipo del “modelo americano”.

Adaptada de un relato de Stephen King, que en otras ocasiones ya había escrito historias de relaciones de dominio entre dos personajes. APT PUPIL –en España titulada VERANO DE CORRUPCIÓN- supuso la nueva realización de Bryan Singer tras el éxito de su atractiva pero sobrevalorada SOSPECHOSOS HABITUALES (The Usual Suspects, 1995). Creo que en esta película ya se pueden confirmar las virtudes y limitaciones de Singer, hoy día bastante perdido bajo mi punto de vista en la reiteración de sus aburridas y taquilleras versiones de los X Men. Por un lado era una prueba en su necesidad de encontrar historias interesantes que de alguna manera sirvan para hacer valer mayores cualidades que las realmente existentes en su narrativa. Unos rasgos que se confirman en un adecuado uso de la pantalla ancha, una excelente utilización de los actores –Ian McKellen y Brad Renfro (del que ya jamás se supo) están espléndidos en los dos roles principales-, excesivo manierismo con la cámara, tendencia a la presencia de momentos chirriantes o incluso ridículos –aquellas secuencias con el predominio de planos cortos y virados- y, en líneas generales, una cierta sensación de “aparentar más de lo que es” que obviamente se agudizará en las mencionadas adaptaciones de cómics que a mi juicio adolecen de una excesiva pretenciosidad.

En cualquier caso este APT PUPIL se erige en un superficial pero siempre atractivo relato sobre la fascinación que la maldad más o menos evocada puede ejercer entre las jóvenes generaciones –especialmente aquellas que se encuentran amparadas por el superficial progreso de la sociedad estadounidense-. Una película en la que si bien uno echa de menos esa espesura y agudeza cinematográfica que demostró en su momento el hoy olvidado Joseph Losey, no es menos cierto que ofrece buenos momentos y una historia llena de sugerencias. Entre las secuencias más destacables cabría destacar el instante en el que Todd mata con la pelota de baloncesto una paloma con el ala rota que se ha introducido en el gimnasio. Casi al final del metraje Singer insertará un plano casi similar al plasmar la humillación que este logra sobre el que fuera su tutor, y que de alguna manera le ha insinuado su homosexualidad. En ese terreno del suspense psicológico y la relación de humillaciones que se establece como si de una partida de ping-pong se tratara, VERANO DE CORRUPCIÓN cabría definirse como el típico producto que aparenta cargas de profundidad, en realidad ofrece bastantes menos de las que destellan bajo su pulido acabado, pero en su conjunto resiste el visionado sin altibajos notables.

Calificación: 2’5


X2 (2003, Bryan Singer) X - Men 2

X2 (2003, Bryan Singer) X - Men 2

Nunca me cansaré en repetir el para mi escaso interés que generalmente adquieren las adaptaciones cinematográficas basadas en comics. Puede ser –no lo dudo- que un servidor sea un bicho raro al no consumir –de pequeño sí lo hacía- toda esta mitología trasladada a la viñeta. Quizá por ello no me atraigan generalmente sus adaptaciones, aunque el planteamiento que siempre esgrimo es que proceden de lenguajes antitéticos. Al margen de esta convicción cierto es que en algunas ocasiones en estos últimos años plagados de adaptaciones fundamentalmente de los personajes de la Marvel –que parecen ser una factoría inagotable y ciertamente cuentan con un público numeroso y adicto- uno podría destacar sin entusiasmos el esfuerzo de SPIDERMAN y alguna cosilla más, pero digamos que resultan la excepción a la regla –por más que reconozca no ser muy asiduo a las mismas-.

Y en esa no muy amplia galería de títulos contemplados, recuerdo la primera andadura de Bryan Singer con su supertaquillera X-MEN (2000), que no dejó de parecerme un producto cuidado visualmente pero que en el fondo desaprovechaba una historia con posibilidades –la presencia de seres en apariencia monstruosos para el sentir de los “normalizados” seres humanos- en beneficio del espectáculo de masas. Todas estas objeciones formuladas a la primera aventura de los conocidos mutantes, lamentablemente tengo que hacerlas –corregidas y aumentadas- a esta secuela que por mucho que se quiera hacer ver, no se lleva a cabo más que como aprovechamiento del tirón comercial de estas producciones –tal y como ha sucedido por otra parte con otros superhéroes del cómic, hasta hacer parecer el subgénero como una auténtica plaga de probada rentabilidad-.

X-MEN 2 (X2, 2003) nos narra el ataque sufrido por el presidente de los Estados Unidos por parte de un mutante, ataque que realmente ha estado planificado por el general William Stryker (Brian Cox) estrecho colaboradores del mandatario. Este busca el control y la aniquilación de los mutantes, para lo cual secuestra al profesor Charles Xavier, el jefe de la escuela de los seres con poderes especiales (Patrick Stewart). La situación pone a prueba a los conocidos X-Men que incluso llegan a aliarse con su antiguo antagonista Magneto (Ian Mckellen), logrando todos ellos llegar hasta la guarida de Stryker –ubicada en el recinto de una gran presa- para rescatar tanto a Xavier como a los pequeños mutantes secuestrados por el mismo. Las subtramas de la película recurren a la relación que en el pasado mantuvo Lobezno (Hugo Jackman, hierático a más no poder) con el propio Sryker que fue el creador de su anormalidad y por otra parte la imposible relación amorosa entre Rogue (Anna Paquin) y Bobby Iceman (Sawn Ashmore) que no puede consumarse debido a las propias incompatibilidades como tales extraños seres que son, entre ambos.

Realmente esto es todo, ya que las dos casi soporíferas horas de función se extienden en batallitas, planos digitalizados, un guión que quiere encubrir una enorme carencia de material dramático, tener que soportar la imposible peluca rubia de Halle Berry –aún más chirriante que el teñido “Grecian 2000” de Colin Farrell en ALEXANDER-, las poses de el generalmente brillante McKellen y Patrick Stewart, lances archisabidos, escenitas tan de “colorines” como al escenificación del mapa de mutantes y humanos que visiona Xavier.

Pero por encima de todo y aún reconociendo que la película intenta al menos tener una cierta entidad visual, su principal incomodidad viene de la mano de esa apariencia de “trascendentalismo” del film. Todos los personajes y actores están muy serios, apenas hay atisbo de humor en sus lances... Diríase que estamos contemplando las imágenes más importantes de la historia del cine. Y poner esa pose de dramatismo sobre lo que no es más que una astuta operación taquillera no deja de incitar al aburrimiento, a lo que contribuye en buena medida una insoportable musiquilla –John Toman- encargada de subrayar ad nauseaum estas características.

¿Qué salvaría de esta tediosa nueva andadura de los X-MEN –y no duden que en el futuro habrá una tercera-? Además de ese intento de cuidado visual, de la estupenda fotografía de Newton Thomas Rigel o los muy cuidados efectos especiales –que parece obligado que lo sean pero incluso a veces en superproducciones de estas características pueden resultar chapuceros-, uno destacaría algunos momentos en los que Singer logra crear imágenes de claro matiz fantastique. Me remito concretamente a la secuencia casi inicial en la que los conocidos mutantes desarrollan sus poderes en un museo científico; el instante en que Magneto logra frenar el casi imparable choque de la nave de los mutantes deteniéndola casi a ras de tierra; al momento en que Lobezno logra destruir a la mutante que se ofrece como fiel escudera de Stryker introduciéndole en su cuerpo el material con que se crearon sus propias cuchillas -la mutante derramará lágrimas de ese material antes de caer finalmente en un receptáculo de laboratorio-. Finalmente, no se puede omitir el estupendo momento en el que Jean Grey (Famke Janssen) logra salvar la nave de los protagonistas en los minutos finales, resistiendo el embate de las aguas que proceden de la presa reventada, y reanudando en cierto modo las reminiscencias religiosas (en este caso de episodios narrados en el Antiguo Testamento), que en la película tienen su máximo exponente en el atormentado mutante Kurt Wagner (Alan Cumming). Como se puede comprobar es poco para dos horas de bombardeo de imágenes –por muy cuidadas que en ocasiones puedan serlo-, pero menos es nada.

Calificación: 1