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CINEMA DE PERRA GORDA

JACK THE GIANT SLAYER (2013, Bryan Singer) Jack el caza gigantes

JACK THE GIANT SLAYER (2013, Bryan Singer) Jack el caza gigantes

Con un presupuesto cercano a los doscientos millones de dólares, de entrada, JACK THE GIANT SLAYER (Jack el caza gigantes, 2013. Bryan Singer) se erigió como un auténtico batacazo, dentro del conjunto de la producción mainstream lanzada desde Hollywood. Y lo cierto es que sorprende la escasa acogida al producto, que pese a las deudas contraídas tanto con la adscripción por las 3D –una faceta por la que confieso una absoluta carencia de interés-, una excesiva dependencia de la digitalización, y una cierta blandura en su adscripción para públicos juveniles, no es menos cierto que atesora en su metraje –bastante más ajustado que en buena parte de las producciones de nuestros días; primer acierto-, no pocos elementos de interés. Atractivos basados ante todo en su constante oposición o choque entre las convenciones a las que se ha de adscribir de manera casi forzosa, y el empeño del realizador por integrar su conjunto dentro de unos parámetros más personales.

Iniciada de manera ingeniosa con un montaje paralelo por parte de los dos personajes que más adelante se erigirán como protagonistas del relato, y mostrando en ellos una curiosa disposición de semejanzas en sus personalidades, al tiempo que totalmente opuestos marcos personales –el de la clase plebeya que ejemplifica Jack, y el de la princesa Isabelle, ambos siendo niños-, en estas imágenes iniciales se nos describe el origen de la supuesta leyenda de la antigua Inglaterra –entonces llamada Albión-. Todo ello, a partir de la invocación de unos monjes para poder acceder al contacto de Dios, que propició conocer una raza de gigantes que se albergaba en un estrato superior ubicado sobre las nubes, cuyo ataque tuvo que contrarrestar el monarca de aquel momento, a partir de la elaboración de una corona mágica y también una habichuelas que permitieron “almacenar” esas raíces que posibilitaron la invasión de aquellos monstruosos guerreros. Curiosa manera de iniciar el relato, describiendo un contraste de modos de vida –el lujoso de la princesa y el modesto del granjero-, queriendo quizá describir una metáfora sobre la mixtura de aspectos que antes señalaba y describe esta superproducción que, en esencia, pretende mostrarse como un cariñoso homenaje a aquel entrañable subgénero que proliferó en las pantallas estadounidenses desde mitad desde la década de los cincuenta y hasta inicios del decenio siguiente, en lo que se definió cine de lo “maravilloso”. Fantasías de todo tipo –primordialmente desarrolladas en ambientes exóticos-, que tuvieron en el la figura de Ray Harryhausen su más valioso elemento de unión, y en el realizador Nathan Juran su exponente artesanal más significativo, dejando quizá su título de gloria más valioso en THE 7TH VOYAGE OF SIMBAD (Simbad y la princesa, 1958. Nathan Juran). Del mismo director fue la primera versión del título que nos ocupa, estrenada en 1962 y protagonizada por Kerwin Matthews, uno de los actores fetiche del subgénero, que medio siglo después es actualizado con unos medios de producción más ambiciosos y, al mismo tiempo, carentes del encanto naïf de aquellos tiempos irrepetibles en atmósfera y también en ingenuidad.

Por fortuna, Singer ha demostrado en esta ocasión la suficiente inteligencia para sobresalir por encima del aspecto industrial del conjunto, permitiendo que en JACK THE GIANT SLAYER se contemplen de manera paralela dos películas. Una, la que se pretendía industrialmente, y otra, una mirada distanciada, que no excluye en modo alguno la constante incorporación de elementos bizarros. Es en este segundo aspecto, donde en no pocos momentos se tiene la sensación de que el realizador y guionista –junto con Christopher McQuarrie-, se inspiraron en el entrañable referente que propició William Goldman y Rob Reiner en THE PRINCESS BRIDE (La princesa prometida, 1987. Rob Reiner). Es más, la propia configuración de personajes como el héroe (Nicholas Hoult en este caso, Cary Elwes en el de Reiner) o el villano (Stanley Tucci en esta, Chris Sarandon en aquella) aparece casi calcada, por más que siempre en la comparación, salga ganando la propuesta de Reiner. Sin embargo, no deja de suponer una elección con cierto grado de atractivo, en una película en la que justo es señalar que se detecta un exceso de planos generales de grúa –hay que rentabilizar el 3D- y la digitalización de los monstruosos gigantes aparece demasiado evidente en sus movimientos.

Pero no obstante, el film de Singer se deja ver casi en todo momento con agrado. Esa sensación de haber huido de lo mastodontico en elementos como su duración, o la mirada en cierto modo distanciada que preside la historia central, son aspectos que repercuten positivamente en su balance final. En este último aspecto, hay detalles que inciden claramente en ello, como el look que luce el protagonista –encarnado por el emergente Nicholas Hoult-, que se distancia del entorno medieval del conjunto, para parecer por el contrario un simple universitario aventurero de nuestros días. Y junto a ello, orillando por completo el devenir de una historia previsible pero que se degusta con cierta placidez, es en la incorporación de detalles malsanos, donde JACK THE GIANT SLAYER adquiere su más alto grado de interés. Esa apelación por lo bizarro –como degluten los gigantes a los terráqueos, la manera en que casi es preparado como una torta por parte de un gigante feista y cocinero el lugarteniente del rey –Elmont (un estupendo Ewan Mcgregor)-, la divertida secuencia en la que se introduce un panal de abejas al gigante que se mantiene como guardián, la lucha entre Jack y Roderick (Tucci) en la desembocadura de una cascada que da paso al abismo que une el siniestro lugar donde residen los gigantes, con el territorio de Albion, o la cruel batalla que se desarrolla en el castillo del Rey Brahmwell (Ian McShane) con la invasión de los gigantes, en una apoteosis tras la cual la película culminará con un giro final con cierto grado de sorpresa.

Apelar a la magnificencia del diseño de producción resulta casi obligado en una superproducción de estas características, pero justo es reconocer que el mismo deviene notable a todos los niveles. Las transiciones de estaturas entre gigantes y terrestres aparecen bien moduladas, aunque a fuer de ser rigurosos, uno no termina de comprender como puede ser que la voz de los segundos sea perceptible por los primeros con tanta facilidad. Lo cierto es que con esta nueva reedición de JACK THE GIANT SLAYER, nos encontramos con un apreciable espectáculo de barraca de feria destinado a los públicos de nuestros días, que quizá no encontró un nicho de público más amplio por esa ya señalada querencia hacia lo siniestro, que sin embargo en décadas precedentes no impidió que funcionaran en la taquilla, las últimas entregas de la saga del personaje de Indiana Jones, con las que comparte del mismo modo no pocos elementos.

 Calificación: 2’5

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