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CINEMA DE PERRA GORDA

Daniel Burman

ESPERANDO AL MESÍAS (2000, Daniel Burman) Esperando al mesías

ESPERANDO AL MESÍAS (2000, Daniel Burman) Esperando al mesías

Hace algunos meses comentaba en esta misma tribuna la –a mi juicio- amalgama de virtudes y debilidades que se entrelazaban en una película ciertamente muy aplaudida en el momento de su estreno. Me estoy refiriendo a EL ABRAZO PARTIDO (2004) con la que de alguna manera se consolidaba la proyección internacional de la trayectoria de su realizador; el argentino Daniel Burman. Al contemplar ahora el que fue su tercer film –ESPERANDO AL MESÍAS (2000)-, uno no puede por menos que remontarse a aquella película, ya que en buena medida nos encontramos con unos ambientes y formas cinematográficas similares y hasta cierto punto complementarias.

En este título precedente ya se muestran diversos ambientes existentes en el entorno de la ciudad de Buenos Aires a partir de la accidental quiebra de un banco a partir de un error informático. Con esta premisa argumental muy pronto conoceremos a los personajes cuyos destinos se entrecruzarán completando de forma existencial un microcosmos en el que veremos desde los personajes ya vencidos por la vida –Simón (Héctor Alterio)-, los que de alguna manera se enfrentan a una segunda oportunidad –Santamaría (Enrique Pineyro) y Elsa (Stefanía Sandrelli)-, aquellos que al menos esperan ver sus sentimientos correspondidos –Estela (Melina Petriella)-, el joven que en su llegada a la madurez no sabe realmente que camino acometer –Ariel (el sensacional Daniel Hendler, que años después protagonizaría también brillantemente la ya mencionada EL ABRAZO PARTIDO)- y finalmente la presencia de ese casi recién nacido que ejercerá como símbolo de la esperanza colectiva.

ESPERANDO AL MESÍAS tiene como eje al personaje de Ariel Goldstein, joven hijo de Simón y perteneciente a una familia de judíos bonaerenses, caracterizado por su ingenuidad y particular sentido de la observación. Ariel será el nexo de unión de toda la fauna humana presentes en la película, que tiene su otro nudo de interés en la extraña, insólita y entrañable historia de amor que se refleja entre Santamaría, ese oficial de banca despedido y repudiado por su esposa, que se tendrá que ganar la vida recogiendo de la basura las documentaciones de personas a las que roban y devolviéndoselas a sus dueños. El caído personaje tiene un encuentro con una cuidadora de la limpieza en los aseos de la abandonada estación de tren –Elsa-. Esta mujer se encuentra igualmente apartada de su marido –que se encuentra encarcelado-, y pese a sus reticencias muy lentamente irá dejando paso a ese aprecio inicial para poco a poco convertirlo en una esperanza para los dos seres que se encaraman hacia la madurez con una soledad compartida.

Daniel Burman recurre a la pincelada para mostrar esta gama de sentimientos, con unas formas narrativas tan libres como caprichosas, logrando en todo momento la mirada amable del espectador pero creo que en ningún momento traspasando la frontera de la hondura y la emotividad. Y creo que el mosaico que se muestra en sus imágenes, la variedad generacional, antropológica –esa especial incidencia en las costumbres judías- y humana que se muestra casi abría la puerta a una mayor cercanía con el espectador. Sin embargo, pese a la presencia de un soterrado humor, a una huída deliberada de elementos sensibleros –especialmente presente en el sentido elíptico con que se narra la muerte de la esposa de Simon y madre de Ariel- y una capacidad descriptiva fuera de toda duda, uno no puede por menos que notar una sensación de que ESPERANDO AL MESÍAS no llega más que a medio camino de sus intenciones.

La excelente prestación de los actores y la sensación de veracidad que proporcionan los generalmente lúgubres exteriores, son elementos que contribuyen a valorar positivamente esta película, que finalmente se queda como una narración en voz baja y logra mantener el interés del espectador –especialmente en su primera mitad-, pero cuyo resultado final, con ser apreciable, no llega jamás a despuntar sobre la medianía de su nivel.

Calificación: 2

EL ABRAZO PARTIDO (2004, Daniel Burman)

EL ABRAZO PARTIDO (2004, Daniel Burman)

¿Puede la puesta en escena limitar las virtudes de una película? Evidentemente si. Pero propongo la pregunta contraria ¿Es posible que las numerosas virtudes de la misma hagan valer su interés pese a que en dicha puesta en escena se haya optado por un camino poco adecuado? Supongo que para los realmente inflexibles en este terreno la respuesta sea negativa pero en el mío propio, y aún considerándome muy seguidor de esa base para la valoración de las mismas, creo que cada ejemplo es un mundo.

Todas estas disgresiones venían a mi mente al contemplar EL ABRAZO PARTIDO (2004), una reciente producción argentina realizada por Daniel Burman y de la que realmente me quedó un muy buen sabor de boca, por más que al mismo tiempo sienta la relativa insatisfacción de intuir que con una narrativa rigurosa y clásica se encontraba la base de de lo que incluso hubiera llegado a ser una obra maestra.

EL ABRAZO PARTIDO nos cuenta siempre bajo el punto de vista de su protagonista, el joven Ariel (Daniel Hendler) el entorno en el que se desarrolla su vida; lo que se denomina “la galería” y es un conjunto de pequeños comercios generalmente de corto alcance ubicados en pleno Buenos Aires. Todo un microcosmos lleno de personajes sinceros y pintorescos en el que se inserta el comercio de su madre: “Establecimiento Elías”. Una tienda que como su rótulo subraya se autodenomina de “lencería fina” aunque no es más que una mercería de cortos vuelos. A través de la mirada de Ariel y el contrapunto siempre irónico de sus comentarios, conocemos las grandezas y miserias de todos estos personajes, que de alguna manera se interrelacionan.

Ariel desea recobrar sus orígenes polacos y viajar a dicho país para lo cual solicita la documentación que sobre los orígenes familiares conserva su abuela, revelándose sus orígenes judíos y el abandono que sufrió por su padre. Esta circunstancia le lleva a una especie de toma de conciencia que alterna con la relación con su hermano y sus escarceos sexuales con su vecina de comercia –una cuarentona de buen aspecto que atiende un negocio de internet-. Su padre regresará y Ariel se debatirá entre el rechazo inmediato a la reflexión por intentar comprender las razones por las que este abandonó a su madre. En ello la película cobrará un giro interesante, entrañable y finalmente emotivo.

Hay bastante elementos realmente brillantes en EL BRAZO PARTIDO. Destaquemos en primer lugar esa logradísima galería de personajes secundarios (todos magníficamente interpretados) que forman su mosaico coral. Es algo más difícil de lo que parece y Burman lo plasma con algo más que habilidad. De entre ellos me gustaría destacar por su sutileza y sensibilidad y sensibilidad el de Osvaldo; el de la papelería (memorable Isaac Fajm). Igualmente, otra de sus virtudes es la certera plasmación de un mosaico intercultural en las que se entremezclan no solo la inmigración actual sino los atavismos que el exilio ejerció en el pasado

Por otra parte la película es absolutamente rigurosa al adoptar el punto de vista del protagonista ¿En cuantos títulos narrados en primera persona vemos secuencias que de ninguna manera podrían ser visualizadas de forma lógica?. Ese elemento impecablemente logrado se une al matiz irónico que adquieren muchos de los comentarios de Ariel –tanto en su diálogo como en los pensamientos que refleja en off- y, por supuesto, a la sensacional interpretación que el joven Daniel Hendler encarna de su personaje (premiada creo que con toda justicia en el Festival de Berlín 2004), combinando dinamismo, sentimiento, mundo interior y contradicciones en un trabajo que demuestra que la mirada es la mejor arma de un actor.

Si todo en EL ABRAZO PARTIDO fuera del mismo signo nos encontraríamos ante una obra maestra. Lamentablemente parte –solo parte- de esas posibilidades, se pierden por la elección formal elegida por su realizador. Creo haber señalado ya en más de una ocasión que no soy detractor por norma del formato DOGMA –filmación en digital sin respeto al “raccord”-. Hay películas que dentro de esas características merecen mis respetos. Sin embargo, no dejo de reconocer que en este caso su plasmación en ocasiones es atropellada, que malogra momentos que podrían haber adquirido un carácter conmovedor e impiden que su resultado alcance cotas mayores. Si bien es cierto que la cámara de Burman atiende el trabajo de los actores, no deja de abusar de planos innecesarios, otros muy cercanos a la acción –se nota en exceso una sensación de agobio visual-. Es curioso a ese respecto destacar como en aquellos momentos en los que se obvia esa tendencia, la película vislumbra las cotas que pudiera haber alcanzado –esa mirada furtiva entre Osvaldo y la madre de Ariel en su comercio que hace intuir que algo ha existido entre ellos-, algunos de los momentos de Ariel con su abuela o incluso los instantes finales que ciertamente logran una sincera emotividad. Es por ello que uno se queda con la sensación agridulce de haber contemplado un diamante en bruto que de haberse pulido en un buen taller hubiera podido convertirse en una pieza digna de la mayor colección. En cualquier caso y pese a todos los reparos apuntados, si tienen ocasión de verla no dejen de hacerlo.

Calificación: 2’5