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CINEMA DE PERRA GORDA

Montgomery Tully

THE COUNTERFEIT PLAN (1957, Montgomery Tully) El culpable acusa

THE COUNTERFEIT PLAN (1957, Montgomery Tully) El culpable acusa

Artífice de una filmografía que aglutina unos 40 largometrajes rodados entre 1945 y 1967, el nombre del irlandés Montgomery Tully (1904 – 1988) se une al de una serie de realizadores como Lewis Gilbert, J. Lee Thompson, Sidney Hayers, u otros aún menos conocidos como Anthony Kimmins o el mejor de todos ellos, el extraordinario Lance Comfort, practicantes todos ellos de una valiosísima corriente de cine policíaco y criminal aparecen conformando una apuesta genérica, desarrollada de manera especial durante la década de los cincuenta, que aún precisa de una necesaria mirada global. Fue este una personalidad especialmente inclinada hacia el policial, bien fuera como cineasta, guionista o incluso novelista. Combinó con cortometrajes y una no muy amplia producción televisiva su andadura como realizador. Sin embargo, se puede decir que sigue siendo un absoluto desconocido, de las cuales esta es la más atractiva de ellas. Se trata de la muy interesante THE COUNTERFEIT PLAN (El culpable acusa, 1957). De entrada, y antes de proceder a su análisis, se percibe en la película un sentido de la inmediatez, una capacidad de plasmar una atmósfera turbia y fatalista que se eleva sobre el seguimiento de una base argumental en ciertos momentos presente como una simple coartada, no sin defectos, para plantear una producción que adquiere más que otras compañeras de género, ecos en torno al ya casi difunto noir norteamericano y, sobre todo, personalidad propia.

Producida por la Anglo Amalgamated –productora inglesa bien conocida por su, pese a todo, no muy numerosa aportación al cine de terror- THE COUNTERFEIT PLAN se inicia de manera casi asfixiante al describir el ataque que recibirá un coche de policía que discurre por el campo francés, en el que unos agentes custodian al criminal Max Brant (Zachary Scott). De repente, un carro cruza la carretera surgiendo del mismo un pequeño comando, que no dudará en asesinar violentamente a los agentes, llevando a Max hasta un pequeño avión que lo trasladará hasta una mansión ubicada en la campiña inglesa. El inicio del film de Tully es apabullante, e incluso sorprendente. Tras unos títulos de crédito marcados en una imprenta, el espectador se verá casi noqueado por el sentido de la inmediatez, su desusada plasmación de la violencia, y la percutante descripción de sus principales personajes. Será una manera de sumergirnos en un ámbito oscuro, que muy pronto se prolongará en la llegada de Max acompañado de su joven ayudante Duke (Lee Patterson, el posterior y admirable protagonista de The White Trap (1959. Sidney Hayers)), al propietario de la mansión a la que se ha dirigido; Louie Bernard (Mervyn Johns). Bernard es actualmente un hombre mesurado y de débil carácter, aunque en el pasado fue el colaborar más fiel de Max, cuando desde los años de la contienda mundial, fue el artífice de diversas falsificaciones de billetes. Será el objetivo que el fugado y condenado a muerte querrá retomar e intentando con ello relanzar una andadura delictiva que quizá le proporcione una salida a una situación extrema -su condición de condenado a muerte fugado y buscado por la policía internacional-. Pese a la renuencia del antiguo falsificador, este se verá intimidado por la capacidad disuasoria y amenazante de Brant, quien no dudará en organizar los elementos necesarios para la puesta en marcha de un taller de falsificación de billetes de libras y dólares. Las crecientes reticencias del propietario de la mansión, se verán siempre sorteadas por la capacidad para la amenaza de Max, en la que implicará el conocimiento de la hija del veterano y hasta entonces retirado falsificador. Llegará incluso a proporcionar la puntual reaparición de su pasión por el trabajo bien realizado a ese hombre afable e incluso timorato, que pese a todo mira con recelo este retorno a un pasado del que creía se había visto alejado de manera definitiva.

Lo señalaba anteriormente. No se puede decir que lo más atractivo de THE COUNTERFEIT PLAN aparezca en su propuesta argumental. No se trata de que asistamos a una historia dominada por su simpleza, o incluso en ella aparezcan clichés poco modulados –la presencia de esos mafiosos territoriales dispuestos a repartirse la distribución de las falsificaciones impresas- o incluso la presencia de personajes en los que se atisba el esquematismo o la poca pertinencia de sus comportamientos. Pienso especialmente en la escasa hondura que reviste el rol del prometido de Carol (Peggie Castle), la hija de Bernhardt. Se trata de Bob (Robert Arden, el inexpresivo protagonista de MR. ARKADIN (Mr. Arkadin, 1955. Orson Welles)), cuyos comportamientos y actitudes aparecen dominadas no solo por el esquematismo, sino incluso por la mínima base de credibilidad. Sin embargo, esas imperfecciones en modo alguno impiden reconocer esa fuerza, esa entrega, que Montgomery Tully aporta al conjunto de una película por momentos, tensa e irrespirable. Todo un derroche de atmósfera real y física despojada de cualquier glamour, que contrasta con el marco físico de la acción, esa mansión típicamente británica aparecida casi como un marco amenazante, que por otro lado es magníficamente integrada en la película, al utilizar sus dependencias casi como un personaje más del relato.

Y es que lo más valioso del film de Tully reside en su inmediatez, en la extraña relación –no ajena a apuntes homosexuales- mantenida entre Max y el joven Duke, siempre ataviado con una cazadora de cuero, potenciando su desafiante atractivo en todo momento. En el contrapunto que ofrecerá la inesperada llegada de la hija de Louie, catalizadora de nuevas tensiones, y a quien Max utilizará como dibujante cuando su padre se lamente de su mengua en las cualidades como falsificador. Lo hará en la singular presencia de Gerta, esa fiel criada de Bernard que, pese a no saber hablar en inglés poco a poco irá percibiendo la realidad que se ha instaurado en la mansión, y que finalmente será sacrificada por el refugiado criminal en el off narrativo, emergiendo con posterioridad el cadáver boca abajo en medio de un estanque. Aparecerá en la frialdad con la que se describe la investigación policial, que poco a poco irá cerrando una investigación que, con todo, aparecerá como rutinaria. En la ausencia de asideros emocionales a través de sus personajes. En la presencia de detalles tan sutiles como ese gato negro que aparece detrás de Louie, cuando Max le plantea lo irreversible de su asociación. O, en definitiva, en el alcance didáctico que alberga el funcionamiento en la elaboración y distribución de los billetes falsos, con esas reuniones simulando fiestas o combates de boxeo, y que encubre una reunión de criminales.

Sin embargo, nada resultará más revelador del carácter que reviste esta producción tan áspera como apasionante. Tan irregular como desasosegadora, que esa conclusión sin asideros en la que la muerte por accidente del buscado delincuente y su fiel ayudante, en modo alguno irá aparejada de matiz moralista. Solo una mirada de los supervivientes constatará la misma., como para nosotros nos abre el apetito, para ir acercándonos a más exponentes de este en teoría, atractivo cineasta.

Calificación: 3

SMALL TOWN STORY (1953, Montgomery Tully)

SMALL TOWN STORY (1953, Montgomery Tully)

Como Lance Comfort, Vernon Sewell, o Lawrence Huntington, Montgomery Tully (1904 – 1988) es otro de los realizadores, sobre los que se vehiculó parte de la columna vertebral de un determinado cine popular de bajo presupuesto en Gran Bretaña que, en los últimos tiempos, se está desempolvando del olvido, y comprobándose con estupefacción que, en líneas generales, no solo se conserva en buen estado, sino que en algunos casos -pienso sobre todo en la figura de Comfort, a quien considero a tenor de lo contemplado, un magnífico realizador-, revela un elevado nivel de interés, lo que obliga a comentaristas e historiadores, a intentar revisitar sus respectivas filmografías. Artífice de unos 40 largometrajes -además de cortos y aportes televisivos-, SMALL TOWN STORY (1953), es la tercera película de Tully que he podido contemplar hasta ahora -recuerdo con especial agrado, la magnífica y sombría THE COUNTERFEIT PLAN (El Culpable acusa, 1957)-, y tengo que señalar que nos encontramos ante una producción de muy limitado presupuesto y ajustada duración -apenas roza los 70 minutos- que, de entrada, rompe con la imagen que podía tener de su cine, ligándolo con las costuras del policiaco inglés -luego veremos, que algo de ello conserva en su argumento-.

La película, se inicia con el retorno desde Canadá, del joven ex militar Bob Regan (Kent Walton, años después, reconocido comentarista deportivo en su país), a Oldchester, una pequeña localidad rural, ubicada cerca de Londres. Este ha regresado, con la sola intención de reunirse con su prometida -Pat Lane (Susan Shaw)-, con la que ha mantenido durante este tiempo una relación epistolar, pero de la que no ha tenido noticias últimamente. Será recibido por el veterano Michael Collins (George Merritt), gerente del equipo local -el Odchester United-, siguiendo su hija -Jackie Collins (Margaret Harrison)- secretamente enamorada de él, pese a que Bob la corresponda únicamente con una sincera amistad. Este, en realidad, solo desea encontrar las pistas, que le sirvan para reencontrar a su prometida, mientras que el viejo Collins, verá en él la oportunidad de incorporar un delantero a su equipo, para lograr levantar la racha adversa que soporta. Pero a todo se sumará un nuevo elemento; una inesperada herencia de 25.000 libras que recibiría el club, caso de ascender a las ligas profesionales, bajo la condición del finado, de que su mandatario no revele dicha circunstancia. Caso de no poder cumplir el requisito, la cantidad sería entregada al poco recomendable Nick Hammond (Alan Wheatley), sobrino del fallecido. Este último, no cejará en poner zancadillas para impedir dicho ascenso, sabiendo la búsqueda de Pat por parte de Regan, que ha conseguido inesperadamente, revitalizar la marcha del club. Por ello, se pondrá en contacto con ella, con la que mantiene una estrecha relación, y se encuentra en Londres.

Ello complicará los objetivos de Collins, máxime cuando el protagonista aceptará una propuesta del Arsenal, siempre atendiendo los consejos de Pat quien, espoleada por Hammond, intenta simular un acercamiento con Regan. Dicha circunstancia, propiciará que la racha del pequeño equipo vaya cuesta abajo, mientras que al mismo tiempo entrará en escena el joven Tony Warren (Donald Houston), rehabilitado tras una condena vivida, que sigue manteniendo cariño hacia Pat, aunque observe con desapego el plan en el que esta se ha introducido. Todo ello, le permitirá observar la innoble actitud de Nick, a la que contrarrestará de manera decidida, incluso en medio de un partido crucial, en el que Regan será secuestrado.

A título de anécdota, SMALL TOWN STORY, figuró durante muchísimos años, en la lista de títulos perdidos, en la catalogación del British Film Institute, siendo especialmente buscada, por ser una de las escasas producciones que albergaban temática futbolística en su argumento, y la presencia en su reparto, de figuras del Arsenal como el jugador Denis Compton, o el comentarista Raymond Glandenning. La realidad, nos propone una película pequeña y desigual, pero que derrocha encanto en su decidida sencillez y, a mi modo de ver, asumió de manera deliberada, los postulados que hicieron célebres las comedias de la Ealing, unos cuantos años atrás. Es decir, nos encontramos con un contexto revestido de amabilidad, en el que incluso los personajes más cuestionables, quedan definidos de manera sencilla -incluso lo ladino de Hammond, y todo el episodio del secuestro de Regan, o la actitud interesada de Pat, que finalmente quedará redimida con Tony-.

El film de Tully transpira en sencillez, en personajes y roles tan episódicos, como creíbles en su cotidianeidad, en el que el aroma rural de la pequeña población, casi se llega a paladear, y en el que los simplismos de su argumento, uno los llega a olvidar, en beneficio de esa aura de pequeña fábula, que transmitirá su escueto metraje. Y, justo es reconocerlo, la presencia de la afición futbolística, proporciona no pocos buenos momentos al relato, de manera muy especial en ese partido final, en el que toda la población se reunirá para apoyar a su equipo local, enfrentado en una lucha crucial y definitiva, con un equipo de mucha mayor graduación. Una disputa, que Michael Collins sufrirá de manera especial, ya que interiormente sabe lo que se juega en él -el futuro de una enorme inversión económica que fortalecería el mismo-, teniendo el hándicap de no poder revelar dichas circunstancias, ni siquiera a su hija Jackie, que se encuentra a su lado. Ello propiciará un vibrante desarrollo del encuentro, con una ágil planificación de los devaneos del encuentro, acompañados con la locución del conocido Glandenning, mientras que, al final de la primera parte, Hammond y su esbirro, secuestran a Regan a punta de pistola, dentro de unos minutos finales, de clara ascendencia griffithiana.

Tan discreta como ingenua. Con tantas carencias como encanto, SMALL TOWN STORY es el clásico relato, todo lo insustancial que se quiera, que se disfruta con ligereza, dejando a su paso, un regusto tan plácido, como de rápido olvido, a lo que contribuirá no poco, la pertinencia de la voz en off del propio Regan, en los instantes iniciales y finales del relato.

Calificación: 2

THE THIRD ALIBI (1961, Montgomery Tully)

THE THIRD ALIBI (1961, Montgomery Tully)

Como tantos hombres de cine en Inglaterra, en la figura del dublinés Montgomery Tully (1904 – 1988), se da cinta un hombre de múltiples facetas culturales. Novelista, escritor teatral y guionista cinematográfico, deviene de notable extensión su producción fílmica, inserta dentro de los parámetros de una serie B inglesa, especialmente indicada en el cine policiaco y criminal, extendida desde los primeros años cuarenta, y hasta bien entrados los sesenta. Como en el caso de Vernon Sewell y varios otros, su producción nunca alcanzó una determinada entidad como producto industrial, hecho por el cual quizá resulte francamente complejo recuperar sus películas. He de reconocer que hasta el momento solo he podido visionar la estupenda THE COUNTERFEIT PLAN (1957). Por ello, mi expectación era notable ante la posibilidad de acercarme a la posterior THE THIRD ALIBI (1961). Lamentablemente, nos encontramos ante una película que, sin estar despojada de interés, en modo alguno puede parangonarse a dicho título, quedando fundamentalmente como un producto televisivo de la época, con todo lo bueno y lo malo que ello podría conllevar. Basado en una obra teatral de Pip y Jane Baker, transformado en guion cinematográfico, de la mano del propio Tully, junto a Mauricio J, Wilson -también productor-, lo cierto es que la acción de la película se describe en escasos escenarios, centrándose en los tres principales personajes de la función, conformando una extraña relación triangular.

Tras el atractivo tema musical de Don Banks, la película nos introduce en el ámbito del acomodado matrimonio formado por el reputado compositor musical Norman Martell (Laurence Payne). Culmina una de las fiestas celebradas por el matrimonio, cuya esposa es la amable Helen (Patricia Dainton). Los primeros instantes de la película con reveladores, mostrándonos a ese médico de cabecera, que tanta importancia tendrá al tratar la dolencia de Helen. Al mismo tiempo, veremos a Norman tocar al piano en solitario ante Peg (Jane Griffiths), su joven cuñada. Con ajustada precisión comprobaremos la frialdad que reina entre las dos hermanas y, muy poco después, la existencia de una relación adúltera del esposo, precisamente con la propia hermana de Helen. Todo ello conformará el punto de partida de un modesto drama psicológico con creciente dosis de suspense, en el que se introducirá el deseo de la pareja de amantes, de lograr por parte de la esposa que acepte a concederles el divorcio. Por otra parte, estos desconocerán la grave dolencia de corazón que esta padece, planteando el frío y amoral Norman, idear un ingenioso plan, que sirva para liquidarla, sin que el pueda ser siquiera tenido en cuenta como sospechoso. Sin embargo, como casi siempre suele suceder en este tipo de relatos, casi nada saldrá como estaba planeado, produciéndose una serie de giros e imprevistos, que si bien alcanzarán un doblemente trágico e inesperado resultado, este no será el deseado por sus protagonistas, cerrándose el mismo con una sorpresa final, que en cierto modo aparecerá como apólogo moral, ante una accidentada situación vivida por el compositor al inicio de la película, mientras trasladaba de noche a su amante, desde la fiesta que abrió el relato, hasta su domicilio.

No nos engañemos, THE THIRD ALIBI exhibe en su discurrir, una serie de convenciones más o menos previsibles y, si se me permite la digresión, carentes de especial interés, en este tipo de propuestas. Algo que se basará fundamentalmente en describir aquellas variantes e inesperadas situaciones, desviándose de lo planificado por el extremadamente frío Norman. Pero más allá de lo estereotipado de su desarrollo, justo es reconocer que nos encontramos con una pequeña película que sabe articularse yendo siempre a lo esencial, sabiendo hacer de la limitación virtud dentro de su ajustadísima duración. Con ello, se logra una cierta credibilidad en la descripción de los principales personajes, teniendo especial mención la humanidad con la que Patricia Dainton envuelve el retrato de esa fiel y sufrida esposa, que sobrelleva en secreto la cercanía del fin de su vida. No olvidaremos tampoco, la oportuna descripción de roles episódicos -esa caricaturesca y chismosa operadora telefónica, decisiva en la investigación policial-. Si algo beneficia el film de Tully, es la fisicidad con la que describe su puesta en escena, ayudándose para ello de la húmeda fotografía en blanco y negro propuesta por el operador Walter J. Harvey. No se puede decir que aparezca el relato como algo novedoso, pero si se percibe un cierto interés en su conjunto. Unamos a ello la presencia de la cantante Cleo Laine -la cantante de THE SERVANT (El sirviente, 1963) de Losey-, en una secuencia de ensayos del compositor, que transmite cierta sensación de veracidad al espectador.

Calificación: 2