THE THIRD ALIBI (1961, Montgomery Tully)
Como tantos hombres de cine en Inglaterra, en la figura del dublinés Montgomery Tully (1904 – 1988), se da cinta un hombre de múltiples facetas culturales. Novelista, escritor teatral y guionista cinematográfico, deviene de notable extensión su producción fílmica, inserta dentro de los parámetros de una serie B inglesa, especialmente indicada en el cine policiaco y criminal, extendida desde los primeros años cuarenta, y hasta bien entrados los sesenta. Como en el caso de Vernon Sewell y varios otros, su producción nunca alcanzó una determinada entidad como producto industrial, hecho por el cual quizá resulte francamente complejo recuperar sus películas. He de reconocer que hasta el momento solo he podido visionar la estupenda THE COUNTERFEIT PLAN (1957). Por ello, mi expectación era notable ante la posibilidad de acercarme a la posterior THE THIRD ALIBI (1961). Lamentablemente, nos encontramos ante una película que, sin estar despojada de interés, en modo alguno puede parangonarse a dicho título, quedando fundamentalmente como un producto televisivo de la época, con todo lo bueno y lo malo que ello podría conllevar. Basado en una obra teatral de Pip y Jane Baker, transformado en guion cinematográfico, de la mano del propio Tully, junto a Mauricio J, Wilson -también productor-, lo cierto es que la acción de la película se describe en escasos escenarios, centrándose en los tres principales personajes de la función, conformando una extraña relación triangular.
Tras el atractivo tema musical de Don Banks, la película nos introduce en el ámbito del acomodado matrimonio formado por el reputado compositor musical Norman Martell (Laurence Payne). Culmina una de las fiestas celebradas por el matrimonio, cuya esposa es la amable Helen (Patricia Dainton). Los primeros instantes de la película con reveladores, mostrándonos a ese médico de cabecera, que tanta importancia tendrá al tratar la dolencia de Helen. Al mismo tiempo, veremos a Norman tocar al piano en solitario ante Peg (Jane Griffiths), su joven cuñada. Con ajustada precisión comprobaremos la frialdad que reina entre las dos hermanas y, muy poco después, la existencia de una relación adúltera del esposo, precisamente con la propia hermana de Helen. Todo ello conformará el punto de partida de un modesto drama psicológico con creciente dosis de suspense, en el que se introducirá el deseo de la pareja de amantes, de lograr por parte de la esposa que acepte a concederles el divorcio. Por otra parte, estos desconocerán la grave dolencia de corazón que esta padece, planteando el frío y amoral Norman, idear un ingenioso plan, que sirva para liquidarla, sin que el pueda ser siquiera tenido en cuenta como sospechoso. Sin embargo, como casi siempre suele suceder en este tipo de relatos, casi nada saldrá como estaba planeado, produciéndose una serie de giros e imprevistos, que si bien alcanzarán un doblemente trágico e inesperado resultado, este no será el deseado por sus protagonistas, cerrándose el mismo con una sorpresa final, que en cierto modo aparecerá como apólogo moral, ante una accidentada situación vivida por el compositor al inicio de la película, mientras trasladaba de noche a su amante, desde la fiesta que abrió el relato, hasta su domicilio.
No nos engañemos, THE THIRD ALIBI exhibe en su discurrir, una serie de convenciones más o menos previsibles y, si se me permite la digresión, carentes de especial interés, en este tipo de propuestas. Algo que se basará fundamentalmente en describir aquellas variantes e inesperadas situaciones, desviándose de lo planificado por el extremadamente frío Norman. Pero más allá de lo estereotipado de su desarrollo, justo es reconocer que nos encontramos con una pequeña película que sabe articularse yendo siempre a lo esencial, sabiendo hacer de la limitación virtud dentro de su ajustadísima duración. Con ello, se logra una cierta credibilidad en la descripción de los principales personajes, teniendo especial mención la humanidad con la que Patricia Dainton envuelve el retrato de esa fiel y sufrida esposa, que sobrelleva en secreto la cercanía del fin de su vida. No olvidaremos tampoco, la oportuna descripción de roles episódicos -esa caricaturesca y chismosa operadora telefónica, decisiva en la investigación policial-. Si algo beneficia el film de Tully, es la fisicidad con la que describe su puesta en escena, ayudándose para ello de la húmeda fotografía en blanco y negro propuesta por el operador Walter J. Harvey. No se puede decir que aparezca el relato como algo novedoso, pero si se percibe un cierto interés en su conjunto. Unamos a ello la presencia de la cantante Cleo Laine -la cantante de THE SERVANT (El sirviente, 1963) de Losey-, en una secuencia de ensayos del compositor, que transmite cierta sensación de veracidad al espectador.
Calificación: 2
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