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CINEMA DE PERRA GORDA

Phil Rosen

PHANTOM OF CHINATOWN (1940, Phil Rosen)

PHANTOM OF CHINATOWN  (1940, Phil Rosen)

Artífice de una filmografía propia de un destajista de la pantalla –cerca de ciento cincuenta títulos que se ahondan en pleno periodo silente-, es fácil situar a Phil Rosen dentro de esa categoría que separa los talentosos –e incluso admirables- representantes de la serie B, siendo más certero enclavarlo en un ámbito en el que podríamos citar otros nombres como podrían ser William Beaudine o William Whitney –por señalar sendos ejemplos al azar-, caracterizados por una obra gris, pegada al ámbito del serial, en ocasiones cercanos a la pura y dura serie Z. No son demasiados los títulos de su amplísima filmografía los que he tenido ocasión de contemplar –reconozco que tampoco es algo que me estimule en exceso-, de los cuales tan solo he de destacar la grata sorpresa que me supuso THE STRANGE MR. GREGORY (1945). Imbricado en manera muy honda en el desarrollo de obras realizadas en estudios pobres –en especial la Monogram-, desarrollando diferentes episodios de seriales que se describían en títulos de apenas una hora de duración, personajes como Charlie Chan u otros insertos en diferentes géneros, serán tratados casi de un día para otro por Rosen,. Caótica combinación que en PHANTOM OF CHINATOWN (1940) asumió la sexta y última andadura fílmica del personaje del detective oriental James Lee Wong (Keye Lucas), embarcado en esta ocasión en la investigación del extraño asesinato sufrido por el reconocido arqueólogo John Benton (Charles Miller), al regresar este de una expedición en China, donde ha logrado descubrir un importante secreto –que no tendrá oportunidad de explicar-.

Será esta una extraña y atractiva secuencia, donde Benton convocará una charla en la que tendrá un elemento importante la proyección de una filmación en la que se detallará –delante de los protagonistas de la misma- la enorme dificultad de la expedición, en la que fueron ayudados por nativos birmanos. El interés del episodio, más allá del estatismo de la planificación de la citada conferencia –un lastre que tendrá un considerable peso en la misma-, es la capacidad que alberga la misma de permitirnos asistir a imágenes documentales de auténticos expedicionarios, combinadas con otras en las que se detallará el descubrimiento de la tumba del legendario dirigente histórico. Será en esos instantes, cuando Rosen romperá por completo con la lógica del punto de vista de la narración –pronto descubriremos la necesidad de dicha elección formal-, introduciéndonos en un breve inserto en flash-back el instante en que Benton logró descubrir la tumba del histórico y lejano personaje –aunque el ataúd buscado aparezca de madera, restando credibilidad a dicho encuentro-, y vislumbrando el espectador como el arqueólogo recoge del cadáver momificado un pergamino que, a fin de cuentas, se erigirá como el detonante de toda la acción posterior. Cuando nos encontramos con un fragmento atractivo, la repentina muerte de del arqueólogo, instantes antes de revelar el objetivo último de su descubrimiento, iniciará el epicentro argumental de la pequeña película; de un lado la búsqueda de los culpables del crimen, y de otra descubrir el objetivo que no pudo ser revelado. Será el instante en que de entrada se enfrenten los intereses de la investigación de Wong y el capitán de la policia Street (Grant Withers), que ante todo por parte de este último se manifestarán en una clara desconfianza.

Sin embargo, poco a poco –y máxime dentro de un relato de tan escueta duración-, PHANTOM OF CHINATOWN discurre a partir de esos momentos dentro de unos cánones bastante previsibles en este tipo de producciones. Una planificación bastante estática que sorprende por su escasa agilidad dentro de unos márgenes tan ajustados, y un predominio de diálogos que por lo general devienen farragosos y destinados a suplir las carencias narrativas de su propuesta. Sin embargo, y aún reconociendo esas clamorosas insuficiencias, lo cierto es que la propia modestia de su relato y algunos instantes y soluciones argumentales y visuales que nos permiten salir del letargo –el encuentro de los dos detectives en una siniestra tienda donde un dependiente oriental esconde a los artífices de los crímenes-, permiten que un conjunto sin duda mediocre y previsible-, en el que en última instancia el pergamino objeto de tantas persecuciones, es la base para trascender una lejana leyenda bajo la que se escondía un fabuloso yacimiento petrolífero-, se contemple con una cierta simpatía, aunque cierto es que uno eche de menos un mayor arrojo y desenvoltura con la cámara, para un realizador que parecía dirigir casi a distancia, y que estoy casi seguro aprovechaba la primera toma de cada secuencia rodada.

Calificación: 1’5

THE STRANGE MR. GREGORY (1945, Phil Rosen)

THE STRANGE MR. GREGORY (1945, Phil Rosen)

Hay ocasiones en las que esa cierta intuición basada en una relativa veteranía a la hora de acercarse a títulos que puedan poseer cierto atractivo, se tiene que someter a a la benevolencia de dejar de lado elementos que predisponen en un sentido opuesto. Y digo esto, ya que llegado el momento de contemplar la atractiva THE STRANGE MR. GREGORY (1945), uno confiesa de antemano no ser un excesivo admirador de las producciones de la Monogram. Un estudio de los de serie B pura y dura, en los que no dudo que en ocasiones emergieran algunos títulos de interés, aunque en su mayor parte la producción generada fuera de interés más bien escaso. Unamos a ello el hecho de que lo poco que hasta la fecha he podido contemplar de la andadura de Phil Rosen, me parecía suficiente aval como para no perder demasiado el tiempo, pese a encontrarnos con una película que apenas sobrepasa la hora de duración. Pero hete aquí como cualquier previsión –por fortuna- se me vino abajo, al percibir ya desde sus primeros instantes, los suficientes elementos de interés como para insertar su resultado dentro de cualquier selección que se realizara dentro del cine fantástico de la década de los cuarenta. No quiero que me entienda mal. No nos encontramos ante ninguna obra maestra, pero si de un título que posee una primera mitad admirable mientras que la segunda –más en la línea de lo que habitualmente definía el cine de Rosen-, sin ser despreciable, se encuentra bastante por debajo de lo logrado anteriormente. En su conjunto, THE STRANGE... se encuentra inserta en la que para mi supone una de las corrientes más hermosas de la historia del cine fantástico, encuadrada en una visión serena y naturalista del hecho sobrenatural, muy encima de la traslación de monstruos y mitologías habituales en la Universal y sin acercarse tampoco a esa  negrura existencial que definió por lo general la breve pero capital aportación de la R.K.O. bajo la producción de Val Lewton. Entre ambas vertientes se encuentra un amplísimo conjunto de títulos en los que la cotidianeidad de lo sobrenatural, podía incluso servir como base para bellísimas historias de amor, en las que ese propio sentimiento sublimara el hecho de la muerte. Sería cuestión de analizar una vertiente que ya tuvo su reflejo en el cine fantastique de la década precedente, y que con probabilidad tendría su raíz en el hecho de encontrarnos en un contexto de guerra, ante el cual este tipo de producciones constituyeron un consuelo importante contra el dolor de la población civil... y también el germen de muchas películas inolvidables.

 

THE STRANGE MR. GREGORY nos narra la historia de un mago nigromante –encarnado con brillantez por Edmund Lowe-, quien al margen de ser un reconocido profesional de la prestidigitación,  la realidad ha horadado en los recovecos de la magia negra para alcanzar un sueño de inmortalidad, para lo cual tendrá la inestimable ayuda de su veterano y fiel sirviente Riker. Esa inquietud de Gregory le ha llevado incluso a vivir en carne propia experimentos en los que ha probado estados temporales de muerte –como el que servirá para iniciar de forma inquietante la película-. Esa seguridad de nuestro protagonista en el hecho de proseguir en un extraño sendero en contra de las leyes de la naturaleza, tendrá una ruptura repentina –aunque quizá en el fono atisbada- cuando Gregory conozca tras una actuación a Ellen Randall (Jean Rogers). A partir de ese momento, los planes del aventajado experimentador en los terrenos de los sobrenatural se centrarán en la obsesión por alcanzar el amor compartido con Ellen, por más que esta se debata en su interior entre la lealtad a su esposo y el misterioso atractivo que le liga a este extraño personaje, que no deja día a día de acosarla de forma romántica enviándole rosas con tarjetas intimidantes. En realidad, las intenciones de nuestro protagonista son mucho más sutiles y siniestras, y en ellas se contemplará la planificación de su propia muerte, para de forma definitiva emerger del mundo de las sombras con el solo objeto de alcanzar de forma definitiva el amor pleno de esa joven que conoció en su camerino.

 

Como señalaba al inicio de estas líneas, la primera media hora de THE STRANGE... ronda lo apasionante. Estoy convencido que nunca estuvo más inspirado Phil Rosen durante el resto de su larga carrera como artesano casi destajista, que al planificar y montar una primera mitad que logra atrapar al espectador desde el primer fotograma –sería injusto llegados a este punto obviar las sugerencias que emanan del guión de Charles Bleden, elaborado a partir de la historia de Mylles Connolly-. Con un montaje impecable, una planificación llena de matices, y sabiendo buscar detalles que enriquecen casi por segundos su base argumental –ese recurso al viejo libro de magia negra que se inserta en un momento dado-. Es algo que se materializará en el riesgo con que se muestra el primer encuentro y la atracción que manifestarán el conocido mago y la recién llegada Ellen –ese travelling de acercamiento en primer plano a su rostro tiene una fuerza irresistible, transmitiendo al espectador un sentimiento compartido por los dos protagonistas-. A partir de ese momento, la utilización de una leve mancha de sangre que Gregory obtuvo de esta al entregarle una rosa, y todo el montaje del insólito acoso a través del envío de ejemplares de dichas flores blancas, se verá enriquecido por fundidos tan hermosos como los que ligan esos instantes en los que la fuerza de concentración de Gregory se transmitirá a Ellen, eligiendo para ello el realizador el ondear de las cortinas de las ventanas de ambas viviendas, que se funden con una delicadeza admirable. Puede decirse, sin temor a equivocarnos, que esa primera mitad resulta casi perfecta, en la que cada plano tiene una función narrativa lógica y, sobre todo, logra trazar una cadena dramática engarzada con insólita perfección, hasta llegar a planos tan elegantes y al mismo tiempo tan bizarros como el travelling descrito tras la valla metálica del cementerio, en el que se describirá el entierro del propio Gregory... quien poco tiempo después emergerá con otra identidad; la de un hermano creado por él mismo. Aún proseguirá el alto grado de interés de esta notable propuesta de Rosen al descubrirse los casi diabólicos planes que este alberga para lograr, en definitiva, el amor forzado de esa mujer que poco antes le hechizó por completo, y para lo que no dudará incluso en utilizar y sacrificar trágicamente a ese fiel sirviente –admirable plano de detalle de su vieja mano, hasta que se consuma su muerte-, en una secuencia admirable.

 

Si el resto del THE STRANGE... alcanzara el mismo nivel de lo descrito en estas líneas, estoy convencido que nos encontraríamos con un logro absoluto del fantastique de la serie B norteamericana. Lamentablemente, esto no sucede, lo que no impide que, en su conjunto, la película siga manteniendo un considerable grado de interés. Pero cierto es que en ese segundo fragmento la película pierde bastante de esa atmósfera alcanzada hasta entonces, perdiéndose en los vericuetos de la investigación policial y, sobre todo, racionalizando un base argumental que pedía a gritos una libertad formal y argumental, dentro de los confines de fascinación que hasta entonces esta había creado. Es en este largo fragmento donde se apreciará en mayor medida el estatismo –ciertamente mitigado por un montaje más dinámico-- consustancial al cine de Rosen, e incluso aparezcan secuencias carentes de lógica, como la visita al cadáver del difunto Gregory bastante tiempo después de su muerte, introduciéndose en su panteón como Cristo por su casa, y abriendo su ataúd sin hacer creíble al espectador el lógico proceso de la putrefacción. Unamos a ello la pobre definición del personaje del esposo de Ellen, que en ningún momento adquiere la necesaria entidad –en realidad deviene bastante molesto-, y tendremos la medida de los inconvenientes más llamativos de una película que, por el contrario, contiene numerosos alicientes –entre ellos, destacar la convicción e incluso lo entrañable de su conclusión-. En la eterna disyuntiva de si cabe valorar más un resultado correcto pero sin genio u otro desigual pero parcialmente apasionante, no cabe duda que THE STRANGE MR. GREGORY supone un estimulante ejemplo del segundo enunciado, erigiéndose en una tan rescatable como olvidada propuesta del género.

 

Calificación: 3

STEP BY STEP (1946, Phil Rosen)

STEP BY STEP (1946, Phil Rosen)

Que duda cabe que la labor de arqueología cinematográfica ejercida de forma más o menos constante, proporciona numerosos motivos de regocijo. Sin embargo, un cultivo indiscriminado de esta vertiente –por más que un servidor disfrute especialmente poniendo en práctica esta tarea de perfiles inabarcables-, puede concluir en notables decepciones, que incluso en algún caso se pueden convertir en pequeñas torturas. Y al intentar explicar esa ocasional decepción que puede proporcionar un título sobre el que albergaba ciertas referencias alentadoras, nada mejor que referirme a STEP BY STEP (1946), espúrea producción de serie B –lindando con la serie Z-, de la R.K.O. dirigida por Phil Rosen. Cuando hago mención al rasgo de decepción, lo hago en la medida de ser un título que algunos buenos aficionados me recomendaban por su atmósfera. No puedo negar que me mantenía algo escéptico, en la medida de ser una película firmada por el destajista Rosen (1988 – 1951), un realizador del que los pocos films a los que he accedido de su filmografía –de la que el título que nos ocupa supone uno de sus últimos exponentes-, me dan la imagen de ser uno de los directores más plomizos e ineptos de la gloriosa serie B norteamericana –quizá compartiendo ese dudoso honor junto a William Beaudine-.

 

Pues bien, mis más negros augurios se vieron cumplidos desde el primer momento, al descubrir una torpe, torpísima combinación de relato de espías, suspense, suplantación de identidades y romance. En poco más de una hora de duración –que se me hizo eterna-, se relata la inesperada singladura de un recién licenciado marine –Johnny (Lawrence Tierney)- quien repentinamente se queda apeado de su coche y vestido únicamente con un bañador conocerá a una joven. A partir de dicho encuentro, se dispondrá a vivir una extraña aventura que le llevará a convertirse en espectador de la suplantación de las identidades de una casa que se encuentra ubicada junto a la playa en la que el protagonista ha recalado –acompañado por su perro-. Requerirá para ello los servicios de un agente, pero cuando acude junto a él comprobarán que los habitantes de la vivienda –entre ellos, un senador-, se encuentran definidos por la normalidad. Sin embargo, tal apariencia no termina de convencer a Johnny, quien tendrá ocasión de volver a la edificación, donde llegará a contemplar el asesinato del correo del senador, así como liberar a la muchacha que había conocido y era secretaria del difunto –Evelyn Smith (Anne Jeffreys)-. Rescatada de allí, muy pronto los verdaderos autores del crimen y los diversos actos delictivos cometidos, lograrán con sus falsas declaraciones convertir a la pareja formada por el ex marine y Evelyn en los autores de aquella trágica circunstancia. Llegado al oído de ambos tal acusación, se decidirán en la búsqueda de pruebas que avalen su inocencia, logrando hospedarse en un hostal dirigido por un anciano simpático y extravagante, que los protegerá de las preguntas formuladas por la policía. Sin embargo, proseguirán en la búsqueda de las razones que han llevado a tal situación, estableciéndose por un lado la labor delictiva, por otro la investigación policial y, junto a ellos, otra investigación paralela llevada a cabo por la pareja protagonista.

 

Pero lo triste de STEP BY STEP es que en ninguna de las vertientes abordadas se obtiene el menor elemento de brillo o eficacia dramática o puramente cinematográfica. Las situaciones se han visto mil veces anteriormente, pero indudablemente con mayor ritmo, inspiración y empaque a todos los niveles. En esta ocasión no se puede decir que contemos con personajes, el macguffin apenas es evocado a lo largo del metraje, las situaciones de aventura son estáticas, los diálogos devienen de lo más estúpido que he podido escuchar en película alguna y, por encima de todo, me da la impresión de asistir a una película que casi podría plantearse como una involuntaria parodia, ya que la incongruencia del conjunto es total y absoluta. Realmente, hacía tiempo que contemplaba un producto tan estúpido en mis constantes miradas dentro del cine clásico.

 

Con un Lawrence Tierney que nunca estuvo peor y más ridículo –a Tierney, cuando lo sabían dirigir o acertaban en ofrecerle roles cercanos a su estilo, funcionaba bien-, lo cierto es que STEP BY STEP podría haber quedado como una comedia disparatada, pero como título serio destinado al complemento de sala, al menos debería ofrecer unos mínimos de calidad. No es este el caso, en un conjunto torpe, unos actores endebles, unos diálogos que invitan a taparte los oídos y, sobre todo, unas peripecias ridículas y, lo que es peor reconocidas en tantas y tantas películas, indudablemente mejor planteados que en esta ocasión. En definitiva, nos encontramos con uno de los títulos más olvidables de la R.K.O., y una prueba más de la indigencia cinematográfica presentada por Phil Rosen en su andadura cinematográfica.

 

Calificación: 0