THE STRANGE MR. GREGORY (1945, Phil Rosen)
Hay ocasiones en las que esa cierta intuición basada en una relativa veteranía a la hora de acercarse a títulos que puedan poseer cierto atractivo, se tiene que someter a a la benevolencia de dejar de lado elementos que predisponen en un sentido opuesto. Y digo esto, ya que llegado el momento de contemplar la atractiva THE STRANGE MR. GREGORY (1945), uno confiesa de antemano no ser un excesivo admirador de las producciones de la Monogram. Un estudio de los de serie B pura y dura, en los que no dudo que en ocasiones emergieran algunos títulos de interés, aunque en su mayor parte la producción generada fuera de interés más bien escaso. Unamos a ello el hecho de que lo poco que hasta la fecha he podido contemplar de la andadura de Phil Rosen, me parecía suficiente aval como para no perder demasiado el tiempo, pese a encontrarnos con una película que apenas sobrepasa la hora de duración. Pero hete aquí como cualquier previsión –por fortuna- se me vino abajo, al percibir ya desde sus primeros instantes, los suficientes elementos de interés como para insertar su resultado dentro de cualquier selección que se realizara dentro del cine fantástico de la década de los cuarenta. No quiero que me entienda mal. No nos encontramos ante ninguna obra maestra, pero si de un título que posee una primera mitad admirable mientras que la segunda –más en la línea de lo que habitualmente definía el cine de Rosen-, sin ser despreciable, se encuentra bastante por debajo de lo logrado anteriormente. En su conjunto, THE STRANGE... se encuentra inserta en la que para mi supone una de las corrientes más hermosas de la historia del cine fantástico, encuadrada en una visión serena y naturalista del hecho sobrenatural, muy encima de la traslación de monstruos y mitologías habituales en la Universal y sin acercarse tampoco a esa negrura existencial que definió por lo general la breve pero capital aportación de la R.K.O. bajo la producción de Val Lewton. Entre ambas vertientes se encuentra un amplísimo conjunto de títulos en los que la cotidianeidad de lo sobrenatural, podía incluso servir como base para bellísimas historias de amor, en las que ese propio sentimiento sublimara el hecho de la muerte. Sería cuestión de analizar una vertiente que ya tuvo su reflejo en el cine fantastique de la década precedente, y que con probabilidad tendría su raíz en el hecho de encontrarnos en un contexto de guerra, ante el cual este tipo de producciones constituyeron un consuelo importante contra el dolor de la población civil... y también el germen de muchas películas inolvidables.
THE STRANGE MR. GREGORY nos narra la historia de un mago nigromante –encarnado con brillantez por Edmund Lowe-, quien al margen de ser un reconocido profesional de la prestidigitación, la realidad ha horadado en los recovecos de la magia negra para alcanzar un sueño de inmortalidad, para lo cual tendrá la inestimable ayuda de su veterano y fiel sirviente Riker. Esa inquietud de Gregory le ha llevado incluso a vivir en carne propia experimentos en los que ha probado estados temporales de muerte –como el que servirá para iniciar de forma inquietante la película-. Esa seguridad de nuestro protagonista en el hecho de proseguir en un extraño sendero en contra de las leyes de la naturaleza, tendrá una ruptura repentina –aunque quizá en el fono atisbada- cuando Gregory conozca tras una actuación a Ellen Randall (Jean Rogers). A partir de ese momento, los planes del aventajado experimentador en los terrenos de los sobrenatural se centrarán en la obsesión por alcanzar el amor compartido con Ellen, por más que esta se debata en su interior entre la lealtad a su esposo y el misterioso atractivo que le liga a este extraño personaje, que no deja día a día de acosarla de forma romántica enviándole rosas con tarjetas intimidantes. En realidad, las intenciones de nuestro protagonista son mucho más sutiles y siniestras, y en ellas se contemplará la planificación de su propia muerte, para de forma definitiva emerger del mundo de las sombras con el solo objeto de alcanzar de forma definitiva el amor pleno de esa joven que conoció en su camerino.
Como señalaba al inicio de estas líneas, la primera media hora de THE STRANGE... ronda lo apasionante. Estoy convencido que nunca estuvo más inspirado Phil Rosen durante el resto de su larga carrera como artesano casi destajista, que al planificar y montar una primera mitad que logra atrapar al espectador desde el primer fotograma –sería injusto llegados a este punto obviar las sugerencias que emanan del guión de Charles Bleden, elaborado a partir de la historia de Mylles Connolly-. Con un montaje impecable, una planificación llena de matices, y sabiendo buscar detalles que enriquecen casi por segundos su base argumental –ese recurso al viejo libro de magia negra que se inserta en un momento dado-. Es algo que se materializará en el riesgo con que se muestra el primer encuentro y la atracción que manifestarán el conocido mago y la recién llegada Ellen –ese travelling de acercamiento en primer plano a su rostro tiene una fuerza irresistible, transmitiendo al espectador un sentimiento compartido por los dos protagonistas-. A partir de ese momento, la utilización de una leve mancha de sangre que Gregory obtuvo de esta al entregarle una rosa, y todo el montaje del insólito acoso a través del envío de ejemplares de dichas flores blancas, se verá enriquecido por fundidos tan hermosos como los que ligan esos instantes en los que la fuerza de concentración de Gregory se transmitirá a Ellen, eligiendo para ello el realizador el ondear de las cortinas de las ventanas de ambas viviendas, que se funden con una delicadeza admirable. Puede decirse, sin temor a equivocarnos, que esa primera mitad resulta casi perfecta, en la que cada plano tiene una función narrativa lógica y, sobre todo, logra trazar una cadena dramática engarzada con insólita perfección, hasta llegar a planos tan elegantes y al mismo tiempo tan bizarros como el travelling descrito tras la valla metálica del cementerio, en el que se describirá el entierro del propio Gregory... quien poco tiempo después emergerá con otra identidad; la de un hermano creado por él mismo. Aún proseguirá el alto grado de interés de esta notable propuesta de Rosen al descubrirse los casi diabólicos planes que este alberga para lograr, en definitiva, el amor forzado de esa mujer que poco antes le hechizó por completo, y para lo que no dudará incluso en utilizar y sacrificar trágicamente a ese fiel sirviente –admirable plano de detalle de su vieja mano, hasta que se consuma su muerte-, en una secuencia admirable.
Si el resto del THE STRANGE... alcanzara el mismo nivel de lo descrito en estas líneas, estoy convencido que nos encontraríamos con un logro absoluto del fantastique de la serie B norteamericana. Lamentablemente, esto no sucede, lo que no impide que, en su conjunto, la película siga manteniendo un considerable grado de interés. Pero cierto es que en ese segundo fragmento la película pierde bastante de esa atmósfera alcanzada hasta entonces, perdiéndose en los vericuetos de la investigación policial y, sobre todo, racionalizando un base argumental que pedía a gritos una libertad formal y argumental, dentro de los confines de fascinación que hasta entonces esta había creado. Es en este largo fragmento donde se apreciará en mayor medida el estatismo –ciertamente mitigado por un montaje más dinámico-- consustancial al cine de Rosen, e incluso aparezcan secuencias carentes de lógica, como la visita al cadáver del difunto Gregory bastante tiempo después de su muerte, introduciéndose en su panteón como Cristo por su casa, y abriendo su ataúd sin hacer creíble al espectador el lógico proceso de la putrefacción. Unamos a ello la pobre definición del personaje del esposo de Ellen, que en ningún momento adquiere la necesaria entidad –en realidad deviene bastante molesto-, y tendremos la medida de los inconvenientes más llamativos de una película que, por el contrario, contiene numerosos alicientes –entre ellos, destacar la convicción e incluso lo entrañable de su conclusión-. En la eterna disyuntiva de si cabe valorar más un resultado correcto pero sin genio u otro desigual pero parcialmente apasionante, no cabe duda que THE STRANGE MR. GREGORY supone un estimulante ejemplo del segundo enunciado, erigiéndose en una tan rescatable como olvidada propuesta del género.
Calificación: 3
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