INVITATION FOR A GUNFIGHTER (1964, Richard Wilson) Invitación a un pistolero
La andadura cinematográfica de Orson Welles, sobre todo en su accidentado periodo americano inicial, fue pródiga en la presencia de nombres que forjaron la leyenda del cineasta maudit. Actores como Joseph Cotten, o realizadores como Norman Foster, se aglutinan en torno al mito wellesiano, hasta el punto de anular por completo la individualidad o el supuesto aporte de estos y otro muchos profesionales, que en un momento de sus carreras, se cruzaron y enriquecieron al influjo de la arrolladora personalidad del director de CITIZEN KANE (Ciudadano Kane, 1941). El caso de Richard Wilson es uno de dichos ejemplos, hasta el punto de que ha merecido una pequeña referencia dentro de esa generación intermedia, casi como una nota apócrifa, ya que su andadura como realizador aparece engullida, dentro de un aporte televisivo más amplio. Pero es curioso constatar que, bondades o carencias al margen, si que es cierto –o al menos lo intuyo- que la aportación como realizador de Wilson, aporta un cierto grado de extrañeza, que aparece de manera patente en INVITATION FOR A GUNFIGHTER (Invitación a un pistolero, 1964), con la que se suma a esa corriente psicologista o, yendo más lejos, hacia un sendero en el que la abstracción dramática, impregnó algunas muestras del género americano por excelencia.
El film de Wilson queda descrito en una extraña población –Pecos (Nuevo Méjico)-, dominada por un cacique local –Sam Brewster (Pat Hingle)-. Hasta ella retornará tras la Guerra de Secesión el soldado confederado Matt Weaver (George Segal), topándose a su llegada con que sus propiedades le han sido confiscadas, o incluso con la extraña recepción que le brindará la que fuera su gran amor –Ruth Adams (Janice Rule)-, que se casó con Crane (Clifford David), cansada de esperar la decisión de Matt, y quien se ha quedado manco en su participación en el conflicto bélico. La presencia de Weaver en la vida diaria de la población, sus desplantes el entorno dominante de Brewster, forzarán a este, ayudado por las fuerzas vivas, a contratar a un pistolero que elimine al antiguo e incómodo soldado. En un momento dado, el contratado huirá de un entorno que considera hostil, pero el destino marcará la llegada de un extraño pistolero –Jules Gaspard d’Estaing (Yul Brynner, en uno de sus mejores roles)-, caracterizado por su elegante vestimenta de negro, su enigmática presencia, su deje cultural, y su apego por la música de piano. Será una inesperada incorporación en la vida de una población sojuzgada, que poco a poco irá percibiendo que el recién llegado les permita ir reconociendo el terrible dominio sufrido por Brewster, al tiempo que reivindicando la honorabilidad de Weaver, logrando entre ambos desmoronar ese complejo entramado dispuesto por alguien, a quien poco a poco se irá enfrentando con la propia insidia de su mezquino comportamiento.
Es cierto que INVITATION FOR A GUNFIGHTER es un western, pero no es menos evidente que su presencia en dicho género no resulta en modo alguno decisiva. Hubiera dado lo mismo aplicar su base argumental en otra vertiente genérica. En esencia, sus contenidos no hubieran variado. Es por ello que dicha circunstancia es la que permite asistir a uno de los más extraños exponentes del cine del Oeste de su tiempo –podría ser un equivalente sixties al BAD DAY AT BLACK ROCK (Conspiración de silencio, 1955. John Sturges)-. Estoy convencido que Wilson buscó expresamente esa incardinación, al objeto de expresar esta extraña parábola moral en torno a la búsqueda de la redención, o quizá a recuperar un orden perdido tras la llegada de un conflicto, que no solo ha roto un equilibrio de convivencia, sino del que se ha servido un hombre carente de escrúpulos, para lograr dominio y riqueza.
A partir de esas premisas, se extiende lo que en realidad aparece como denso drama psicológico, bien delimitado por el realizador, a través de una planificación sinuosa, y una contenida e intensa dirección de actores. El film de Wilson se detiene en miradas, en sombras –la manera con la que se presenta ante la comunidad, el personaje encarnado por Brynner-. Todo obedece a un extraño y denso dramatismo, en el que tiene más fuerza lo que se intuye y se piensa, que en la escasa acción que describe su trazado. Y dentro de ese contexto de enfrentamiento, en el que se dirime tanto la dignidad del ser humano, su anhelo de libertad, y su lucha ante la explotación, aparecerá ese hombre extraño, culto y refinado, que aparecerá casi como un enviado del mas allá, para enfrentar a los ciudadanos de Pecos con sus propios miedos, miserias y anhelos, buscando en ellos la necesaria catarsis que apele a la recuperación de su dignidad perdida. No soy el primero en señalarlo, pero es evidente que el rol que encarna con tanta elegancia como contención Yul Brynner, aparece casi como un precedente de aquellos mesiánicos enviados, que Clint Eastwood encarnaría en varios de sus westerns –HIGH PLAINS DRIFTER (Infierno de cobardes, 1973), PALE RIDER (El jinete pálido, 1985) o el aclamado UNFORGIVEN (Sin perdón, 1992)-. Esa presencia mesiánica, capaz mediante miradas, diálogos y la búsqueda de sus ciudadanos con su propia honestidad –esa anciana que recuperará el auténtico valor del objeto que había malvendido a un joyero-.
Poco a poco, con maneras siempre sutiles, INVITATION OF A GUNFIGHTER va desplegando esa telaraña de relaciones y enfrentamientos latente entre los habitantes de la pequeña población, a partir del elemento transgresor que supondrá la presencia y el mando otorgado a Jules, y comprobando el llegado, la dignidad y honestidad que esgrime en todo momento el joven Weaver, pese a presentarse en un primer momento como el elemento a eliminar. Esa gradación de un enfrentamiento apenas soterrado, que reaparecerá en la joven y amargada Ruth, casada casi en contra suya, al no ver en Matt esa intención de compartir con él su vida. Así pues, esta extraña e inquietante película, que se inicia de manera irónica, con el encuentro en el camino de los dos personajes masculinos que marcarán el devenir del relato, culminará con ese extraño clímax, en el que lo que teoría iba a suponer la eliminación de Max, finalmente se vuelva en contra del propio cacique, a quien Julian y el propio encausado, obligarán a humillarse ante esa multitud a la que ha ofendido y de la que se ha aprovechado en todo este tiempo, aunque para ello el destino lleve el inesperado sacrificio de Julian. Una conclusión esta que asume ciertas resonancias bíblicas, aunque quizá con él se produzca la necesaria redención de la comunidad. Extraña película este INVITATION OF A GUNFIGHTER, una de las rarezas más perdurables del western americano de la primera mitad de la década de los sesenta.
Calificación: 3