BEST SELLER (1987, John Flynn) Best seller
La evolución de las últimas décadas en el thriller del cine norteamericano proporciona en ocasiones sorpresas tan agradables como BEST SELLER (1987, John Flynn). Pese a su indudable factura eighties que se concreta en una puesta en escena de modos televisivos y una molestísima música de fondo cacarcterizada por sus machacones sintetizadores, es evidente que la película se ha erigido con el paso del tiempo como una cult movie de indudable interés que ha pervivido entre la galería de títulos generados en el género en la década de los ochenta.
Es evidente que el principal interés de BEST SELLER viene dado de la mano del responsable de su guión, el extraño Larry Cohen, artífice en esta ocasión de una insólita y en ocasiones perturbadora historia llena de ambigüedad que se adentra en múltiples vertientes pese a centrarse en la andadura de dos personajes aparentemente antagónicos que en realidad tienen más semejanzas en su comportamiento de lo que pudiera parecer a primera vista. Su historia se inicia ya a partir de los propios títulos de crédito y teniendo como marco temporal Los Angeles en 1972. En una extraña secuencia –que estoy seguro sirvió de base para posteriores influencias tarantinianas- de una furgoneta de aparente publicidad a la campaña de Richard Nixon –jugosa ironía- emergen cuatro atracadores que van cubiertos con máscaras de dicho siniestro candidato y presidente USA, atracando la oficina de seguridad, matando a un policía e hiriendo a otro, aunque entre los delincuentes caiga otro herido. La acción de forma vertiginosa nos relata como entre los agentes se encontraba Dennos Meechum (Brian Dennehy), que se convierte en un exitoso escritor a partir del relato del mencionado atraco y sobreviviendo en dicha faceta de forma paralela a su heroica como policía.
La acción se traslada de repente hasta 1987 y aquel policía triunfador vive tiempos poco gratos; su mujer ha fallecido por cáncer y se ha arruinado pagando los gastos de hospital sin poder remontar su carrera como escritor y sin atender los adelantos que le han formulado las editoriales. Es en ese momento cuando surge a su alrededor y casi de forma fantasmagórica la figura de Cleve (un sensacional James Woods que sabe alternar una diversidad de emociones con una admirable sobriedad) cruel asesino de amables maneras que esconde en ocasiones tras unas gafas de sol –detalle heredado de la iconografía del género-, que se ofrece a Meechum para que este cree un libro sobre su figura. El veterano policía se muestra reacio a la propuesta -fundamentalmente por dudar de las fantásticas historias que Cleve le relata-, al servir como asesino de una corporación comandada por el magnate David Madlock (Paul Shenar) Sin embargo, el devenir de la historia y las progresivas evidencias que deja a su alrededor van convenciendo al escritor-policía de la veracidad de la historia, al tiempo que una extraña amistad y relación de dependencia se va estableciendo entre ambos personajes, por mas que Meechum no desee responder al sincero afecto del criminal.
A partir de esta interesante premisa se desarrolla un relato al que de forma paradójica su relativo desaliño visual contribuye a potenciar en su faceta malsana, en el que los dos personajes bordean en todo momento la frontera de lo considerado por la sociedad como positivo o no, en el que desde el seno de una ejemplarmente americana familia se puede engendrar un asesino como Cleve, y en un país en el que las corporaciones pueden decidir a partir de sus intereses económicos sobre la vidas de las personas que dependen de ellas –ello nos remite en cierta medida a thrillers de la década precedente como EL ÚLTIMO TESTIGO (The Parallaw View, 1974. Alan J. Pakula).
Pero indudablemente el gran atractivo de la película se centra en esos dos personajes –espléndidamente encarnados por sus protagonistas-. Por un lado el veterano policía hastiado de la rutina y escaso reconocimiento social y económico del seguimiento de su profesión, y por otra el irremisiblemente atractivo asesino Cleve, aunque la película sepa en todo momento mostrar la vertiente cruel del mismo en momentos tan espléndidos como el asesinato del taxista –que nos es mostrado de forma ingeniosa a través de las fotos de carné de la cabina-, o la secuencia en la que acosa a Roberta (la estupenda y generalmente desaprovechada Victoria Tennant) secretaria de David, caracterizada por una brutalidad y sadismo extremo. En cualquier caso y pese a la trayectoria llena de crímenes y tal y como señalan en un momento determinado, no son ellos dos peor que el personaje que quieren eliminar –Madlock-.
BEST SELLER destaca en la sencillez de su planteamiento, en su modestia y en la brillante agudeza de sus propuestas, de entre la que también cabe destacar esa pirandelliana relación personaje-autor, quizá no lo suficientemente explotada pero indudablemente valiosa. Todo ello en una película que si bien en unas manos más inspiradas que las de del desangelado John Flynn pudiera concluir en un logro absoluto, se erige con todas sus irregularidades en un producto francamente interesante e incluso finalmente emotivo, afortunadamente con escasa capacidad para la complacencia. Esta simplicidad es una de las características que posibilita pese a sus limitaciones, la configuración final de la película.
Calificación: 3
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