DEADLINE AT DAWN (1946, Harold Clurman) [Muerte al amanecer]
Jamás estrenada comercialmente en España –como por otra parte sucede con buena parte de las más modestas producciones de la RKO- aunque emitida por televisión con el título MUERTE AL AMANECER, DEADLINE AT DAWN (1946) es un pequeño film de intriga que adquiere varias de las virtudes que la mencionada productora ofreció en bloque al conjunto del cine noir, al tiempo que evidencia no pocas limitaciones producto fundamentalmente de la condición de producto de complemento que la película sobrelleva.
DEADLINE AT DAWN está dirigida por el desconocido Harold Clurman. Señalan las crónicas que se trataba de un prestigioso director teatral en Broadway. En cualquier caso la que supone su única aportación para la pantalla no deja de demostrar una cierta cortedad de miras, ya que su discurrir adquiere su mayor cota de interés por dos elementos bien evidentes: la fuerza fotográfica impuesta por el gran Nicholas Musuraca y por otro lado la innegable personalidad que en los diálogos ofrece la participación de Clifford Oddets como guionista de una historia emanada de una novela del prolífico y generalmente esquemático Cornell Woolrich.
En esta ocasión se describe la azarosa historia de un joven y francamente ingenuo marinero -Alex (Hill Williams)-, que se ve envuelto de forma inesperada como sospechoso de asesinato de una mujer de vida alegre con la que ha pasado una velada. Este conocerá en esa misma noche a otra acompañante de baile –June Goth (una joven y ya personalísima Susan Haward)-, con cuya ayuda intentará desentrañar y descubrir al causante del crimen al tiempo que conocer las causas por las que el marinero conserva una buena cantidad de dinero y cheques procedentes de la asesinada. En sus pesquisas serán ayudados por un veterano taxista –Gus Hoffman (Paul Lukas)-, hasta conectar con el hermano de la víctima, un arrogante gangster llamado Val Bartelli (Joseph Calleia). Entre todos intentan solucionar la interrogante de la búsqueda del autor del crimen, especialmente acuciante en el caso de Alex, que ha de partir hasta Norfolk a las seis de la madrugada para retornar de su permiso militar.
La película ciertamente tiene un inicio muy atractivo. Ya en sus títulos de crédito se encuadra la escalera de un edificio de apartamento en una calurosa noche de New York, por la que sube un hombre de sospechoso aspecto. La planificación nos muestran planos de carácter expresionista realmente impactantes que nos conducirán hasta el asesinato, que es ofrecido de forma elíptica, fundiendo un travelling de acercamiento a la presencia de una flor en el ojal del hipotético asesino con el gorro de marinero del protagonista accidental del film. A partir de ahí la línea argumental de la película –ciertamente muy pobre- se centrará en la búsqueda del culpable de las causas de asesinato. La historia se centra en su protagonista –ese joven marinero interpretado con su habitual inexpresividad por un Bill Williams al parecer destinado en la R.K.O. para encarnar a ingenuos falsos culpables –recordemos THE CLAY PIGEON (1949) de Richard Fleischer-. El encuentro con June en una sala de baile la empareja con una mujer de carácter que inicialmente se muestra áspera con este, pero –como es lógico- poco a poco irá encariñándose con Alex –en un momento determinado le llegará a confesar a Gus “¿Cómo se puede amar a alguien al que se acaba de conocer?”-.
En cualquier caso el recorrido argumental de la película es bastante esquemático. Antes nos detendremos en la lograda atmósfera de exteriores de una noche cálida en los barrios obreros de Nueva York –las pinceladas que se ofrecen en este sentido son bastante acertadas-. También Entre sus cualidades encontramos los encuadres de carácter expresionista e inequívoca inspiración de Musuraca, logrando ciertamente algunos instantes de verdadera atmósfera de pesadilla que –eso si- en poco se integran con una narración ciertamente anodina.
DEADLINE AT DAWN adquiere un tono de comedia cuando en su desarrollo se incorpora el personaje de Gus, el veterano taxista que es encarnado con verdadera brillantez por el magnífico Paul Lukas –por momentos su aspecto físico y estilo interpretativo le hace parecer un precedente del añorado Peter Cushing-. Su encarnación de ese hombre curtido por la vida e irónicamente escéptico ofrece una densidad humana a la película de la que hasta entonces carecía, con sus continuos diálogos llenos de la sabiduría y la experiencia de la vida. Será únicamente la inquietante presencia posterior de Joseph Calleia la que ofrezca otro personaje digno de cierta entidad dentro de una película sin lugar a duda extraña, que carece de secuencias especialmente destacables pero sí ofrece una lograda atmósfera urbana, recargada, mediocre y hasta asfixiante. Aunque parezcan bastante diferentes, la extraña y discreta singularidad de esta única realización de Harold Clurman me recordó por momentos otra producción de la R.K.O. precedente, y aún más irregular que esta pese a gozar de cierto estatus de cult movie. Me estoy refiriendo a STRANGER OF THE THIRD FLOOR (1940, Boris Ingster), en la que sus propias deficiencias e irregularidades no ocultaban un conjunto tan chirriante como atractiva. En aquel caso, también su operador de fotografía fue Nicholas Musuraca, cuya impronta visual era tan evidente como en este discreto DEADLINE AT DAWN.
Calificación: 2
0 comentarios