LADY IN A CAGE (1964, Walter Grauman) [Una mujer atrapada]
Estoy convencido como directa consecuencia del impacto cosechado en su momento por la cercana en el tiempo ¿QUÉ FUE DE BABY JANE? (What Ever Happened to Baby Jane?, 1962), se gestó este producto de suspense con pretensiones de crítica a la soledad del aparente confort del american way of life. Al mismo tiempo, la existencia de este LADY IN A CAGE (1964) –nunca estrenada comercialmente en España, presumiblemente por el alto nivel de violencia de sus imágenes, aunque recientemente editada en DVD bajo el título UNA MUJER ATRAPADA- queda casi de modo anecdótico como un precedente de toda una sucesión de títulos caracterizados por un aparentemente duro tratamiento dramático que violenta la normalidad doméstica, y que en el fondo finalmente no son más que válvulas de escape para hacer valorar lo cómodos y felices que estamos en nuestro modo de vida, y hacernos valorar puerilmente lo importante que es preservar nuestros valores. Por citar algunos otros títulos posteriores cabría mencionar desde la horrible PERROS DE PAJA (Straw Dogs, 1971. Sam Peckimpah), o la mediocre EXTREMITIES (1986, Robert M. Young), en algunos casos basados en exitosos precedentes teatrales de Broadway y cuya ascendencia teatral es manifiesta.
Desconozco si este es el caso, pero lo cierto es que LADY IN A CAGE tiene un inicio realmente prometedor. Tras unos percutantes títulos de crédito –claramente influenciados en Saul Bass- que inciden en unos rasgos opresivos, su contrastado blanco y negro y el carácter descriptivo de un entorno urbano lleno de horrores cotidianos, pronto nos encontramos en la mansión de la acaudalada Cornelia Hilyard (Olivia de Havilland). Con unos planos iniciales –ubicados en la celebración del 4 de julio- que inciden en la prisión que va a sufrir pocos instantes después –generalmente se ofrecen rodeados de barras verticales integradas en todo el mobiliario de la casa, descubrimos que se trata de una dama madura acaudalada y que conserva una estrecha relación de carácter edípico con su hijo Malcolm –una idea de guión bastante desaprovechada-. Este se marcha dejándole escrita una nota –que la madre no leerá hasta bien avanzada la película- en la que menciona la posibilidad de su suicidio. Cornelia sufre una lesión de cadera que le impide desplazarse por escaleras y para acceder al piso superior ha de utilizar un elevador que han instalado en su mansión. Al marcharse Malcolm se dispone, como tantas otras veces, a ascender al piso superior por el mismo. Sin embargo, un accidental corte de fluido eléctrico le hace quedarse recluida e indefensa en el mismo.
Lo que inicialmente parece un incidente doméstico pronto se conforma como algo angustioso para la crecientemente inquieta Sra. Hilyard. Hasta aquí, y pese a su considerable carácter enfático, cierto es reconocer que LADY IN A CAGE funciona a la perfección. El contrastado blanco y negro de la fotografía de Lee Garmes, las pinceladas descriptivas de una celebración nacional estadounidense caracterizada por su calor abrasador y la oportuna planificación que ofrece la singularidad de mostrar tanto la vida cotidiana de la protagonista con las incidencias exteriores que causan dicho apagón de forma paralela con el entorno cotidiano en que se desarrolla la tragedia, indudablemente prenden la mecha del interés en el espectador. Sin embargo, pronto se deshincha el globo con la aparición de los personajes que invadirán su casa para robar las evidentes riquezas que alberga su cómoda posición. Un alucinado y borracho anciano –George (Jeff Corey); en su apariencia una mezcolanza de Boris Karloff y Edward Everett Horton-, que porta en los nudillos la inscripción de “arrepentíos”; una veterana y rolliza prostituta (Ann Shoutern), que acude a la llamada de George para ayudarle en el robo, y finalmente un trío de sádicos ladrones comandados por el arrogante Randall (James Cann, en su debut cinematográfico), que pronto sobrepasan la frontera del robo para llegar a asesinar al anciano borracho e intentar hacer lo propio con la propietaria.
Pese a la oportuna pincelada de elementos de suspense puro –los intentos de Cornelio de llegar al teléfono, sus argucias por liberarse-, lo cierto es que el interés de la película se diluye en tópicas incidencias que no dudo que en su momento pudieron provocar un considerable impacto en determinados espectadores, pero que el paso del tiempo ha hecho neutralizar considerablemente, dejando muy al descubierto la trampa argumental de esta tópica historia –en la que Luther Davis ejerce tanto en calidad de guionista y productor-. No vamos a negar el carácter opresivo de la propuesta, ni la buena labor de la veterana Olivia de Havilland –que por aquel entonces estaba quizá filmando de forma paralela el segundo grand guignol de Robert Aldrich –CANCIÓN DE CUNA PARA UN CADÁVER (Hush, Hush, Sweet Charlotte, 1964)- quizá aún más efectista que la película que nos ocupa, pero sin duda más divertido y menos pretencioso que esta realización de Walter Grauman.
Una vez entrados en escena y conforme se va prolongando su presencia, resulta insoportable la escasa entidad dramática del trío de sádicos asaltantes –me provocó una especial irritación lo tópico de la irresponsable joven que parece estar ausente del grupo, caracterizada con los más comunes clichés de este tipo de personajes-, y se me antoja bastante cargante la labor de un James Caan de innegable fuerte presencia física pero forzando sus tics intentando una pobre imitación de Marlon Brando, que más bien se parece un precedente de Burt Reynolds.
LADY IN A CAGE recupera en sus minutos finales la fuerza que había perdido desde que la soledad física abandonara la involuntaria prisión de la protagonista. Lamentablemente, ya es demasiado tarde. Para que todo quedara como había empezado tan solo había que “resolver” el arranque dramático con la angustia que finalmente asume Cornelia al enterarse del contenido de la carta de su hijo, y de alguna manera hacer volver a la cotidianeidad esta alegoría sobre la soledad que proporciona el confort. Una crónica que sin duda debiera haber logrado una mayor densidad dramática y cinematográfica –pese a esos minutos iniciales y de conclusión, que dan la medida de lo que pudo ser esta película- para poder decir que nos encontramos ante un título reseñable. En cualquier caso, pese a su esquematismo argumental y efectismo cinematográfico, no se puede negar que estamos ante una curiosidad del cine de la época, que preludia males mayores en títulos de estas características.
Calificación: 1’5
2 comentarios
ESTHER -
JOSE ANTONIO -