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CINEMA DE PERRA GORDA

THE FIGHTING SEABEES (1944, Edward Ludwig)

THE FIGHTING SEABEES (1944, Edward Ludwig)

Para todos aquellos –entre los que me encuentro-, a los que les gusta “escarbar” rarezas dentro del cine norteamericano escorado hacia la serie B, es indudable que nos puede resultar hasta cierto punto familiar encontrarnos con el nombre del ruso Edward Ludwig (1898 – 1982).. Realizador incluso reivindicado dentro de algunos exponentes de la crítica francesa de los años sesenta, lo cierto es que su nombre aparece asociado a una serie de exponentes del cine de aventuras en la década de los 40 y 50, que cuentan con un relativo prestigio. Me estoy refiriendo a títulos como WAKE OF THE RED WITCH (La vengasnza del bergantín, 1948), SANGARÉE (La mansión de Sangarée, 1953), o JÍBARO (1954), estimados por numerosos comentaristas y aficionados. Pese a no haber podido contemplar varios de estos títulos, puedo atestiguar la singularidad del primero de los citados, aspecto este que me motivaba al visionado de THE FIGHTING SEABEES (1944), con la esperanza de acceder a un exponente atractivo de cine bélico. En función de dichas relativas expectativas, la decepción es notable. Cierto es que aquí y allá se pueden detectar detalles de un realizador con intuición cinematográfica, e incluso algunas de sus secuencias –fundamentalmente las dos que describen los combates mantenidos contra los japoneses-, revisten intensidad e incluso una cierta originalidad. Sin embargo, ninguno de estos ocasionales aciertos puede demasiado con una película en líneas generales bastante pobre –nos encontramos ante una arquetípica producción de la Republic-, dominada por los tópicos, estática en su desarrollo, y envuelta en un enorme rosario de convenciones a partir de su guión –aunque este fuera responsabilidad del prestigioso Borden Chase, posteriormente artífice de una gran aportación en su parcela dentro del “western”-, también artífice de la historia original que sirve de base al film.

 

THE FIGHTING… se describe con los tintes de un melodrama triangular de corte bélico, centrado en la relación que la aguerrida periodista Consatnce Chesley (Susan Haward) mantiene con el comandante Robert Yarrow (Dennos O’Keefe). Yarrow es un militar que entrará en conflicto con Wedge Donovan (John Wayne). Donovan por su parte es el cabecilla de un grupo de trabajadores civiles que se encuentran desarrollando su labor en el Pacífico, expuestos al ataque de los japoneses ya que por ley están obligados a no poseer ni utilizar armas. La existencia de bajas mortales y numerosos heridos, es lo que provocará el enfrentamiento que encabeza su representante. Una vez en contacto con Yarrow, todos ellos regresarán hasta la zona de conflicto, donde tras un ataque en el que sufrirán numerosas bajas, merced a una inicial imprudencia marcada por la respuesta a una emboscada de los nipones. A raíz de esta circunstancia, el grupo de trabajadores será adherido a la armada, permitiéndoseles portar armas y siendo Donovan nombrado comandante. Junto a este reconocimiento en su aportación, este se verá progresivamente ligado a Constance, aspecto este que advertirá Yarrow, hasta entonces unido emocionalmente a la periodista. Este conflicto emocional oscilará en el posterior desarrollo dramático, hasta que finalmente –y como solía suceder en películas de estas características-, todo se tenga que solventar con la desaparición de uno de ellos.

 

Como antes señalaba, poco se puede esperar de las sugerencias argumentales de un título que no se anda en sutilezas. Buena parte de los tópicos inherentes al género se encuentran presentes en un metraje pesado y en ocasiones incluso plomizo, dejando en no pocas ocasiones –como en los propios instantes finales, que malogran incluso un travelling de retroceso en grúa, llena de emotividad dentro de una ceremonia militar-, entrever un carácter militarista bastante antipático.

 

Sin embargo, y contra estos poderosos inconvenientes, la pobre definición del trío protagonista, los estereotipos, el aire propagandístico destilado, el estatismo y el escaso dinamismo del conjunto, es cierto que en algunos momentos se despliega la singularidad de Ludwig tras la cámara. Es algo que se destila en la composición casi arquitectónica de algunos planos, o en la intensidad de sentimientos que se desprende en instantes en donde el triángulo amoroso expresa sus instantes más definitivos. Me estoy refiriendo al momento en que Constante se encuentra herida en una cueva y Donovan le confiesa su amor –mientras Yarrow contempla en segundo término la sinceridad de tal aseveración-, o en aquel otro posterior en el que se describe la declaración de la joven hacia el segundo de sus pretendientes, algo que este rechaza caballerosamente, mientras en el fondo del encuentre se ubican las sombras de una ventana de fondo.

 

No obstante, si hay algo perdurable en este título finalmente mediocre, es en la intensidad e incluso originalidad de las secuencias de los ataques entre norteamericanos y japoneses. Especialmente aquella en la que los trabajadores –ya entonces adheridos a la armada- atacan a los nipones con sus escavadoras, desarrollándose una explosión de mayúsculas proporciones, que servirá para que los segundos emerjan de sus escondites, y se encuentren a tiro de los norteamericanos. Momentos y secuencias que indudablemente devienen de importancia secundaria, en un título de escasas cualidades que, sin embargo, no remiten mi curiosidad en el acercamiento a la producción de este extraño Edward Ludwig, que no pienso, sin embargo, nos lleve a encontrarnos con ninguna figura desconocida en el panorama del cine USA de antaño.

 

Calificación: 1

 

 

 

1 comentario

Zitor -

Gracias por la acertada crítica, con tu permiso la reseñaré en mi blog.
Un saludo.