HIS BUTLERS SISTER (1943, Frank Borzage) La hermanita del mayordomo
Viendo HIS BUTLER’S SISTER (La hermanita del mayordomo, 1943), lo primero que viene a la mente del aficionado es comprobar como un realizador de la talla de Frank Borzage, quien apenas tres años antes había firmado dos títulos tan hermosos como THE MORTAL STORM (1940), o apasionantes como STRANGE CARGO (1940), se vió sometido al dictado de filmar –y producir-, uno de los títulos que forjaron la fugaz fama de la insportable Deanna Durban, dentro del seno de la Universal. Grandezas y miserias del contexto de Hollywood, que forzaría a Borzage a un peregrinaje por diferentes estudios en donde, contra viento y marea, logro imponer la impronta de su personalidad aun teniendo que asumir materiales de base auténticamente de derribo –aunque también le permitiera dar vida a la excelente MOONRISE (1948)-. El título que nos ocupa es uno de ellos –en pocas ocasiones el director de SEVENTH HEAVEN (El séptimo cielo, 1927) tuvo que afrontar con una base tan endeble-, logrando finalmente ofrecer una combinación de comedia ligera y romántica con la inclusión de canciones de obligado lucimiento para la protagonista. Un conjunto todo lo previsible que se quiera, que incluso alcanza un final de insospechado lirismo, en el que se pueden detectar ecos de la mejor veta romántica de su artífice.
La película se inicia dentro de un divertido timming en un viaje en tren, donde de inmediato conoceremos al tempestuoso compositor musical Charles Gerard (Franchot Tone), quien es importunado por un par de falsas gemelas que le brindan una improvisada actuación en la puerta de su camarote. El inicio nos ligará hasta la joven Ann Cartel (Deanna Durban), que viaja hasta New York con la intención de triunfar en la música tras reunirse con su hermano mayor, a quien cree triunfante en la urbe de la gran manzana, y quien le ha mandado mil dólares en metálico. Una cantidad que la muchacha ha dilapidado en ropa y enseres, empeñada en su triunfo artístico, para lo cual no dudará en realizar otro “improvisado” recital ante un vendedor de fajas, al que ha confundido también en el tren con el propio Gerard. Una vez Ann llega ante su hermano, descubrirá la verdad de su “triunfo”. Este –Martin (Pat O’Brian)-, en realidad ejerce como ocioso y hedonista mayordomo, siendo la cantidad que envió a su hermana el producto de una afortunada apuesta. Consciente del fracaso de sus intenciones, Ann se concienciará en su retorno al hogar pero el destino será el que determine el devenir de la joven, al conocer que la persona a la que sirve su hermano, es nada más y nada menos que su mitificado Charles Gerard. Consciente de las posibilidades que esa circunstancia le puede proporcionar, aprovechará el equívoco que le hace ejercer como ayudante del servicio e intentará por todos los medios ofrecer el compositor una demostración de sus habilidades “canoras” que, de forma inesperada, este ha oído en un par de ocasiones sin lograr identificar a la autora de los mismos.
Indudablemente, la somera descripción del argumento les puede proporcionar las suficientes pistas de cara a confirmar como finalizará esta película. Ni que decir tiene que ni en su recorrido ni en la resolución del mismo, la película puede revestir otro interés que el de comprobar como se ofrecen “luminosos” primeros planos de la rutilante protagonista, o se procura encontrar la ocasión más propicia para hacer notar sus “encantos” canoros –en esta ocasión, eso sí, más moderados y mejor insertados que en otros de los títulos que protagonizó-. Pero sería pecar de injustos no reconocer en la película la mano de un gran director por más que se encontrara, sino en horas bajas, sí en un determinado declive profesional, en la medida que productos como el que comentamos solo se mostrara lejanamente ligado a su mundo dominado por la esencia romántica. Esa convicción que logra insuflar se puede detectar ya en las secuencias iniciales desarrolladas en pleno viaje en tren, provistas de un ritmo notable –por más que en ella quepa olvidar el inverosímil acceso de Gerard, que se encuentra en un andén, a los cánticos de una Ann empeñada en cantarle al representante de ropa femenina, al que confunde con este-. La combinación de elementos de comedia –el partido que se logra a la pléyade de criados del edificio en donde se encuentra su hermano-, la utilización de interiores en función de la profundidad de campo, su elegancia escenográfica, la movilidad de la cámara, que sabe seguir a los intérpretes en sus momentos más álgidos o integrarlos en el encuadre de forma ejemplar –un ejemplo revelador lo proporciona el momento en que Gerard cree que Ann y su hermano son realmente amantes, actuando de forma exagerada ante el teléfono-, son elementos que logran dotar a la película de una extraña efectividad, que permite que los servilismos narrativos y canoros de la protagonista resulten más digeribles de lo previsible, e incluso intenten en ella un cierto matiz paródico, al mostrarla haciendo unas extrañas gestualizaciones forzadas por su hermano, ante una improvisada fiesta con gentes del mundo del espectáculo. Todos estos factores, unidos al cariño con el que se dibujan los personajes secundarios –esa veterana criada, empeñada en que su señor coma pescado-, y la habilidad con la que se combina el componente de comedia, la obligada inserción de canciones y la vertiente romántica, permiten que finalmente el conjunto pueda ser valorado con moderado agrado.
Se trata de una consideración que queda afianzada y redondeada, en dos momentos en los que Borzage logra afianzar su maestría dentro del romanticismo cinematográfico, y que podrían situarse sin lugar a duda entre lo más valioso de su cine. Por un lado destacaremos el largo paseo que describen Ann y Charles, filmado con un dominio de la planificación y una delicadeza indiscutible y, aún por encima, la magnífica conclusión, que logra sobreponerse a cualquier atisbo de convencionalismos, y adquirir una fuerza inusitada. La interpretación del tema principal de la ópera “Turandot”, facilitará el reconocimiento de la realidad de la situación a Gerard, y a esta a confesarle mediante su emocionada canción el amor que sinceramente le profesa, ante un auditorio que se rinde a la personalidad de la cantante. La destreza que Borzage muestra en la planificación, la emotividad e intensidad del instante y el acierto de incluir dicha canción, permiten que la película concluya con fuerza y logremos dejar de lado sus puntos débiles –además de sus servilismos, podríamos señalar la manera con la que se olvida a la hasta entonces compañera del compositor, o el mero hecho de la pérdida de la capacidad creativa de este-. Hollywood era así, y permitía con talento lograr sacar a flote productos inicialmente condenados a la mediocridad.
Calificación: 2
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JORGE TREJO -