GORKY PARK (1983, Michael Apted) Gorky Park
Estoy convencido que el paso del tiempo ha sentado bien a GORKY PARK (1983, Michael Apted), y no precisamente para hacer aflorar las cualidades que encierra un producto tan correcto y gris como el que nos ocupa. Cuando me refiero a ese relativo “rejuvenecimiento”, lo hago fundamentalmente en la medida que podamos comparar el lenguaje empleado en el thriller de los últimos años, con el que se describe en el aséptico y funcional film de Apted. Al menos en él no vemos el atropellamiento narrativo y la ausencia de personajes que definen la mayor parte de las propuestas del género que contemplamos en nuestros días, pero ello no es óbice para mirar esta película con más simpatía que la que merece. En buena medida, podríamos a partir de esta referencia centrarnos en un debate tan estéril como quizá apasionante; comparar cual de las décadas en litigio, la de los ochenta o la de los últimos años, fue más olvidable en el tratamiento del cine de géneros. Quede ahí la cuestión, para un análisis sin duda lleno de posibilidades.
Nos encontramos en la Rusia de principios de los ochenta. En un contexto donde una forma de entender la política -dominada por el autoritarismo- aún se encuentra impregnada en la vida habitual, se produce un triple crimen en un parque donde se practica el patinaje. Para encabezar la investigación se encuentra Arkady Renko (un poderoso y al mismo tiempo sensible William Hurt), joven agente de policía reputado por la eficacia en sus deducciones cuya labor se ha visto salpicada de enfrentamientos con la KGB, centrados en el descubrimiento de actividades delictivas en el seno de dicha organización, que llegaron a costarle sufrir torturas. Será este finalmente quien se haga cargo del caso, en el que se encontrará numerosos temores, deducciones y elementos que hablan de la complejidad del mismo, y que llevará a sospechar del veterano empresario norteamericano Jack Osborn (un envejecido Lee Marvin). En su entorno se registrarán traiciones y puntos de vista opuestos en torno a la búsqueda de la libertad, confluyendo todo ello en el retrato de un protagonista lleno de vacilaciones, al ir comprobando progresivamente como ese mundo recto que define su personalidad, se ha ido desmoronando. Puede que sea ese realmente el elemento más significativo de cuantos contiene la película, algo marcado en el seguimiento de las indagaciones de Renko –un oficial desprovisto de todo glamour-, que le llevarán hasta la enigmática Irina Asanova (Joana Pacula), y también a comprobar una serie de incidencias que conducirán en detectar corrupciones e influencias en las instancias de la K.G.B. Serán unos planteamientos que de alguna forma llevarán a nuestro protagonista a un creciente nihilismo en torno al modo de vida que hasta entonces había asumido con total convicción, contando incluso con la ayuda de un veterano detective norteamericano –William Kirvill (Brian Dennehy)-.
A partir de ese ciclo de investigaciones, Renko accederá a una serie de situaciones, emociones y sentimientos que cambiarán su vida, mostrados todos ellos con una iluminación en la que predominarán los tonos blancos y una ambientación basada en un rasgo de gelidez adecuadamente transmitido en la pantalla. Dentro de este contexto, serán destacables las localizaciones de exteriores, así comola fluidez con la que se suceden los recovecos de la historia, quedando finalmente esta como un tradicional film policíaco al que su ambientación en Rusia otorga una cierta peculiaridad. Pero no cabe omitir que en las imágenes del film de Apted hay poco espacio para cualquier reflexión de índole política. Por el contrario, nos encontramos con un envoltorio atrayente que, lamentablemente, no alcanza el mismo nivel en sus contenidos. Es así como la progresión narrativa de GORKY PARK está totalmente supeditada a métodos y caracteres apreciados previamente en tantos y tantos exponentes del género. Es más, recuerdan un poco a referentes de los años sesenta, en donde sí alcanzaban esa entidad y espesura que aquí están a punto de lograr, pero que finalmente se escapa de la mano a sus responsables. Me estoy refiriendo a títulos como FUNERAL IN BERLIN (Funeral en Berlín, 1966. Guy Hamilton) o THE SPY WHO CAME IN FROM THE GOLD (El espía que surgió del frío, 1965. Martin Ritt), que sí lograban plasmar una ambivalencia y latente estado de temor, que en esta ocasión queda aislado en recuerdos como mostrar en varios momentos el rostro pintado de Lenin en una fachada, o en esas martas que finalmente Renko logrará poner en libertad, simbolizando ese anhelo de la misma para un país aún no acostumbrado a ello.
Unamos a ello la convicción que William Hurt plantea sobre su personaje, el alcance mítico que supone la presencia del veterano Lee Marvin, la relación de amistad que se establece entre el agente protagonista y el detective americano, o la extraña presencia de Irina. Personajes todos ellos que finalmente tendrán su incidencia en la resolución del caso, y que en esta película entretenida y eficaz se resiente de la ausencia una puesta en escena más comprometida cara a las posibilidades que podía brindar su historia y, sobre todo, acercarse a ese intachable policía que, de la noche a la mañana, verá en estos crímenes el germen para que la visión del mundo que hasta entonces estaba automáticamente inmersa en su mente, vaya destruyéndose a pasos agigantados.
Calificación. 2
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